Mateo 22-28


 
Mateo 22
 
  1   Y respondiendo Jesús, les volvió a hablar en parábolas, diciendo:
  2   El reino de los cielos es semejante a un rey que hizo bodas a su hijo,
  3   y envió sus siervos para que llamasen a los convidados a las bodas; mas éstos no quisieron venir.
  4   Volvió a enviar otros siervos, diciendo: Decid a los convidados: He aquí, mi comida he aderezado, mis toros y animales engordados han sido muertos, y todo está aparejado; venid a las bodas.
  5   Mas ellos, lo tuvieron en poco, y se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios;
  6   y los otros, tomando a sus siervos, los afrentaron y los mataron.
  7   Y oyéndolo el rey, se indignó; y enviando sus ejércitos, destruyó a aquellos homicidas, y puso a fuego su ciudad.
  8   Entonces dijo a sus siervos: Las bodas a la verdad están aparejadas; mas los que fueron convidados no eran dignos.
  9   Id, pues, a las salidas de los caminos, y llamad a las bodas a cuantos halléis.
  10   Y saliendo los siervos por los caminos, juntaron a todos los que hallaron, juntamente malos y buenos; y las bodas fueron llenas de convidados.
  11   Y cuando el rey vino para ver a los convidados, vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda,
  12   y le dijo: Amigo, ¿cómo viniste acá sin estar vestido de boda? Mas él enmudeció.
  13   Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, llevadle y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
  14   Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.
  15   Entonces los fariseos fueron y consultaron de cómo le prenderían en alguna palabra.
  16   Y le enviaron los discípulos de ellos, con los herodianos, diciendo: Maestro, sabemos que eres veraz, y que enseñas con verdad el camino de Dios, y que no te cuidas de nadie, porque no miras la apariencia de los hombres.
  17   Dinos, pues, qué te parece: ¿Es lícito dar tributo a César, o no?
  18   Pero Jesús, conociendo la malicia de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis, hipócritas?
  19   Mostradme la moneda del tributo. Y ellos le presentaron un denario.
  20   Entonces les dijo: ¿De quién es esta imagen, y la inscripción?
  21   Le dijeron: De César. Entonces Él les dijo: Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios.
  22   Y oyendo esto, se maravillaron, y dejándole, se fueron.
  23   Aquel día, vinieron a Él los saduceos, los cuales dicen que no hay resurrección, y le preguntaron,
  24   diciendo: Maestro, Moisés dijo: Si alguno muriere sin hijos, su hermano se casará con su esposa, y levantará descendencia a su hermano.
  25   Hubo, pues, entre nosotros siete hermanos, y el primero se casó, y murió; y no teniendo descendencia, dejó su esposa a su hermano;
  26   así también el segundo, y el tercero, hasta el séptimo.
  27   Y después de todos murió también la mujer.
  28   En la resurrección, pues, ¿de cuál de los siete será esposa, pues todos la tuvieron?
  29   Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Erráis, no conociendo las Escrituras, ni el poder de Dios.
  30   Porque en la resurrección ni se casan, ni se dan en casamiento, sino que son como los ángeles de Dios en el cielo.
  31   Pero en cuanto a la resurrección de los muertos, ¿no habéis leído lo que os fue dicho por Dios, cuando dijo:
  32   Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos.
  33   Y oyéndolo la multitud, se maravillaban de su doctrina.
  34   Y cuando los fariseos oyeron que había hecho callar a los saduceos, se juntaron a una.
  35   Entonces uno de ellos, intérprete de la ley, por tentarle, le dijo:
  36   Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley?
  37   Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.
  38   Éste es el primero y grande mandamiento.
  39   Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
  40   De estos dos mandamientos pende toda la ley y los profetas.
  41   Y juntándose los fariseos, Jesús les preguntó,
  42   diciendo: ¿Qué pensáis del Cristo? ¿De quién es hijo? Le dijeron: De David.
  43   Él les dijo: ¿Cómo entonces David en el Espíritu le llama Señor, diciendo:
  44   Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.
  45   Pues si David le llama Señor, ¿cómo es su hijo?
  46   Y nadie le podía responder palabra; ni osó alguno desde aquel día preguntarle más.

 
Mateo 23
 
  1   Entonces habló Jesús a la multitud y a sus discípulos,
  2   diciendo: En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos:
  3   Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo, mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.
  4   Porque atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen en hombros de los hombres; pero ellos ni con su dedo las quieren mover.
  5   Antes, hacen todas sus obras para ser vistos de los hombres; porque ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos;
  6   y aman los primeros asientos en las cenas, y las primeras sillas en las sinagogas;
  7   y las salutaciones en las plazas, y ser llamados de los hombres: Rabí, Rabí.
  8   Mas vosotros no queráis que os llamen Rabí; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo, y todos vosotros sois hermanos.
  9   Y no llaméis vuestro padre a nadie en la tierra; porque uno es vuestro Padre, el cual está en el cielo.
  10   Ni seáis llamados maestros; porque uno es vuestro Maestro, el Cristo.
  11   Y el que es mayor entre vosotros, sea vuestro siervo.
  12   Porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.
  13   Mas ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; porque ni entráis, ni a los que están entrando dejáis entrar.
  14   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque devoráis las casas de las viudas, y por pretexto, hacéis largas oraciones; por tanto llevaréis mayor condenación.
  15   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros.
  16   ¡Ay de vosotros, guías ciegos! que decís: Si alguno jura por el templo, no es nada; pero si alguno jura por el oro del templo, es deudor.
  17   ¡Insensatos y ciegos! porque ¿cuál es mayor, el oro, o el templo que santifica al oro?
  18   Y decís: Cualquiera que jura por el altar, no es nada; pero cualquiera que jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor.
  19   ¡Necios y ciegos! porque ¿cuál es mayor, la ofrenda, o el altar que santifica la ofrenda?
  20   Pues el que jura por el altar, jura por él, y por todo lo que está sobre él;
  21   y el que jura por el templo, jura por él, y por el que en él habita;
  22   y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios, y por Aquél que está sentado sobre él.
  23   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y omitís lo más importante de la ley; la justicia, y la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro.
  24   ¡Guías ciegos, que coláis el mosquito, y tragáis el camello!
  25   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, mas por dentro estáis llenos de robo y de desenfreno.
  26   ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de adentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.
  27   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos, mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia.
  28   Así también vosotros, por fuera a la verdad, os mostráis justos a los hombres; mas por dentro estáis llenos de hipocresía e iniquidad.
  29   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos,
  30   y decís: Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos participado con ellos en la sangre de los profetas.
  31   Así que dais testimonio contra vosotros mismos, de que sois hijos de aquellos que mataron a los profetas.
  32   ¡Vosotros también henchid la medida de vuestros padres!
  33   ¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?
  34   Por tanto, he aquí yo os envío profetas, y sabios, y escribas; y de ellos, a unos mataréis y crucificaréis; y a algunos azotaréis en vuestras sinagogas, y perseguiréis de ciudad en ciudad;
  35   para que venga sobre vosotros toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre de Abel el justo, hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baraquías, al cual matasteis entre el templo y el altar.
  36   De cierto os digo que todo esto vendrá sobre esta generación.
  37   ¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que te son enviados! ¡Cuántas veces quise juntar tus hijos, como la gallina junta sus polluelos debajo de sus alas, y no quisiste!
  38   He aquí vuestra casa os es dejada desierta.
  39   Porque os digo que desde ahora no me veréis, hasta que digáis: Bendito el que viene en el nombre del Señor.

 
Mateo 24
 
  1   Y cuando Jesús salió del templo y se iba, vinieron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo.
  2   Y Jesús les dijo: ¿No veis todo esto? De cierto os digo: No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.
  3   Y sentándose Él en el monte de los Olivos, los discípulos se le acercaron aparte, diciendo: Dinos, ¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del mundo?
  4   Respondiendo Jesús, les dijo: Mirad que nadie os engañe.
  5   Porque vendrán muchos en mi nombre, diciendo: Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán.
  6   Y oiréis de guerras, y rumores de guerras; mirad que no os turbéis, porque es menester que todo esto acontezca, pero aún no es el fin.
  7   Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino; y habrá hambres, y pestilencias, y terremotos en muchos lugares.
  8   Y todo esto será principio de dolores.
  9   Entonces os entregarán para ser atribulados, y os matarán; y seréis aborrecidos de todas las naciones por causa de mi nombre.
  10   Y entonces muchos se escandalizarán; y se entregarán unos a otros, y unos a otros se aborrecerán.
  11   Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos,
  12   y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará.
  13   Mas el que perseverare hasta el fin, éste será salvo.
  14   Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin.
  15   Por tanto cuando viereis la abominación desoladora, que fue dicha por el profeta Daniel, que estará en el lugar santo ( el que lee, entienda ).
  16   Entonces los que estén en Judea, huyan a los montes.
  17   El que esté en la azotea, no descienda a tomar algo de su casa;
  18   y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su ropa.
  19   Y ¡Ay de las que estén encintas, y de las que amamanten en aquellos días!
  20   Orad, pues, que vuestra huida no sea en invierno ni en sábado;
  21   porque habrá entonces gran tribulación, cual no ha habido desde el principio del mundo hasta ahora, ni jamás habrá.
  22   Y si aquellos días no fuesen acortados, ninguna carne sería salva; mas por causa de los escogidos, aquellos días serán acortados.
  23   Entonces si alguno os dijere: He aquí está el Cristo, o allí, no lo creáis.
  24   Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas; y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuese posible, aun a los escogidos.
  25   He aquí os lo he dicho antes.
  26   Así que, si os dijeren: He aquí, está en el desierto, no salgáis: He aquí, en las alcobas, no lo creáis.
  27   Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.
  28   Porque dondequiera que esté el cuerpo muerto, allí se juntarán también las águilas.
  29   E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias de los cielos serán conmovidas.
  30   Y entonces aparecerá la señal del Hijo del Hombre en el cielo; entonces se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del Hombre viniendo en las nubes del cielo, con poder y gran gloria.
  31   Y enviará a sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntarán a sus escogidos de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.
  32   De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama enternece, y las hojas brotan, sabéis que el verano está cerca.
  33   Así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, sabed que está cerca, a las puertas.
  34   De cierto os digo: No pasará esta generación, hasta que todo esto acontezca.
  35   El cielo y la tierra pasarán, mas mis palabras no pasarán.
  36   Pero del día y la hora, nadie sabe, ni los ángeles del cielo, sino sólo mi Padre.
  37   Y como en los días de Noé, así también será la venida del Hijo del Hombre.
  38   Porque como en los días antes del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta el día en que Noé entró en el arca,
  39   y no entendieron hasta que vino el diluvio y se los llevó a todos; así también será la venida del Hijo del Hombre.
  40   Entonces estarán dos en el campo; el uno será tomado, y el otro será dejado:
  41   Dos mujeres estarán moliendo en un molino; la una será tomada, y la otra será dejada.
  42   Velad, pues, porque no sabéis a que hora ha de venir vuestro Señor.
  43   Pero sabed esto, que si el padre de familia supiese en qué vela el ladrón habría de venir, velaría, y no dejaría minar su casa.
  44   Por tanto, también vosotros estad apercibidos; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis.
  45   ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual su señor puso sobre su familia para que les dé el alimento a tiempo?
  46   Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, le halle haciendo así.
  47   De cierto os digo que sobre todos sus bienes le pondrá.
  48   Pero si aquel siervo malo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir;
  49   y comenzare a golpear a sus compañeros, y aun a comer y a beber con los borrachos,
  50   vendrá el señor de aquel siervo en el día que no lo espera, y a la hora que no sabe,
  51   y le castigará severamente, y pondrá su parte con los hipócritas: Allí será el lloro y el crujir de dientes.

 
Mateo 25
 
  1   Entonces el reino de los cielos será semejante a diez vírgenes que tomando sus lámparas, salieron a recibir al esposo.
  2   Y cinco de ellas eran prudentes, y cinco insensatas.
  3   Las insensatas, tomaron sus lámparas, no tomando consigo aceite.
  4   Mas las prudentes tomaron aceite en sus vasos, juntamente con sus lámparas.
  5   Y tardándose el esposo, cabecearon todas, y se durmieron.
  6   Y a la media noche fue oído un clamor: He aquí, viene el esposo; salid a recibirle.
  7   Entonces todas aquellas vírgenes se levantaron, y aderezaron sus lámparas.
  8   Y las insensatas dijeron a las prudentes: Dadnos de vuestro aceite; porque nuestras lámparas se apagan.
  9   Mas las prudentes respondieron, diciendo: No; no sea que no haya suficiente para nosotras y vosotras, id más bien a los que venden, y comprad para vosotras.
  10   Y entre tanto que ellas iban a comprar, vino el esposo; y las que estaban apercibidas entraron con él a las bodas; y se cerró la puerta.
  11   Y después vinieron también las otras vírgenes, diciendo: ¡Señor, señor, ábrenos!
  12   Mas él, respondiendo, dijo: De cierto os digo: No os conozco.
  13   Velad, pues, porque no sabéis el día ni la hora en que el Hijo del Hombre ha de venir.
  14   Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes.
  15   A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su facultad; y luego partió lejos.
  16   Y el que había recibido cinco talentos, fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos.
  17   Asimismo el que había recibido dos, ganó también otros dos.
  18   Mas el que había recibido uno fue y cavó en tierra, y escondió el dinero de su señor.
  19   Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos, e hizo cuentas con ellos.
  20   Y el que había recibido cinco talentos, vino y trajo otros cinco talentos, diciendo: Señor, cinco talentos me entregaste; he aquí, he ganado sobre ellos otros cinco talentos.
  21   Y su señor le dijo: Bien hecho, siervo bueno y fiel, sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu señor.
  22   Llegando también el que había recibido dos talentos, dijo: Señor, dos talentos me entregaste; he aquí, he ganado sobre ellos, otros dos talentos.
  23   Su señor le dijo: Bien hecho, siervo bueno y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré, entra en el gozo de tu señor.
  24   Entonces vino el que había recibido un talento, y dijo: Señor, te conocía que eres hombre duro, que siegas donde no sembraste y recoges donde no esparciste;
  25   y tuve miedo, y fui y escondí tu talento en la tierra; aquí tienes lo que es tuyo.
  26   Respondiendo su señor, le dijo: Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí.
  27   Por tanto, debías haber dado mi dinero a los banqueros, y al venir yo, hubiera recibido lo mío con intereses.
  28   Quitadle, pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos.
  29   Porque al que tiene le será dado, y tendrá abundancia; mas al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.
  30   Y al siervo inútil echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes.
  31   Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará sobre el trono de su gloria;
  32   y todas las naciones serán reunidas delante de Él; y apartará los unos de los otros, como aparta el pastor las ovejas de los cabritos;
  33   y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a la izquierda.
  34   Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo.
  35   Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero, y me recogisteis;
  36   desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí.
  37   Entonces los justos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber?
  38   ¿Y cuándo te vimos extranjero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos?
  39   ¿O cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y vinimos a ti?
  40   Y respondiendo el Rey, les dirá: De cierto os digo: En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis.
  41   Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles.
  42   Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber;
  43   fui extranjero, y no me recogisteis; desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis.
  44   Entonces también ellos le responderán, diciendo: Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o extranjero, o desnudo, o enfermo, o en la cárcel, y no te servimos?
  45   Entonces les responderá, diciendo: De cierto os digo, en cuanto no lo hicisteis a uno de estos más pequeños, tampoco a mí lo hicisteis.
  46   E irán éstos al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.

 
Mateo 26
 
  1   Y aconteció que, cuando Jesús hubo acabado todas estas palabras, dijo a sus discípulos:
  2   Sabéis que dentro de dos días se celebra la pascua; y el Hijo del Hombre será entregado para ser crucificado.
  3   Entonces los príncipes de los sacerdotes, y los escribas, y los ancianos del pueblo, se reunieron en el palacio del sumo sacerdote llamado Caifás,
  4   y tuvieron consejo para prender con engaño a Jesús, y matarle.
  5   Y decían: No en el día de fiesta, para que no se haga alboroto en el pueblo.
  6   Y estando Jesús en Betania, en casa de Simón el leproso,
  7   vino a Él una mujer, trayendo un frasco de alabastro de ungüento de mucho precio, y lo derramó sobre la cabeza de Él, estando Él sentado a la mesa.
  8   Al ver esto sus discípulos, se indignaron, diciendo: ¿Por qué este desperdicio?
  9   Porque este ungüento podía haberse vendido a gran precio, y haberse dado a los pobres.
  10   Y entendiéndolo Jesús, les dijo: ¿Por qué molestáis a esta mujer? pues buena obra me ha hecho.
  11   Porque siempre tenéis pobres con vosotros, pero a mí no siempre me tenéis.
  12   Porque derramando este ungüento sobre mi cuerpo, para mi sepultura lo ha hecho.
  13   De cierto os digo: Dondequiera que este evangelio fuere predicado en todo el mundo, también lo que ésta ha hecho, será dicho para memoria de ella.
  14   Entonces uno de los doce, llamado Judas Iscariote, fue a los príncipes de los sacerdotes,
  15   y les dijo: ¿Qué me queréis dar, y yo os lo entregaré? Y convinieron con él por treinta piezas de plata.
  16   Y desde entonces buscaba oportunidad para entregarle.
  17   Y el primer día de la fiesta de los panes sin levadura, vinieron los discípulos a Jesús, diciéndole: ¿Dónde quieres que aderecemos para que comas la pascua?
  18   Y Él dijo: Id a la ciudad, a cierto hombre, y decidle: El Maestro dice: Mi tiempo está cerca, en tu casa celebraré la pascua con mis discípulos.
  19   Y los discípulos hicieron como Jesús les mandó, y aderezaron la pascua.
  20   Y cuando llegó la noche, se sentó a la mesa con los doce.
  21   Y comiendo ellos, dijo: De cierto os digo, que uno de vosotros me ha de entregar.
  22   Y entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?
  23   Entonces Él respondiendo, dijo: El que mete la mano conmigo en el plato, ése me ha de entregar.
  24   A la verdad el Hijo del Hombre va, como está escrito de Él, mas ¡ay de aquel hombre por quien el Hijo del Hombre es entregado! Bueno le fuera a tal hombre no haber nacido.
  25   Entonces Judas, el que le entregaba, respondió y dijo: ¿Soy yo, Maestro? Él le dice: Tú lo has dicho.
  26   Y comiendo ellos, Jesús tomó el pan, y lo bendijo, y lo partió y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.
  27   Y tomando la copa, habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos;
  28   porque esto es mi sangre del nuevo testamento, la cual es derramada por muchos, para remisión de pecados.
  29   Y os digo, que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día cuando lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.
  30   Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de los Olivos.
  31   Entonces Jesús les dijo: Todos vosotros os escandalizaréis de mí esta noche; porque está escrito: Heriré al pastor, y las ovejas del rebaño serán dispersadas.
  32   Pero después que haya resucitado, iré delante de vosotros a Galilea.
  33   Respondiendo Pedro le dijo: Aunque todos sean escandalizados en ti, yo nunca seré escandalizado.
  34   Jesús le dijo: De cierto te digo que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás tres veces.
  35   Pedro le dice: Aunque me sea necesario morir contigo, no te negaré. Y todos los discípulos dijeron lo mismo.
  36   Entonces llegó Jesús con ellos a un lugar que se llama Getsemaní, y dijo a sus discípulos: Sentaos aquí, entre tanto que voy allí y oro.
  37   Y tomando a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera.
  38   Entonces Él les dijo: Mi alma está muy triste hasta la muerte; quedaos aquí, y velad conmigo.
  39   Y yéndose un poco más adelante, se postró sobre su rostro, orando y diciendo: Padre mío, si fuere posible, pase de mí esta copa, pero no sea mi voluntad, sino la tuya.
  40   Y viene a sus discípulos, y les halla durmiendo, y dice a Pedro: ¿Así que, no habéis podido velar conmigo una hora?
  41   Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.
  42   Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa, sin que yo la beba, hágase tu voluntad.
  43   Y vino, y otra vez los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño.
  44   Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras.
  45   Entonces viene a sus discípulos y les dice: Dormid ya, y descansad; he aquí ha llegado la hora, y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores.
  46   Levantaos, vamos; he aquí, se acerca el que me entrega.
  47   Y cuando Él aún hablaba, vino Judas, uno de los doce, y una gran multitud con él, con espadas y palos, de parte de los príncipes de los sacerdotes y de los ancianos del pueblo.
  48   Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle.
  49   Y luego se acercó a Jesús, y dijo: ¡Salve Maestro! Y le besó.
  50   Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces vinieron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.
  51   Y he aquí, uno de los que estaban con Jesús, extendiendo su mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le cortó su oreja.
  52   Entonces Jesús le dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán.
  53   O ¿piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y Él me daría más de doce legiones de ángeles?
  54   ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga?
  55   En aquella hora, dijo Jesús a la multitud: ¿Como contra un ladrón habéis salido, con espadas y palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñando en el templo, y no me prendisteis.
  56   Pero todo esto es hecho, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.
  57   Y los que prendieron a Jesús, le llevaron a Caifás el sumo sacerdote, donde los escribas y los ancianos estaban reunidos.
  58   Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los siervos, para ver el fin.
  59   Y los príncipes de los sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a muerte,
  60   pero no lo hallaron; aunque muchos testigos falsos venían, pero no lo hallaron. Y a la postre vinieron dos testigos falsos,
  61   que dijeron: Éste dijo: Puedo derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo.
  62   Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti?
  63   Mas Jesús callaba. Y el sumo sacerdote respondiendo, le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios.
  64   Jesús le dijo: Tú lo has dicho. Además os digo: Desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la diestra de poder, y viniendo en las nubes del cielo.
  65   Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora habéis oído su blasfemia.
  66   ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Culpable es de muerte!
  67   Entonces le escupieron en su rostro, y le dieron de puñetazos, y otros le abofeteaban,
  68   diciendo: Profetízanos, Cristo, ¿quién es el que te golpeó?
  69   Y Pedro estaba sentado fuera en el patio; y se le acercó una criada, diciendo: Tú también estabas con Jesús el galileo.
  70   Mas él negó delante de todos, diciendo: No sé lo que dices.
  71   Y cuando salió al pórtico, le vio otra, y dijo a los que estaban allí: También éste estaba con Jesús nazareno.
  72   Y negó otra vez con juramento: No conozco al hombre.
  73   Y un poco después llegaron unos que por allí estaban, y dijeron a Pedro: Verdaderamente también tú eres de ellos, porque tu habla te descubre.
  74   Entonces comenzó a maldecir, y a jurar, diciendo: No conozco al hombre. Y en seguida cantó el gallo.
  75   Y Pedro se acordó de las palabras de Jesús, que le dijo: Antes que el gallo cante, me negarás tres veces. Y saliendo fuera, lloró amargamente.

 
Mateo 27
 
  1   Y venida la mañana, todos los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo tomaron consejo contra Jesús para entregarle a muerte.
  2   Y le llevaron atado, y le entregaron a Poncio Pilato, el gobernador.
  3   Entonces Judas, el que le había entregado, viendo que era condenado, arrepentido, devolvió las treinta monedas de plata a los príncipes de los sacerdotes y a los ancianos,
  4   diciendo: Yo he pecado entregando sangre inocente. Pero ellos dijeron: ¿Qué a nosotros? Míralo tú.
  5   Y arrojando las piezas de plata en el templo, salió, y fue y se ahorcó.
  6   Y los príncipes de los sacerdotes, tomando las piezas de plata, dijeron: No es lícito echarlas en el tesoro, porque es precio de sangre.
  7   Y tomando consejo, compraron con ellas el campo del alfarero, para sepultura de los extranjeros.
  8   Por lo cual aquel campo fue llamado: Campo de Sangre, hasta el día de hoy.
  9   Entonces se cumplió lo que fue dicho por el profeta Jeremías, que dijo: Y tomaron las treinta piezas de plata, el precio del estimado, el cual fue apreciado por los hijos de Israel;
  10   y las dieron por el campo del alfarero, como me ordenó el Señor.
  11   Y Jesús estaba en pie delante del gobernador; y el gobernador le preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú lo dices.
  12   Y siendo acusado por los príncipes de los sacerdotes y por los ancianos, nada respondió.
  13   Pilato entonces le dijo: ¿No oyes cuántas cosas testifican contra ti?
  14   Y Él no le respondió ni una palabra; de tal manera que el gobernador se maravillaba mucho.
  15   Y en el día de la fiesta el gobernador acostumbraba soltar al pueblo a un preso, el que quisiesen.
  16   Y tenían entonces un preso famoso llamado Barrabás.
  17   Y reuniéndose ellos, Pilato les dijo: ¿A quién queréis que os suelte; a Barrabás, o a Jesús que es llamado el Cristo?
  18   Porque sabía que por envidia le habían entregado.
  19   Y estando él sentado en el tribunal, su esposa envió a él, diciendo: No tengas nada que ver con ese justo; porque hoy he padecido muchas cosas en sueños por causa de Él.
  20   Mas los príncipes de los sacerdotes y los ancianos persuadieron a la multitud que pidiese a Barrabás, y a Jesús matase.
  21   Y el gobernador respondiendo, les dijo: ¿A cuál de los dos queréis que os suelte? Y ellos dijeron: A Barrabás.
  22   Pilato les dijo: ¿Qué, pues, haré con Jesús, que es llamado el Cristo? Todos le dijeron: ¡Sea crucificado!
  23   Y el gobernador les dijo: Pues, ¿qué mal ha hecho? Pero ellos gritaban aún más, diciendo: ¡Sea crucificado!
  24   Y viendo Pilato que nada adelantaba, antes se hacía más alboroto, tomó agua y se lavó las manos delante del pueblo, diciendo: Inocente soy yo de la sangre de este justo; vedlo vosotros.
  25   Y respondiendo todo el pueblo dijo: Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos.
  26   Entonces les soltó a Barrabás; y habiendo azotado a Jesús, le entregó para ser crucificado.
  27   Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de Él a toda la cuadrilla;
  28   y desnudándole, le pusieron encima un manto de grana.
  29   Y tejiendo una corona de espinas, la pusieron sobre su cabeza; y una caña en su mano derecha, e hincada la rodilla delante de Él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos!
  30   Y escupían en Él, y tomando la caña, le herían en la cabeza.
  31   Y después que le hubieron escarnecido, le quitaron el manto, y poniéndole sus vestiduras, le llevaron para crucificarle.
  32   Y saliendo, hallaron a un hombre de Cirene que se llamaba Simón; a éste obligaron a cargar su cruz.
  33   Y cuando llegaron al lugar llamado Gólgota, que quiere decir, el lugar de la calavera,
  34   le dieron a beber vinagre mezclado con hiel; y gustando, no quiso beberlo.
  35   Y después que le hubieron crucificado, repartieron sus vestiduras, echando suertes; para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta: Partieron entre sí mis vestiduras, y sobre mi ropa echaron suertes.
  36   Y sentados le guardaban allí.
  37   Y pusieron sobre su cabeza su causa escrita: ÉSTE ES JESÚS EL REY DE LOS JUDÍOS.
  38   Entonces fueron crucificados con Él, dos ladrones, uno a la derecha, y otro a la izquierda.
  39   Y los que pasaban le injuriaban, meneando sus cabezas,
  40   y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo. Si eres el Hijo de Dios, desciende de la cruz.
  41   De esta manera también los príncipes de los sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los ancianos, decían:
  42   A otros salvó; a sí mismo no se puede salvar. Si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en Él.
  43   Confió en Dios; líbrele ahora si le quiere, porque ha dicho: Yo soy el Hijo de Dios.
  44   Los ladrones que estaban crucificados con Él, también le injuriaban.
  45   Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.
  46   Y cerca de la hora novena, Jesús exclamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
  47   Y algunos de los que estaban allí, oyéndolo, decían: A Elías llama Éste.
  48   Y luego, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le daba de beber.
  49   Y los otros decían: Deja, veamos si viene Elías a librarle.
  50   Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
  51   Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo, y la tierra tembló, y las piedras se partieron:
  52   Y los sepulcros fueron abiertos, y muchos cuerpos de los santos que habían dormido, se levantaron;
  53   y saliendo de los sepulcros, después de su resurrección, vinieron a la santa ciudad y aparecieron a muchos.
  54   Y el centurión y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente Éste era el Hijo de Dios.
  55   Y muchas mujeres estaban allí mirando de lejos, las cuales habían seguido a Jesús desde Galilea, sirviéndole.
  56   Entre las cuales estaban María Magdalena, y María la madre de Jacobo y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo.
  57   Y cayendo la tarde, vino un hombre rico de Arimatea, llamado José, el cual también era discípulo de Jesús.
  58   Éste fue a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que el cuerpo le fuese entregado.
  59   Y tomando José el cuerpo, lo envolvió en una sabana limpia,
  60   y lo puso en su sepulcro nuevo, que él había labrado en la roca; y rodó una gran piedra a la puerta del sepulcro, y se fue.
  61   Y estaban allí María Magdalena, y la otra María, sentadas delante del sepulcro.
  62   Y el día siguiente, después del día de la preparación, se reunieron los príncipes de los sacerdotes y los fariseos ante Pilato,
  63   diciendo: Señor, nos acordamos que aquel engañador, viviendo aún, dijo: Después de tres días resucitaré.
  64   Manda, pues, que se asegure el sepulcro hasta el tercer día; no sea que vengan sus discípulos de noche, y le hurten, y digan al pueblo: Resucitó de los muertos. Y será el postrer error peor que el primero.
  65   Y Pilato les dijo: Tenéis una guardia, id y aseguradlo como sabéis.
  66   Entonces ellos fueron y aseguraron el sepulcro, sellando la piedra, y poniendo guardia.

 
Mateo 28
 
  1   Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro.
  2   Y he aquí, fue hecho un gran terremoto; porque el ángel del Señor descendió del cielo y llegando, removió la piedra de la puerta, y se sentó sobre ella.
  3   Y su aspecto era como relámpago, y su vestidura blanca como la nieve.
  4   Y de miedo de él, los guardias temblaron y se quedaron como muertos.
  5   Y respondiendo el ángel, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que buscáis a Jesús, el que fue crucificado.
  6   No está aquí, pues ha resucitado, como dijo. Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor.
  7   E id presto y decid a sus discípulos que ha resucitado de los muertos, y he aquí va delante de vosotros a Galilea; allí le veréis, he aquí, os lo he dicho.
  8   Y ellas, saliendo aprisa del sepulcro, con temor y gran gozo fueron corriendo a dar las nuevas a sus discípulos.
  9   Y mientras iban a dar las nuevas a sus discípulos, he aquí, Jesús les sale al encuentro, diciendo: ¡Salve! Y ellas, acercándose, abrazaron sus pies, y le adoraron.
  10   Entonces Jesús les dijo: No temáis; id, dad las nuevas a mis hermanos para que vayan a Galilea, y allí me verán.
  11   Y yendo ellas, he aquí unos de la guardia vinieron a la ciudad, y dieron aviso a los príncipes de los sacerdotes de todas las cosas que habían acontecido.
  12   Y reuniéndose con los ancianos, y habido consejo, dieron mucho dinero a los soldados,
  13   diciendo: Decid: Sus discípulos vinieron de noche, mientras dormíamos, y lo hurtaron.
  14   Y si esto llegare a oídos del gobernador, nosotros le persuadiremos, y os haremos seguros.
  15   Y ellos tomando el dinero, hicieron como fueron instruidos; y este dicho ha sido divulgado entre los judíos hasta el día de hoy.
  16   Entonces los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado.
  17   Y cuando le vieron, le adoraron, mas unos dudaban.
  18   Y Jesús vino y les habló, diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.
  19   Por tanto, id, y enseñad a todas las naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo;
  20   enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.

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