Mateo 15-21


 
Mateo 15
 
  1   Entonces vinieron a Jesús ciertos escribas y fariseos de Jerusalén, diciendo:
  2   ¿Por qué tus discípulos quebrantan la tradición de los ancianos? Pues no lavan sus manos cuando comen pan.
  3   Y Él respondiendo, les dijo: ¿Por qué también vosotros quebrantáis el mandamiento de Dios por vuestra tradición?
  4   Porque Dios mandó, diciendo: Honra a tu padre y a tu madre, y: El que maldijere a su padre o a su madre, muera de muerte.
  5   Pero vosotros decís: Cualquiera que dijere a su padre o a su madre: Es mi ofrenda todo aquello con que pudiera ayudarte,
  6   y no honra a su padre o a su madre, será libre. Así habéis invalidado el mandamiento de Dios por vuestra tradición.
  7   Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, diciendo:
  8   Este pueblo se acerca a mí con su boca, y de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí.
  9   Pero en vano me honran; enseñando como doctrinas mandamientos de hombres.
  10   Y llamó a sí a la multitud, y les dijo: Oíd, y entended:
  11   No lo que entra en la boca contamina al hombre; sino lo que sale de la boca, esto contamina al hombre.
  12   Entonces vinieron los discípulos, y le dijeron: ¿Sabes que los fariseos se ofendieron cuando oyeron esta palabra?
  13   Mas Él respondió y dijo: Toda planta que no plantó mi Padre celestial, será desarraigada.
  14   Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.
  15   Entonces respondió Pedro, y le dijo: Decláranos esta parábola.
  16   Y Jesús les dijo: ¿También vosotros sois aún sin entendimiento?
  17   ¿Aún no entendéis que todo lo que entra en la boca va al vientre, y es arrojado en la letrina?
  18   Pero lo que sale de la boca, del corazón sale, y esto contamina al hombre.
  19   Porque del corazón salen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, blasfemias.
  20   Estas cosas son las que contaminan al hombre, pero el comer con las manos sin lavar no contamina al hombre.
  21   Y saliendo Jesús de allí, se fue a las costas de Tiro y de Sidón.
  22   Y he aquí una mujer cananea que había salido de aquella región clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí, mi hija es gravemente atormentada por un demonio.
  23   Mas Él no le respondió palabra. Y sus discípulos vinieron y le rogaron, diciendo: Despídela, pues da voces tras nosotros.
  24   Y Él respondiendo, dijo: No soy enviado sino a las ovejas perdidas de la casa de Israel.
  25   Entonces ella vino y le adoró, diciendo: Señor, socórreme.
  26   Mas Él respondió, y dijo: No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos.
  27   Y ella dijo: Sí, Señor, mas los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus señores.
  28   Entonces respondiendo Jesús, le dijo: ¡Oh mujer, grande es tu fe! Sea hecho contigo como quieres. Y su hija fue sana desde aquella hora.
  29   Y partiendo Jesús de allí, vino junto al mar de Galilea; y subiendo al monte, se sentó allí.
  30   Y grandes multitudes vinieron a Él, trayendo consigo, a cojos, ciegos, mudos, mancos, y muchos otros, y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó;
  31   de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos ser sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.
  32   Y llamando Jesús a sus discípulos, dijo: Tengo compasión de la multitud, porque hace ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer; y enviarlos en ayunas no quiero, no sea que desmayen en el camino.
  33   Entonces sus discípulos le dicen: ¿De dónde obtendremos tanto pan en el desierto, para saciar a tan grande multitud?
  34   Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y unos cuantos pececillos.
  35   Y mandó a la multitud que se recostase en tierra.
  36   Y tomando los siete panes y los peces, habiendo dado gracias, los partió y dio a sus discípulos, y los discípulos a la multitud.
  37   Y todos comieron, y se saciaron; y recogieron lo que sobró de los pedazos, siete canastos llenos.
  38   Y los que habían comido fueron cuatro mil hombres, además de las mujeres y los niños.
  39   Entonces, despedida la multitud, entró en una barca, y vino a las costas de Magdala.

 
Mateo 16
 
  1   Y vinieron los fariseos y los saduceos para tentarle, y le pidieron que les mostrase señal del cielo.
  2   Mas Él respondiendo, les dijo: Cuando anochece, decís: Hará buen tiempo, porque el cielo tiene arreboles.
  3   Y a la mañana: Hoy habrá tempestad, porque el cielo tiene arreboles y está nublado. ¡Hipócritas! que sabéis discernir la faz del cielo; ¿Mas las señales de los tiempos no podéis?
  4   La generación perversa y adúltera demanda señal; mas señal no le será dada, sino la señal del profeta Jonás. Y dejándolos, se fue.
  5   Y viniendo los discípulos al otro lado, se habían olvidado de traer pan.
  6   Entonces Jesús les dijo: Mirad, y guardaos de la levadura de los fariseos y de los saduceos.
  7   Y ellos hablaban entre sí, diciendo: Esto dice porque no trajimos pan.
  8   Y entendiéndolo Jesús, les dijo: Hombres de poca fe; ¿Por qué habláis entre vosotros, que no trajisteis pan?
  9   ¿No entendéis aún, ni os acordáis de los cinco panes entre cinco mil, y cuántas cestas alzasteis?
  10   ¿Ni de los siete panes entre cuatro mil, y cuántas canastas recogisteis?
  11   ¿Cómo es que no entendéis que no por el pan os dije, que os guardaseis de la levadura de los fariseos y de los saduceos?
  12   Entonces entendieron que no les había dicho que se guardasen de la levadura de pan, sino de la doctrina de los fariseos y de los saduceos.
  13   Y viniendo Jesús a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos, diciendo: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre?
  14   Y ellos dijeron: Unos, Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías, o alguno de los profetas.
  15   Él les dice: ¿Y vosotros quién decís que soy yo?
  16   Y respondiendo Simón Pedro, dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente.
  17   Y respondiendo Jesús, le dijo: Bienaventurado eres Simón hijo de Jonás; porque no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en el cielo.
  18   Y yo también te digo que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella.
  19   Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en el cielo.
  20   Entonces mandó a sus discípulos que a nadie dijesen que Él era Jesús el Cristo.
  21   Desde aquel tiempo comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día.
  22   Y Pedro, tomándole aparte, comenzó a reprenderle, diciendo: Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca.
  23   Entonces Él, volviéndose, dijo a Pedro: Quítate de delante de mí Satanás; me eres tropiezo; porque no piensas en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
  24   Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
  25   Porque cualquiera que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, la hallará.
  26   Porque, ¿qué aprovechará el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? O, ¿qué recompensa dará el hombre por su alma?
  27   Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles; y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras.
  28   De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que hayan visto al Hijo del Hombre viniendo en su reino.

 
Mateo 17
 
  1   Y seis días después, Jesús tomó a Pedro, y a Jacobo, y a Juan su hermano, y los llevó aparte a un monte alto;
  2   y se transfiguró delante de ellos; y su rostro resplandeció como el sol, y su vestidura se hizo blanca como la luz.
  3   Y he aquí les aparecieron Moisés y Elías, hablando con Él.
  4   Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Señor, bueno es que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres tabernáculos; uno para ti, uno para Moisés, y uno para Elías.
  5   Y mientras Él aún hablaba, una nube resplandeciente los cubrió; y he aquí una voz desde la nube, que dijo: Éste es mi Hijo amado, en el cual tengo contentamiento; a Él oíd.
  6   Y oyendo esto los discípulos, cayeron sobre sus rostros, y temieron en gran manera.
  7   Entonces Jesús vino y los tocó, y dijo: Levantaos, y no temáis.
  8   Y alzando ellos sus ojos a nadie vieron, sino a Jesús solo.
  9   Y cuando descendieron del monte, Jesús les mandó, diciendo: No digáis a nadie la visión, hasta que el Hijo del Hombre resucite de los muertos.
  10   Entonces sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Por qué, pues, dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
  11   Y respondiendo Jesús, les dijo: A la verdad, Elías vendrá primero, y restaurará todas las cosas.
  12   Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron; sino que hicieron de él todo lo que quisieron: Así también el Hijo del Hombre padecerá de ellos.
  13   Entonces los discípulos entendieron que les había hablado de Juan el Bautista.
  14   Y cuando llegaron a la multitud, vino a Él un hombre, y cayendo de rodillas delante de Él, dijo:
  15   Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece mucho, porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua.
  16   Y le traje a tus discípulos, y no le pudieron sanar.
  17   Entonces respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá.
  18   Y reprendió Jesús al demonio, el cual salió del muchacho, y éste quedó sano desde aquella hora.
  19   Entonces viniendo los discípulos a Jesús, aparte, dijeron: ¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?
  20   Y Jesús les dijo: Por vuestra incredulidad; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.
  21   Pero este género no sale sino por oración y ayuno.
  22   Y estando ellos en Galilea, Jesús les dijo: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres,
  23   y le matarán; pero al tercer día resucitará. Y ellos se entristecieron en gran manera.
  24   Y cuando llegaron a Capernaúm, vinieron a Pedro los que cobraban los tributos, diciendo: ¿Vuestro maestro no paga los tributos?
  25   Él dijo: Sí. Y entrando él en casa, Jesús le habló antes, diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los reyes de la tierra, ¿de quién cobran los impuestos o tributos? ¿De sus hijos, o de los extranjeros?
  26   Pedro le dijo: De los extranjeros. Jesús le dijo: Luego los hijos están francos.
  27   Mas para no ofenderles, ve al mar, y echa el anzuelo, y el primer pez que saques, tómalo, y al abrirle su boca, hallarás un estatero; tómalo y dáselo por mí y por ti.

 
Mateo 18
 
  1   En aquella hora vinieron los discípulos a Jesús, diciendo: ¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?
  2   Y llamando Jesús a un niño, lo puso en medio de ellos,
  3   y dijo: De cierto os digo: Si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos.
  4   Cualquiera, pues, que se humillare como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos.
  5   Y cualquiera que recibiere en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe.
  6   Y cualquiera que haga tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí; mejor le fuera que se le colgase al cuello una piedra de molino de asno, y que se le sumergiese en lo profundo del mar.
  7   ¡Ay del mundo por los tropiezos! porque necesario es que vengan tropiezos, mas ¡ay de aquel hombre por el cual viene el tropiezo!
  8   Por tanto, si tu mano o tu pie te hacen caer, córtalos y échalos de ti; mejor te es entrar en la vida cojo o manco, que teniendo dos manos o dos pies ser echado en el fuego eterno.
  9   Y si tu ojo te hace caer, sácalo y échalo de ti; porque mejor te es entrar en la vida con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado en el fuego del infierno.
  10   Mirad que no tengáis en poco a uno de estos pequeñitos; porque os digo que sus ángeles en el cielo ven siempre la faz de mi Padre que está en el cielo.
  11   Porque el Hijo del Hombre vino a salvar lo que se había perdido.
  12   ¿Qué os parece? Si un hombre tiene cien ovejas, y se descarría una de ellas, ¿no deja las noventa y nueve y va por los montes a buscar la que se ha descarriado?
  13   Y si acontece que la halla, de cierto os digo que se regocija más por aquélla, que por las noventa y nueve que no se descarriaron.
  14   Así, no es la voluntad de vuestro Padre que está en el cielo, que se pierda uno de estos pequeñitos.
  15   Por tanto, si tu hermano pecare contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano.
  16   Mas si no te oyere, toma aún contigo uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra.
  17   Y si no los oyere a ellos, dilo a la iglesia, y si no oyere a la iglesia, tenle por étnico y publicano.
  18   De cierto os digo: Todo lo que atéis en la tierra, será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra, será desatado en el cielo.
  19   Otra vez os digo: Que si dos de vosotros acordaren en la tierra, acerca de cualquiera cosa que pidieren, os será hecha por mi Padre que está en el cielo.
  20   Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos.
  21   Entonces Pedro viniendo a Él, dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que pecare contra mí? ¿Hasta siete?
  22   Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.
  23   Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos.
  24   Y comenzando a hacer cuentas, le fue traído uno que le debía diez mil talentos.
  25   Mas a éste, no teniendo con qué pagar, su señor mandó venderle, y a su esposa e hijos, con todo lo que tenía, y que se le pagase.
  26   Entonces aquel siervo, postrado, le adoraba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
  27   Entonces el señor de aquel siervo, fue movido a misericordia, y le soltó y le perdonó la deuda.
  28   Mas saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios, y sujetándolo del cuello, le dijo: Págame lo que me debes.
  29   Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo.
  30   Pero él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda.
  31   Y cuando sus consiervos vieron lo que pasaba, se entristecieron mucho, y viniendo, dijeron a su señor todo lo que había pasado.
  32   Entonces llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné porque me rogaste.
  33   ¿No debías también tú tener misericordia de tu consiervo, como también yo tuve misericordia de ti?
  34   Entonces su señor se enojó, y le entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía.
  35   Así también hará con vosotros mi Padre celestial, si no perdonáis de vuestro corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

 
Mateo 19
 
  1   Y aconteció que cuando Jesús hubo acabado estas palabras, se fue de Galilea, y vino a las costas de Judea al otro lado del Jordán.
  2   Y le siguieron grandes multitudes, y los sanó allí.
  3   Entonces vinieron a Él los fariseos, tentándole y diciéndole: ¿Es lícito al hombre repudiar a su esposa por cualquier causa?
  4   Él respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?
  5   Y dijo: Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa, y los dos serán una sola carne.
  6   Así que no son ya más dos, sino una sola carne. Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
  7   Le dijeron: ¿Por qué, pues, mandó Moisés dar carta de divorcio, y repudiarla?
  8   Él les dijo: Por la dureza de vuestro corazón Moisés os permitió repudiar a vuestras esposas; pero al principio no fue así.
  9   Y yo os digo: Cualquiera que repudiare a su esposa, a no ser por causa de fornicación, y se casare con otra, adultera; y el que se casare con la repudiada, adultera.
  10   Le dicen sus discípulos: Si así es la condición del hombre con su esposa, no conviene casarse.
  11   Entonces Él les dijo: No todos pueden recibir esta palabra, sino aquellos a quienes es dado.
  12   Porque hay eunucos que nacieron así del vientre de su madre; y hay eunucos que fueron hechos eunucos por los hombres, y hay eunucos que a sí mismos se hicieron eunucos por causa del reino de los cielos. El que sea capaz de recibir esto, que lo reciba.
  13   Entonces le fueron presentados unos niños, para que pusiese las manos sobre ellos, y orase; y los discípulos les reprendieron.
  14   Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se los impidáis, porque de los tales es el reino de los cielos.
  15   Y habiendo puesto sus manos sobre ellos, partió de allí.
  16   Y he aquí, vino uno y le dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré para tener la vida eterna?
  17   Y Él le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino uno, Dios. Y si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
  18   Él le dijo: ¿Cuáles? Y Jesús dijo: No matarás. No cometerás adulterio. No hurtarás. No dirás falso testimonio.
  19   Honra a tu padre y a tu madre; y: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.
  20   El joven le dice: Todo esto he guardado desde mi juventud. ¿Qué más me falta?
  21   Jesús le dijo: Si quieres ser perfecto, ve, vende lo que tienes, y da a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven y sígueme.
  22   Y oyendo el joven esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
  23   Entonces Jesús dijo a sus discípulos: De cierto os digo, que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos.
  24   Y otra vez os digo: Es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
  25   Al oír esto, sus discípulos se asombraron en gran manera, diciendo: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
  26   Mas Jesús, mirándoles, les dijo: Con los hombres esto es imposible, pero con Dios todo es posible.
  27   Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido; ¿qué, pues, tendremos?
  28   Y Jesús les dijo: De cierto os digo: En la regeneración, cuando el Hijo del Hombre se siente en el trono de su gloria, vosotros que me habéis seguido os sentaréis sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel.
  29   Y cualquiera que haya dejado casas, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras por mi nombre, recibirá cien tantos, y heredará la vida eterna.
  30   Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.

 
Mateo 20
 
  1   Porque el reino de los cielos es semejante a un hombre, padre de familia, que salió por la mañana a contratar obreros para su viña.
  2   Y habiendo acordado con los obreros en un denario al día, los envió a su viña.
  3   Y saliendo cerca de la hora tercera, vio a otros en la plaza que estaban ociosos,
  4   y les dijo: Id también vosotros a mi viña, y os daré lo que sea justo. Y ellos fueron.
  5   Salió otra vez cerca de las horas sexta y novena, e hizo lo mismo.
  6   Y saliendo cerca de la hora undécima, halló a otros que estaban ociosos, y les dijo: ¿Por qué estáis aquí todo el día ociosos?
  7   Ellos le dicen: Porque nadie nos ha contratado. Él les dijo: Id también vosotros a la viña, y recibiréis lo que sea justo.
  8   Y cuando cayó la tarde, el señor de la viña dijo a su mayordomo: Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando desde los postreros hasta los primeros.
  9   Y viniendo los que habían ido cerca de la hora undécima, recibieron cada uno un denario.
  10   Y cuando vinieron los primeros, pensaban que habían de recibir más, pero ellos también recibieron cada uno un denario.
  11   Y al recibirlo, murmuraban contra el padre de familia,
  12   diciendo: Estos postreros han trabajado sólo una hora, y los has hecho iguales a nosotros, que hemos llevado la carga y el calor del día.
  13   Mas él respondiendo, dijo a uno de ellos: Amigo, no te hago agravio; ¿no acordaste conmigo por un denario?
  14   Toma lo que es tuyo y vete; pero quiero dar a este postrero igual que a ti.
  15   ¿No me es lícito hacer lo que quiero con lo mío? ¿O es malo tu ojo porque yo soy bueno?
  16   Así, los primeros serán postreros, y los postreros, primeros: Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos.
  17   Y subiendo Jesús a Jerusalén, tomó a sus doce discípulos aparte en el camino, y les dijo:
  18   He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte;
  19   y le entregarán a los gentiles para ser escarnecido, azotado, y crucificado, mas al tercer día resucitará.
  20   Entonces vino a Él la madre de los hijos de Zebedeo con sus hijos, adorándole y pidiéndole algo.
  21   Y Él le dijo: ¿Qué quieres? Ella le dijo: Concede que en tu reino se sienten estos mis dos hijos, el uno a tu mano derecha, y el otro a tu izquierda.
  22   Entonces Jesús respondiendo, dijo: No sabéis lo que pedís: ¿Podéis beber la copa que yo he de beber, y ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado? Ellos le dijeron: Podemos.
  23   Y Él les dice: A la verdad de mi copa beberéis, y seréis bautizados con el bautismo que yo soy bautizado, pero el sentaros a mi mano derecha y a mi izquierda, no es mío darlo, sino a aquellos para quienes está aparejado por mi Padre.
  24   Y oyéndolo los diez, se indignaron contra los dos hermanos.
  25   Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los príncipes de los gentiles se enseñorean sobre ellos, y los que son grandes ejercen sobre ellos autoridad.
  26   Mas entre vosotros no será así, sino que el que quisiere ser grande entre vosotros, sea vuestro servidor,
  27   y el que quisiere ser el primero entre vosotros, sea vuestro servidor,
  28   así como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.
  29   Y saliendo ellos de Jericó, una gran multitud les seguía.
  30   Y he aquí, dos ciegos sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
  31   Y la multitud les reprendía para que callasen; pero ellos más clamaban, diciendo: ¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!
  32   Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
  33   Ellos le dijeron: Señor, que sean abiertos nuestros ojos.
  34   Entonces Jesús, teniendo compasión de ellos, tocó sus ojos, y al instante sus ojos recibieron la vista; y le siguieron.

 
Mateo 21
 
  1   Y cuando se acercaron a Jerusalén, y vinieron a Betfagé, al monte de los Olivos; entonces Jesús envió dos discípulos,
  2   diciéndoles: Id a la aldea que está delante de vosotros, y luego hallaréis una asna atada, y un pollino con ella; desatadla, y traédmelos.
  3   Y si alguno os dijere algo, decid: El Señor los necesita; y luego los enviará.
  4   Todo esto fue hecho para que se cumpliese lo que fue dicho por el profeta, que dijo:
  5   Decid a la hija de Sión: He aquí tu Rey viene a ti, manso, y sentado sobre una asna, y un pollino hijo de animal de yugo.
  6   Y los discípulos fueron, e hicieron como Jesús les mandó;
  7   y trajeron el asna y el pollino, y pusieron sobre ellos sus mantos, y le sentaron encima.
  8   Y la multitud, que era muy numerosa, tendía sus mantos en el camino, y otros cortaban ramas de los árboles y las tendían en el camino.
  9   Y las multitudes que iban delante y los que iban detrás aclamaban, diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
  10   Y entrando Él en Jerusalén, toda la ciudad se conmovió, diciendo: ¿Quién es Éste?
  11   Y la multitud decía: Éste es Jesús el profeta, de Nazaret de Galilea.
  12   Y entró Jesús en el templo de Dios, y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
  13   y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada, mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
  14   Y los ciegos y los cojos venían a Él en el templo, y los sanaba.
  15   Y cuando los príncipes de los sacerdotes y los escribas vieron las maravillas que hacía, y a los muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron,
  16   y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dice: Sí: ¿Nunca leísteis: De la boca de los niños y de los que maman perfeccionaste la alabanza?
  17   Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, a Betania; y posó allí.
  18   Y por la mañana volviendo a la ciudad, tuvo hambre.
  19   Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente, y le dijo: Nunca más nazca fruto de ti, por siempre. Y al instante se secó la higuera.
  20   Y viéndolo los discípulos, maravillados dijeron: ¡Cómo es que tan pronto se secó la higuera!
  21   Y respondiendo Jesús les dijo: De cierto os digo que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo haréis esto de la higuera, sino que si a este monte dijereis: Quítate y échate en el mar, será hecho.
  22   Y todo lo que pidieres en oración, creyendo, lo recibiréis.
  23   Y cuando vino al templo, mientras enseñaba, vinieron los príncipes de los sacerdotes y los ancianos del pueblo, diciendo: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio esta autoridad?
  24   Y respondiendo Jesús, les dijo: Yo también os preguntaré una cosa, la cual si me respondiereis, también yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.
  25   El bautismo de Juan, ¿de dónde era? ¿Del cielo, o de los hombres? Ellos entonces hablaban entre sí, diciendo: Si dijéremos del cielo, nos dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
  26   Y si dijéremos, de los hombres, tememos al pueblo; porque todos tienen a Juan por profeta.
  27   Y respondiendo a Jesús, dijeron: No sabemos. Y Él les dijo: Tampoco yo os digo con qué autoridad hago estas cosas.
  28   Mas, ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y llegando al primero le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña.
  29   Y respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
  30   Y vino al segundo, y le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo: Yo señor, voy, y no fue.
  31   ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Ellos le dijeron: El primero. Jesús les dijo: De cierto os digo, que los publicanos y las rameras van delante de vosotros al reino de Dios.
  32   Porque vino a vosotros Juan en camino de justicia, y no le creísteis; y los publicanos y las rameras le creyeron; y vosotros, viendo esto, no os arrepentisteis después para creerle.
  33   Oíd otra parábola: Hubo un hombre, padre de familia, el cual plantó una viña, y la cercó de vallado, y cavó en ella un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y se fue lejos.
  34   Y cuando se acercó el tiempo de los frutos, envió sus siervos a los labradores, para que recibiesen sus frutos.
  35   Mas los labradores, tomando a los siervos, golpearon a uno, y a otro mataron, y a otro apedrearon.
  36   Otra vez, envió otros siervos, más que los primeros; e hicieron con ellos de la misma manera.
  37   Y a la postre les envió su hijo, diciendo: Respetarán a mi hijo.
  38   Mas los labradores cuando vieron al hijo, dijeron entre sí: Éste es el heredero, venid, matémosle, y apoderémonos de su heredad.
  39   Y tomándole, le echaron fuera de la viña, y le mataron.
  40   Cuando viniere, pues, el señor de la viña, ¿qué hará a aquellos labradores?
  41   Ellos le dijeron: A los malos destruirá sin misericordia, y su viña arrendará a otros labradores, que le paguen el fruto a su tiempo.
  42   Jesús les dijo: ¿Nunca leísteis en las Escrituras: La piedra que desecharon los edificadores, ha venido a ser cabeza de ángulo: El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos?
  43   Por tanto os digo: El reino de Dios será quitado de vosotros, y será dado a una nación que produzca los frutos de él.
  44   Y el que cayere sobre esta piedra, será quebrantado; y sobre quien ella cayere, le desmenuzará.
  45   Y oyendo sus parábolas los príncipes de los sacerdotes y los fariseos, entendieron que hablaba de ellos.
  46   Pero cuando buscaron cómo echarle mano, temieron al pueblo; porque le tenían por profeta.

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