Marcos 5-8


 
Marcos 5
 
  1   Y vinieron al otro lado del mar, a la provincia de los gadarenos.
  2   Y saliendo Él de la barca, en seguida le salió al encuentro, de los sepulcros, un hombre con un espíritu inmundo,
  3   el cual moraba entre los sepulcros, y nadie podía atarle, ni aun con cadenas.
  4   Porque muchas veces había sido atado con grillos y cadenas, mas las cadenas habían sido hechas pedazos por él, y desmenuzados los grillos, y nadie le podía domar.
  5   Y siempre, de día y de noche, andaba en los montes y en los sepulcros, dando voces e hiriéndose con piedras.
  6   Y cuando vio a Jesús de lejos, corrió y le adoró.
  7   Y clamando a gran voz, dijo: ¿Qué tengo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te conjuro por Dios que no me atormentes.
  8   Porque le decía: Sal de este hombre, espíritu inmundo.
  9   Y le preguntó: ¿Cómo te llamas? Y respondió diciendo: Legión me llamo; porque somos muchos.
  10   Y le rogaba mucho que no los enviase fuera de aquella provincia.
  11   Y estaba allí cerca del monte un hato grande de puercos paciendo.
  12   Y le rogaron todos los demonios, diciendo: Envíanos a los puercos para que entremos en ellos.
  13   Y luego Jesús se los permitió. Y saliendo aquellos espíritus inmundos, entraron en los puercos ( los cuales eran como dos mil ); y el hato cayó por un despeñadero en el mar; y en el mar se ahogaron.
  14   Y los que apacentaban los puercos huyeron, y dieron aviso en la ciudad y en los campos. Y salieron para ver qué era aquello que había acontecido.
  15   Y vienen a Jesús, y ven al que había sido poseído del demonio y había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio cabal; y tuvieron miedo.
  16   Y los que lo habían visto, les contaron cómo le había acontecido al que había tenido el demonio, y lo de los puercos.
  17   Y comenzaron a rogarle que se fuera de sus contornos.
  18   Y entrando Él en la barca, el que había estado poseído del demonio le rogaba que le dejase estar con Él.
  19   Mas Jesús no se lo permitió, sino que le dijo: Vete a tu casa, a los tuyos, y cuéntales cuán grandes cosas ha hecho el Señor contigo, y cómo ha tenido misericordia de ti.
  20   Y yéndose, comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas Jesús había hecho con él; y todos se maravillaban.
  21   Y cuando Jesús pasó otra vez en una barca al otro lado; una gran multitud se reunió alrededor de Él; y estaba junto al mar.
  22   Y he aquí, vino uno de los príncipes de la sinagoga llamado Jairo, y luego que le vio, se postró a sus pies,
  23   y le rogaba mucho, diciendo: Mi hija está a punto de morir; ven y pon tus manos sobre ella para que sea sana, y vivirá.
  24   Y Jesús fue con él, y mucha gente le seguía, y le apretaban.
  25   Y una mujer que padecía flujo de sangre por ya doce años,
  26   y había sufrido mucho de muchos médicos, y había gastado todo lo que tenía, y no había mejorado, antes le iba peor,
  27   cuando oyó hablar de Jesús, vino por detrás entre la multitud y tocó su manto.
  28   Porque decía: Si tan sólo tocare su manto, seré sana.
  29   Y al instante la fuente de su sangre se secó, y sintió en su cuerpo que estaba sana de aquel azote.
  30   Y luego Jesús, sabiendo en sí mismo el poder que había salido de Él, volviéndose a la multitud, dijo: ¿Quién ha tocado mi manto?
  31   Y le dijeron sus discípulos: Ves que la multitud te aprieta, y dices: ¿Quién me ha tocado?
  32   Pero Él miraba alrededor para ver a la que había hecho esto.
  33   Entonces la mujer, temiendo y temblando, sabiendo lo que en ella había sido hecho, vino y se postró delante de Él, y le dijo toda la verdad.
  34   Y Él le dijo: Hija, tu fe te ha sanado; ve en paz, y queda sana de tu azote.
  35   Hablando aún Él, vino uno de la casa del príncipe de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha muerto; ¿para qué molestas más al Maestro?
  36   Y presto Jesús oyó la palabra que fue dicha, dijo al príncipe de la sinagoga: No temas, cree solamente.
  37   Y no permitió que le siguiese nadie, salvo Pedro, y Jacobo, y Juan hermano de Jacobo.
  38   Y vino a casa del príncipe de la sinagoga, y vio el alboroto y a los que lloraban y lamentaban mucho.
  39   Y entrando, les dijo: ¿Por qué alborotáis y lloráis? La muchacha no está muerta, sino duerme.
  40   Y se burlaban de Él; mas Él, echando fuera a todos, tomó al padre y a la madre de la muchacha, y a los que estaban con Él, y entró a donde la muchacha yacía.
  41   Y tomando la mano de la muchacha, le dijo: Talita cumi; que es si lo interpretares: Muchacha, a ti te digo: Levántate.
  42   Y al instante la muchacha se levantó y anduvo; porque tenía doce años. Y estaban atónitos, muy asombrados.
  43   Y Él les encargó mucho que nadie lo supiese, y mandó que se le diese de comer.

 
Marcos 6
 
  1   Y salió Él de allí, y vino a su tierra, y le siguieron sus discípulos.
  2   Y llegado el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, estaban atónitos, diciendo: ¿De dónde tiene Éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es ésta que le es dada, que tales maravillas son hechas por sus manos?
  3   ¿No es Éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Jacobo, y de José, y de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de Él.
  4   Mas Jesús les dijo: No hay profeta sin honra sino en su tierra, y entre sus parientes, y en su casa.
  5   Y no pudo hacer allí una gran obra, salvo que sanó a unos pocos enfermos, poniendo sus manos sobre ellos.
  6   Y estaba maravillado de la incredulidad de ellos. Y recorría las aldeas de alrededor, enseñando.
  7   Y llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio potestad sobre los espíritus inmundos.
  8   Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en la bolsa;
  9   Sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas.
  10   Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de allí.
  11   Y todos aquellos que no os recibieren ni os oyeren, saliendo de allí, sacudid el polvo de debajo de vuestros pies para testimonio contra ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad.
  12   Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen.
  13   Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban.
  14   Y oyó el rey Herodes la fama de Jesús, porque su nombre se había hecho notorio, y dijo: Juan el Bautista ha resucitado de los muertos, y por tanto, milagros obran en él.
  15   Otros decían: Es Elías. Y otros decían: Es un profeta, o alguno de los profetas.
  16   Mas oyéndolo Herodes, dijo: Es Juan, al que yo decapité, él ha resucitado de los muertos.
  17   Porque Herodes mismo había enviado y prendido a Juan, y le había atado en la cárcel a causa de Herodías, esposa de Felipe su hermano; pues se había casado con ella.
  18   Porque Juan decía a Herodes: No te es lícito tener la esposa de tu hermano.
  19   Y Herodías le aborrecía, y deseaba matarle, pero no podía;
  20   porque Herodes temía a Juan, sabiendo que era varón justo y santo, y le guardaba; y cuando le oía, él hacía muchas cosas; y le oía de buena gana.
  21   Pero viniendo un día oportuno, en que Herodes, en su cumpleaños, hizo una cena a sus príncipes y tribunos y a los principales de Galilea;
  22   entrando la hija de Herodías, danzó, y agradó a Herodes y a los que estaban con él a la mesa, y el rey dijo a la damisela: Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.
  23   Y le juró: Todo lo que me pidieres te daré, hasta la mitad de mi reino.
  24   Y saliendo ella, dijo a su madre: ¿Qué pediré? Y ella dijo: La cabeza de Juan el Bautista.
  25   Entonces ella entró prestamente al rey, y pidió, diciendo: Quiero que ahora mismo me des en un plato la cabeza de Juan el Bautista.
  26   Y el rey se entristeció mucho, mas por causa del juramento y de los que estaban con él a la mesa, no quiso desecharla.
  27   Y en seguida el rey envió a un verdugo, y mandó que fuese traída su cabeza; y el verdugo fue y le decapitó en la cárcel,
  28   y trajo su cabeza en un plato, y la dio a la damisela, y la damisela la dio a su madre.
  29   Y oyéndolo sus discípulos, vinieron y tomaron el cuerpo y lo pusieron en un sepulcro.
  30   Entonces los apóstoles se reunieron con Jesús, y le contaron todo lo que habían hecho, y lo que habían enseñado.
  31   Y Él les dijo: Venid vosotros aparte a un lugar desierto y descansad un poco. Porque eran muchos los que iban y venían, y ni aun tenían tiempo para comer.
  32   Y se fueron en la barca a un lugar desierto, a solas.
  33   Pero la gente les vio partir, y muchos le reconocieron, y corrieron allá a pie de todas las ciudades, y llegaron antes que ellos, y se juntaron a Él.
  34   Y saliendo Jesús, vio una gran multitud, y tuvo compasión de ellos porque eran como ovejas que no tenían pastor, y comenzó a enseñarles muchas cosas.
  35   Y como el día era ya muy avanzado, sus discípulos se acercaron a Él y le dijeron: El lugar es desierto, y la hora ya muy avanzada.
  36   Despídelos para que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor, y compren pan para sí; porque no tienen qué comer.
  37   Respondiendo Él, les dijo: Dadles vosotros de comer. Y ellos le dijeron: ¿Que vayamos y compremos pan por doscientos denarios, y les demos de comer?
  38   Él les dijo: ¿Cuántos panes tenéis? Id y vedlo. Y enterándose, dijeron: Cinco, y dos peces.
  39   Y les mandó que hiciesen recostar a todos por grupos sobre la hierba verde.
  40   Y se sentaron por grupos, de cien en cien, y de cincuenta en cincuenta.
  41   Entonces tomó los cinco panes y los dos peces, y alzando los ojos al cielo, bendijo y partió los panes, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante de ellos; y repartió los dos peces entre todos.
  42   Y todos comieron y se saciaron.
  43   Y recogieron de los pedazos doce canastos llenos, y de los peces.
  44   Y los que comieron de los panes eran como cinco mil hombres.
  45   Y en seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él al otro lado, a Betsaida, entre tanto que Él despedía a la multitud.
  46   Y habiéndoles despedido se fue al monte a orar.
  47   Y al anochecer, la barca estaba en medio del mar, y Él solo en tierra.
  48   Y al ver que se fatigaban remando, porque el viento les era contrario, como a la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería pasarlos de largo.
  49   Y viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y dieron voces;
  50   porque todos le veían, y se turbaron. Pero en seguida habló con ellos y les dijo: Tened buen ánimo, yo soy, no temáis.
  51   Y subió a ellos en la barca, y cesó el viento, y ellos estaban asombrados sobremanera, y se maravillaban.
  52   Porque aún no habían entendido el milagro de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.
  53   Y habiendo pasado al otro lado, vinieron a tierra de Genezaret, y tomaron puerto.
  54   Y saliendo ellos de la barca, luego le reconocieron;
  55   y corriendo a través de toda la región de alrededor, comenzaron a traer en lechos a los que estaban enfermos, a donde oían que estaba.
  56   Y dondequiera que entraba, en aldeas, ciudades o campos, ponían en las calles a los que estaban enfermos, y le rogaban que les dejase tocar tan siquiera el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.

 
Marcos 7
 
  1   Entonces se juntaron a Él los fariseos, y ciertos de los escribas, que habían venido de Jerusalén.
  2   Y cuando vieron a algunos de sus discípulos comer pan con manos inmundas, es decir, no lavadas, los condenaban.
  3   Porque los fariseos y todos los judíos, guardando la tradición de los ancianos, si muchas veces no se lavan las manos, no comen.
  4   Y volviendo del mercado, si no se lavan, no comen. Y muchas otras cosas hay que han recibido para guardar, como el lavar las copas, los jarros, los vasos de bronce, y las mesas.
  5   Entonces los fariseos y los escribas le preguntaron: ¿Por qué tus discípulos no andan conforme a la tradición de los ancianos, sino que comen pan sin lavarse las manos?
  6   Y respondiendo Él, les dijo: Hipócritas, bien profetizó de vosotros Isaías, como está escrito: Este pueblo de labios me honra, pero su corazón lejos está de mí.
  7   Mas en vano me honran, enseñando como doctrina, mandamientos de hombres.
  8   Porque haciendo a un lado el mandamiento de Dios, guardáis la tradición de los hombres; el lavamiento de jarros, de copas; y hacéis muchas otras cosas semejantes.
  9   Y les decía: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición.
  10   Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldijere a su padre o a su madre, muera de muerte.
  11   Mas vosotros decís: Basta si dijere el hombre a su padre o a su madre: Es corbán ( que quiere decir, mi ofrenda ) todo aquello con que pudiera ayudarte, será libre,
  12   y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre,
  13   invalidando la palabra de Dios por vuestra tradición que disteis, y muchas cosas hacéis semejantes a éstas.
  14   Y llamando a sí a toda la multitud, les dijo: Oídme todos, y entended:
  15   Nada hay fuera del hombre que entrando en él, le pueda contaminar, mas lo que sale de él, eso es lo que contamina al hombre.
  16   Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
  17   Y apartado de la multitud, habiendo entrado en casa, sus discípulos le preguntaron sobre la parábola.
  18   Y les dijo: ¿También vosotros estáis sin entendimiento? ¿No entendéis que todo lo de fuera que entra en el hombre no le puede contaminar?
  19   Porque no entra en su corazón, sino en el vientre, y sale a la letrina, limpiando todas las viandas.
  20   Y decía: Lo que sale del hombre, eso contamina al hombre.
  21   Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos pensamientos, los adulterios, las fornicaciones, los homicidios,
  22   los hurtos, las avaricias, las maldades, los engaños, las lascivias, el ojo maligno, la blasfemia, la soberbia, la insensatez.
  23   Todas estas maldades de dentro salen, y contaminan al hombre.
  24   Y levantándose de allí, se fue a la región de Tiro y de Sidón; y entrando en una casa, quiso que nadie lo supiese; pero no pudo esconderse.
  25   Porque una mujer, cuya hija tenía un espíritu inmundo, oyendo de Él, vino y se postró a sus pies.
  26   Y la mujer era griega, sirofenicia de nación; y le rogaba que echase fuera de su hija al demonio.
  27   Pero Jesús le dijo: Deja que primero se sacien los hijos, porque no está bien quitar el pan de los hijos y echarlo a los perrillos.
  28   Y ella respondió y le dijo: Sí, Señor, pero aun los perrillos debajo de la mesa, comen de las migajas de los hijos.
  29   Entonces le dijo: Por esta palabra, ve; el demonio ha salido de tu hija.
  30   Y llegando a su casa, halló que el demonio había salido, y a su hija acostada sobre la cama.
  31   Y saliendo otra vez de la región de Tiro y de Sidón, vino al mar de Galilea, a través de las costas de Decápolis.
  32   Y le trajeron a uno que era sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera su mano sobre él.
  33   Y tomándole aparte de la multitud, metió sus dedos en las orejas de él, y escupiendo, tocó su lengua;
  34   y mirando hacia el cielo, gimió, y le dijo: Efata; que es: Sé abierto.
  35   Y al instante sus oídos fueron abiertos, y fue suelta la atadura de su lengua, y hablaba bien.
  36   Y les mandó que no lo dijesen a nadie; pero cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban.
  37   Y se maravillaban en gran manera, diciendo: Bien lo ha hecho todo: Hace a los sordos oír y a los mudos hablar.

 
Marcos 8
 
  1   En aquellos días, siendo tan grande la multitud, y no teniendo qué comer, Jesús llamó a sus discípulos y les dijo:
  2   Tengo compasión de la multitud, porque son ya tres días que están conmigo, y no tienen qué comer;
  3   y si los envío en ayunas a sus casas, desmayarán en el camino; porque algunos de ellos han venido de lejos.
  4   Y sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a éstos aquí en el desierto?
  5   Y les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Y ellos dijeron: Siete.
  6   Entonces mandó a la multitud que se sentase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud.
  7   Tenían también unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.
  8   Y comieron, y se saciaron; y levantaron de los pedazos que habían sobrado, siete canastos.
  9   Y los que comieron eran como cuatro mil; y los despidió.
  10   Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.
  11   Y vinieron los fariseos y comenzaron a altercar con Él, y tentándole, le pedían señal del cielo.
  12   Y gimiendo en su espíritu, dijo: ¿Por qué pide señal esta generación? De cierto os digo que no se dará señal a esta generación.
  13   Y dejándolos, volvió a entrar en la barca, y se fue al otro lado.
  14   Y los discípulos se habían olvidado de tomar pan, y no tenían sino un pan consigo en la barca.
  15   Y les mandó, diciendo: Mirad, guardaos de la levadura de los fariseos, y de la levadura de Herodes.
  16   Y cavilaban entre sí, diciendo: Es porque no tenemos pan.
  17   Y como Jesús lo entendió, les dijo: ¿Por qué caviláis, porque no tenéis pan? ¿No consideráis ni entendéis? ¿Aún tenéis endurecido vuestro corazón?
  18   ¿Teniendo ojos no veis, y teniendo oídos no oís? ¿Y no os acordáis?
  19   Cuando partí los cinco panes entre cinco mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y le dijeron: Doce.
  20   Y cuando los siete panes entre cuatro mil, ¿cuántos canastos llenos de los pedazos alzasteis? Y ellos dijeron: Siete.
  21   Y les dijo: ¿Cómo es que aún no entendéis?
  22   Y vino a Betsaida; y le trajeron a un ciego, y le rogaron que le tocase.
  23   Entonces tomando de la mano al ciego, le sacó fuera de la aldea; y escupiendo en sus ojos, y poniendo sus manos sobre él, le preguntó si veía algo.
  24   Y él mirando, dijo: Veo los hombres como árboles, caminando.
  25   Luego le puso otra vez las manos sobre sus ojos, y le hizo que mirase; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos.
  26   Y le envió a su casa, diciendo: No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea.
  27   Y salieron Jesús y sus discípulos por las aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el camino preguntó a sus discípulos, diciéndoles: ¿Quién dicen los hombres que soy yo?
  28   Y ellos respondieron: Juan el Bautista; y otros: Elías; y otros: Alguno de los profetas.
  29   Entonces Él les dice: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Y respondiendo Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.
  30   Y les apercibió que no hablasen de Él a ninguno.
  31   Y comenzó a enseñarles que era necesario que el Hijo del Hombre padeciese mucho, y ser rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser muerto, y resucitar después de tres días.
  32   Y claramente decía esta palabra. Entonces Pedro tomándole, comenzó a reprenderle.
  33   Mas Él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciendo: Quítate de delante de mí, Satanás; porque no pones la mira en las cosas de Dios, sino en las de los hombres.
  34   Y llamando a la multitud y a sus discípulos, les dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame.
  35   Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y el que perdiere su vida por causa de mí y del evangelio, éste la salvará.
  36   Porque ¿qué aprovechará el hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?
  37   ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?
  38   Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras en esta generación perversa y adúltera, el Hijo del Hombre se avergonzará también de él, cuando venga en la gloria de su Padre con los santos ángeles.

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