Marcos 9-12


 
Marcos 9
 
  1   También les dijo: De cierto os digo que hay algunos de los que están aquí que no gustarán la muerte hasta que hayan visto el reino de Dios venido con poder.
  2   Y seis días después Jesús tomó a Pedro, a Jacobo, y a Juan, y los sacó solos aparte a un monte alto; y fue transfigurado delante de ellos.
  3   Y sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como la nieve; tanto que ningún lavador en la tierra las puede hacer tan blancas.
  4   Y les apareció Elías con Moisés, que hablaban con Jesús.
  5   Entonces respondiendo Pedro, dijo a Jesús: Maestro, bueno es para nosotros que estemos aquí; y hagamos tres tabernáculos; uno para ti, otro para Moisés y otro para Elías.
  6   Porque no sabía lo que hablaba; pues estaban espantados.
  7   Y vino una nube que les cubrió de sombra, y desde la nube una voz que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
  8   Y luego, mirando alrededor, no vieron más a nadie consigo, sino a Jesús solo.
  9   Y descendiendo ellos del monte, les mandó que a nadie dijesen lo que habían visto, sino hasta que el Hijo del Hombre hubiese resucitado de los muertos.
  10   Y retuvieron la palabra entre sí, preguntándose entre ellos qué significaría eso de resucitar de los muertos.
  11   Y le preguntaron, diciendo: ¿Por qué dicen los escribas que es necesario que Elías venga primero?
  12   Y respondiendo Él, les dijo: Elías a la verdad vendrá primero, y restaurará todas las cosas; y como está escrito del Hijo del Hombre, que debe de padecer mucho y ser tenido en nada.
  13   Pero os digo que Elías ya vino, y le hicieron todo lo que quisieron, como está escrito de él.
  14   Y cuando vino a sus discípulos, vio una gran multitud alrededor de ellos, y escribas que disputaban con ellos.
  15   Y luego todo el pueblo, viéndole, se asombró, y corriendo a Él, le saludaron.
  16   Y preguntó a los escribas: ¿Qué disputáis con ellos?
  17   Y uno de la multitud respondiendo, dijo: Maestro, traje a ti mi hijo, que tiene un espíritu mudo,
  18   el cual, dondequiera que le toma, le desgarra; y echa espumarajos, y cruje los dientes, y se va secando; y dije a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
  19   Y respondiendo Él, les dijo: ¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os tengo que soportar? Traédmele.
  20   Y se lo trajeron; y cuando le vio, al instante el espíritu le desgarraba; y cayendo en tierra, se revolcaba, echando espumarajos.
  21   Y Jesús preguntó a su padre: ¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto? Y él dijo: Desde niño:
  22   Y muchas veces le echa en el fuego, y en el agua, para matarle, mas si puedes hacer algo, ayúdanos, teniendo compasión de nosotros.
  23   Y Jesús le dijo: Si puedes creer, al que cree todo es posible.
  24   Y luego el padre del muchacho, clamando con lágrimas, dijo: Señor, creo, ayuda mi incredulidad.
  25   Y cuando Jesús vio que la multitud se agolpaba, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y sordo, yo te mando, sal de él, y no entres más en él.
  26   Entonces el espíritu, clamando y desgarrándole mucho, salió; y él quedó como muerto, de modo que muchos decían: Está muerto.
  27   Mas Jesús tomándole de la mano, le enderezó; y se levantó.
  28   Y cuando Él entró en casa, sus discípulos le preguntaron aparte: ¿Por qué nosotros no pudimos echarle fuera?
  29   Y Él les dijo: Este género por nada puede salir, sino por oración y ayuno.
  30   Y habiendo salido de allí, caminaron por Galilea; y no quería que nadie lo supiese.
  31   Porque enseñaba a sus discípulos, y les decía: El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; pero después de muerto, resucitará al tercer día.
  32   Mas ellos no entendían este dicho, y tenían miedo de preguntarle.
  33   Y llegó a Capernaúm; y estando ya en casa, les preguntó: ¿Qué disputabais entre vosotros en el camino?
  34   Mas ellos callaron; porque en el camino habían disputado entre sí, de quién había de ser el mayor.
  35   Entonces sentándose, llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos.
  36   Y tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándole en sus brazos, les dijo:
  37   El que recibiere en mi nombre a un niño como éste, a mí me recibe; y el que a mí me recibe, no me recibe a mí, sino al que me envió.
  38   Y Juan le respondió, diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, el cual no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos sigue.
  39   Mas Jesús dijo: No se lo prohibáis; porque ninguno hay que haga milagro en mi nombre, que luego pueda decir mal de mí.
  40   Porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
  41   Y cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa.
  42   Y cualquiera que hiciere tropezar a uno de estos pequeñitos que creen en mí, mejor le fuera si se le atase una piedra de molino al cuello, y se le arrojase al mar.
  43   Y si tu mano te hiciere caer, córtala; mejor te es entrar en la vida manco, que teniendo dos manos ir al infierno, al fuego que nunca será apagado;
  44   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  45   Y si tu pie te fuere ocasión de caer, córtalo; mejor te es entrar en la vida cojo, que teniendo dos pies ser echado en el infierno, al fuego que nunca será apagado,
  46   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  47   Y si tu ojo te fuere ocasión de caer, sácalo; mejor te es entrar al reino de Dios con un ojo, que teniendo dos ojos ser echado al fuego del infierno,
  48   donde el gusano de ellos no muere, y el fuego nunca se apaga.
  49   Porque todos serán salados con fuego, y todo sacrificio será salado con sal.
  50   Buena es la sal; mas si la sal perdiere su sabor, ¿con qué será sazonada? Tened sal en vosotros; y tened paz los unos con los otros.

 
Marcos 10
 
  1   Y levantándose de allí, vino a las costas de Judea al otro lado del Jordán. Y volvió el pueblo a juntarse a Él, y otra vez les enseñaba como solía.
  2   Y viniendo los fariseos, para tentarle, le preguntaron: ¿Es lícito al marido divorciarse de su esposa?
  3   Y Él respondiendo les dijo: ¿Qué os mandó Moisés?
  4   Y ellos dijeron: Moisés permitió escribir carta de divorcio y despedirla.
  5   Y Jesús respondiendo, les dijo: Por la dureza de vuestro corazón os escribió este mandamiento,
  6   pero al principio de la creación, varón y hembra los hizo Dios.
  7   Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su esposa;
  8   y los dos serán una sola carne; así que no son ya más dos, sino una carne.
  9   Por tanto, lo que Dios unió, no lo separe el hombre.
  10   Y en casa sus discípulos volvieron a preguntarle de lo mismo.
  11   Y Él les dijo: Cualquiera que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio contra ella;
  12   y si la mujer se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio.
  13   Y le traían niños para que los tocase; y los discípulos reprendían a los que los traían.
  14   Y viéndolo Jesús, se indignó, y les dijo: Dejad los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios.
  15   De cierto os digo que el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en él.
  16   Y tomándolos en sus brazos, poniendo sus manos sobre ellos, los bendecía.
  17   Y saliendo Él para continuar su camino, vino uno corriendo, y arrodillándose delante de Él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  18   Y Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios.
  19   Los mandamientos sabes: No adulteres: No mates: No hurtes: No des falso testimonio: No defraudes: Honra a tu padre y a tu madre.
  20   Y él respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto he guardado desde mi juventud.
  21   Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: Ve, vende todo lo que tienes y da a los pobres; y tendrás tesoro en el cielo; y ven, toma tu cruz, y sígueme.
  22   Mas él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
  23   Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: ¡Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas!
  24   Y los discípulos se asombraron de sus palabras. Pero Jesús respondiendo otra vez, les dijo: Hijos, ¡cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas!
  25   Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios.
  26   Y ellos, muy asombrados decían entre sí: ¿Quién, entonces, podrá ser salvo?
  27   Y mirándolos Jesús, dijo: Con los hombres es imposible; pero con Dios, no; porque con Dios todas las cosas son posibles.
  28   Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido.
  29   Y respondiendo Jesús, dijo: De cierto os digo, que ninguno hay que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o esposa, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio,
  30   que no haya de recibir cien tantos ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el mundo venidero, vida eterna.
  31   Pero muchos primeros serán postreros, y postreros, primeros.
  32   E iban por el camino subiendo a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos; y estaban asombrados, y le seguían con miedo. Entonces volviendo a tomar a los doce, les comenzó a decir las cosas que le habían de acontecer:
  33   He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los príncipes de los sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte, y le entregarán a los gentiles;
  34   y le escarnecerán, y le azotarán, y escupirán en Él, y le matarán; mas al tercer día resucitará.
  35   Entonces Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, vinieron a Él, diciendo: Maestro, querríamos que nos hagas lo que pidiéremos.
  36   Y Él les dijo: ¿Qué queréis que os haga?
  37   Y ellos le dijeron: Concédenos que en tu gloria nos sentemos el uno a tu derecha, y el otro a tu izquierda.
  38   Pero Jesús les dijo: No sabéis lo que pedís. ¿Podéis beber la copa que yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que yo soy bautizado?
  39   Y ellos le dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo: A la verdad, beberéis de la copa de que yo bebo, y con el bautismo con que yo soy bautizado, seréis bautizados;
  40   pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda, no es mío darlo, sino que será dado a aquellos para quienes está aparejado.
  41   Y cuando lo oyeron los diez, comenzaron a indignarse contra Jacobo y contra Juan.
  42   Mas Jesús, llamándolos, les dijo: Sabéis que los que parecen ser príncipes de los gentiles, se enseñorean sobre ellos; y los que entre ellos son grandes, tienen potestad sobre ellos.
  43   Pero no será así entre vosotros; antes el que quisiere ser grande entre vosotros, será vuestro servidor;
  44   y el que de vosotros quisiere ser el primero, será siervo de todos.
  45   Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y dar su vida en rescate por muchos.
  46   Entonces vinieron a Jericó; y saliendo Él de Jericó, con sus discípulos y una gran multitud, Bartimeo el ciego, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino mendigando.
  47   Y oyendo que era Jesús el nazareno, comenzó a dar voces, diciendo: ¡Jesús, Hijo de David, ten misericordia de mí!
  48   Y muchos le reprendían para que callara; pero él, mucho más gritaba: ¡Hijo de David, ten misericordia de mí!
  49   Entonces Jesús, deteniéndose, mandó llamarle; y llamaron al ciego, diciéndole: Ten confianza; levántate, te llama.
  50   Él entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús.
  51   Y respondiendo Jesús, le dijo: ¿Qué quieres que te haga? Y el ciego le dice: Señor, que reciba la vista.
  52   Y Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha sanado. Y al momento recibió su vista, y seguía a Jesús en el camino.

 
Marcos 11
 
  1   Y cuando llegaron cerca de Jerusalén, a Betfagé, y a Betania, al monte de los Olivos, Él envió a dos de sus discípulos,
  2   y les dijo: Id a la aldea que está delante de vosotros, y luego que entréis en ella, hallaréis un pollino atado, sobre el cual ningún hombre se ha sentado; desatadlo y traedlo.
  3   Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que el Señor lo necesita, y que luego lo devolverá.
  4   Y fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, donde se unían dos caminos, y le desataron.
  5   Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino?
  6   Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado; y los dejaron.
  7   Y trajeron el pollino a Jesús, y echaron sobre él sus mantos, y se sentó sobre él.
  8   Y muchos tendían sus mantos sobre el camino, y otros cortaban ramas de los árboles, y las tendían en el camino.
  9   Y los que iban delante, y los que seguían detrás, aclamaban, diciendo: ¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!
  10   ¡Bendito el reino de nuestro padre David, que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
  11   Y entró Jesús en Jerusalén, y en el templo; y habiendo mirado alrededor todas las cosas, y como ya anochecía, se fue a Betania con los doce.
  12   Y al día siguiente, cuando salieron de Betania, tuvo hambre.
  13   Y viendo de lejos una higuera que tenía hojas, vino a ver si quizá hallaría en ella algo; y cuando vino a ella, nada halló sino hojas, porque no era tiempo de higos.
  14   Entonces Jesús respondiendo, dijo a la higuera: Nunca más coma nadie fruto de ti, por siempre. Y sus discípulos lo oyeron.
  15   Y vinieron a Jerusalén; y entrando Jesús en el templo, comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el templo; y trastornó las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas;
  16   y no consentía que nadie atravesase el templo llevando vaso alguno.
  17   Y les enseñaba, diciendo: ¿No está escrito: Mi casa, casa de oración será llamada de todas las naciones? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones.
  18   Y lo oyeron los escribas y los príncipes de los sacerdotes, y buscaban cómo le matarían; porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba maravillado de su doctrina.
  19   Y al llegar la noche, Él salió de la ciudad.
  20   Y en la mañana, pasando por allí, vieron que la higuera se había secado desde las raíces.
  21   Y Pedro acordándose, le dijo: Maestro, he aquí la higuera que maldijiste se ha secado.
  22   Y respondiendo Jesús les dijo: Tened fe en Dios.
  23   Porque de cierto os digo, que cualquiera que dijere a este monte: Quítate y échate en el mar; y no dudare en su corazón, mas creyere que será hecho lo que dice, lo que dijere le será hecho.
  24   Por tanto os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá.
  25   Y cuando estuviereis orando, perdonad, si tuviereis algo contra alguno, para que también vuestro Padre que está en el cielo os perdone a vosotros vuestras ofensas.
  26   Porque si vosotros no perdonáis, tampoco vuestro Padre que está en el cielo os perdonará vuestras ofensas.
  27   Y vienen de nuevo a Jerusalén; y andando Él por el templo, vienen a Él los príncipes de los sacerdotes, y los escribas y los ancianos,
  28   y le dicen: ¿Con qué autoridad haces estas cosas? ¿Y quién te dio la autoridad para hacer estas cosas?
  29   Y Jesús, respondiendo, les dijo: También yo os haré una pregunta; y respondedme, y os diré con qué autoridad hago estas cosas:
  30   El bautismo de Juan, ¿era del cielo, o de los hombres? Respondedme.
  31   Y ellos cavilaban dentro de sí, diciendo: Si dijéremos: Del cielo, dirá: ¿Por qué, pues, no le creísteis?
  32   Y si dijéremos: De los hombres, tememos al pueblo; porque todos tenían a Juan como un verdadero profeta.
  33   Y ellos, respondiendo, dijeron a Jesús: No sabemos. Entonces respondiendo Jesús, les dijo: Tampoco yo os diré con qué autoridad hago estas cosas.

 
Marcos 12
 
  1   Y comenzó a hablarles por parábolas: Un hombre plantó una viña, y la cercó con vallado, y cavó un lagar, y edificó una torre, y la arrendó a labradores, y partió lejos.
  2   Y al tiempo envió un siervo a los labradores, para que recibiese de los labradores del fruto de su viña.
  3   Mas ellos tomándole, le hirieron, y le enviaron vacío.
  4   Y volvió a enviarles otro siervo, mas ellos apedreándole, le hirieron en la cabeza, y le enviaron afrentado.
  5   Y volvió a enviar a otro, y a éste mataron; y a otros muchos, hiriendo a unos y matando a otros.
  6   Por último, teniendo aún un hijo, su amado, lo envió también a ellos, diciendo: Tendrán respeto a mi hijo.
  7   Mas aquellos labradores dijeron entre sí: Éste es el heredero, venid, matémosle, y la heredad será nuestra.
  8   Y prendiéndole, le mataron, y le echaron fuera de la viña.
  9   ¿Qué, pues, hará el señor de la viña? Vendrá y destruirá a estos labradores, y dará su viña a otros.
  10   ¿Ni aun esta Escritura habéis leído: La piedra que desecharon los edificadores, ha venida a ser cabeza del ángulo:
  11   El Señor ha hecho esto, y es cosa maravillosa en nuestros ojos?
  12   Y procuraban prenderle, porque sabían que decía contra ellos aquella parábola, mas temían al pueblo, y dejándole se fueron.
  13   Y enviaron a Él algunos de los fariseos y de los herodianos, para que le prendiesen en alguna palabra.
  14   Y viniendo ellos, le dijeron: Maestro, sabemos que eres veraz, y no te cuidas de nadie; porque no miras la apariencia de los hombres, sino que enseñas el camino de Dios en verdad: ¿Es lícito dar tributo a César, o no? ¿Daremos, o no daremos?
  15   Pero Él, conociendo la hipocresía de ellos, les dijo: ¿Por qué me tentáis? Traedme una moneda para que la vea.
  16   Y ellos se la trajeron. Y les dice: ¿De quién es esta imagen e inscripción? Y ellos le dijeron: De César.
  17   Y respondiendo Jesús les dijo: Dad a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Y se maravillaron de Él.
  18   Entonces vinieron a Él los saduceos, que dicen que no hay resurrección, y le preguntaron, diciendo:
  19   Maestro, Moisés nos escribió, que si el hermano de alguno muriese, y dejase esposa, y no dejase hijos, que su hermano tome su esposa, y levante descendencia a su hermano.
  20   Hubo siete hermanos; y el primero tomó esposa; y muriendo, no dejó descendencia.
  21   Y la tomó el segundo, y murió, y tampoco él dejó descendencia; y el tercero, de la misma manera.
  22   Y la tomaron los siete, y no dejaron descendencia; a la postre murió también la mujer.
  23   En la resurrección, pues, cuando resucitaren, ¿de cuál de ellos será esposa? Porque los siete la tuvieron por esposa.
  24   Entonces respondiendo Jesús, les dijo: ¿No erráis por esto, porque no conocéis las Escrituras, ni el poder de Dios?
  25   Porque cuando resuciten de entre los muertos, no se casarán, ni se darán en casamiento, mas serán como los ángeles que están en el cielo.
  26   Y de que los muertos hayan de resucitar, ¿no habéis leído en el libro de Moisés, cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
  27   Él no es Dios de muertos, sino Dios de vivos; así que vosotros mucho erráis.
  28   Y uno de los escribas que los había oído disputar, y sabía que les había respondido bien, vino y le preguntó: ¿Cuál es el primer mandamiento de todos?
  29   Y Jesús le respondió: El primer mandamiento de todos es: Oye, oh Israel, el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.
  30   Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente, y con todas tus fuerzas. Éste es el principal mandamiento.
  31   Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay otro mandamiento mayor que éstos.
  32   Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, porque hay un Dios, y no hay otro fuera de Él.
  33   Y el amarle con todo el corazón, y con todo el entendimiento, y con toda el alma, y con todas las fuerzas; y amar al prójimo como a sí mismo, más es que todos los holocaustos y sacrificios.
  34   Y Jesús, viendo que respondió sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios. Y ya ninguno osaba preguntarle.
  35   Y enseñando en el templo, respondió Jesús y dijo: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?
  36   Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies.
  37   Y si David mismo le llama Señor; ¿cómo, pues, es su hijo? Y el pueblo común le oía de buena gana.
  38   Y les decía en su doctrina: Guardaos de los escribas, que gustan de andar con ropas largas, y aman las salutaciones en las plazas,
  39   y las primeras sillas en las sinagogas, y los primeros asientos en las cenas;
  40   que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Éstos recibirán mayor condenación.
  41   Y estando Jesús sentado delante del arca de la ofrenda, miraba como el pueblo echaba dinero en el arca: y muchos ricos echaban mucho.
  42   Y vino una viuda pobre, y echó dos blancas, que es un cuadrante.
  43   Entonces llamando a sus discípulos, les dijo: De cierto os digo que esta viuda pobre echó más que todos los que han echado en el arca;
  44   porque todos han echado de lo que les sobra; mas ésta, de su pobreza echó todo lo que tenía, todo su sustento.

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