Job 1-7


 
Job 1
 
  1   Hubo un varón en tierra de Uz, que se llamaba Job; y este hombre era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal.
  2   Y le nacieron siete hijos y tres hijas.
  3   Su hacienda era siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas, y muchísimos criados; y este varón era el más grande de todos los orientales.
  4   E iban sus hijos y hacían banquetes en sus casas, cada uno en su día; y enviaban a llamar a sus tres hermanas, para que comiesen y bebiesen con ellos.
  5   Y acontecía que habiendo pasado en turno los días del convite, Job enviaba y los santificaba, y se levantaba de mañana y ofrecía holocaustos conforme al número de todos ellos. Porque decía Job: Quizá habrán pecado mis hijos, y habrán blasfemado a Dios en sus corazones. De esta manera hacía todos los días.
  6   Y un día vinieron los hijos de Dios a presentarse delante de Jehová, entre los cuales vino también Satanás.
  7   Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Y respondiendo Satanás a Jehová, dijo: De rodear la tierra y de andar por ella.
  8   Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado de mal?
  9   Y respondiendo Satanás a Jehová, dijo: ¿Teme Job a Dios de balde?
  10   ¿No le has tú cercado a él, y a su casa, y a todo lo que tiene en derredor? El trabajo de sus manos has bendecido, y su hacienda ha crecido sobre la tierra.
  11   Mas extiende ahora tu mano, y toca todo lo que tiene, y verás si no blasfema contra ti en tu rostro.
  12   Y dijo Jehová a Satanás: He aquí, todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él. Y salió Satanás de delante de Jehová.
  13   Y aconteció un día que sus hijos e hijas estaban bebiendo y comiendo en casa de su hermano el primogénito,
  14   y vino un mensajero a Job, y le dijo: Estaban arando los bueyes, y las asnas paciendo cerca de ellos,
  15   y acometieron los sabeos y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para traerte la noticia.
  16   Aún estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Fuego de Dios cayó del cielo, que quemó las ovejas y los criados, y los consumió; solamente escapé yo para traerte la noticia.
  17   Todavía estaba éste hablando, y vino otro que dijo: Los caldeos hicieron tres escuadrones, y dieron sobre los camellos, y los tomaron, y mataron a los criados a filo de espada; solamente escapé yo para traerte la noticia.
  18   Entre tanto que éste hablaba, vino otro que dijo: Tus hijos y tus hijas estaban comiendo y bebiendo vino en casa de su hermano el primogénito;
  19   y he aquí un gran viento que vino del lado del desierto, y azotó las cuatro esquinas de la casa, y cayó sobre los jóvenes, y murieron; solamente escapé yo para traerte la noticia.
  20   Entonces Job se levantó, y rasgó su manto, y rasuró su cabeza, y cayendo en tierra adoró;
  21   y dijo: Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito.
  22   En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno.

 
Job 2
 
  1   Y otro día aconteció que vinieron los hijos de Dios para presentarse delante de Jehová, y Satanás vino también entre ellos para presentarse delante de Jehová.
  2   Y dijo Jehová a Satanás: ¿De dónde vienes? Respondió Satanás a Jehová, y dijo: De rodear la tierra, y de andar por ella.
  3   Y Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a mi siervo Job, que no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal, y que aún retiene su integridad, a pesar de que tú me incitaste contra él para que lo arruinara sin causa?
  4   Y respondiendo Satanás dijo a Jehová: Piel por piel, todo lo que el hombre tiene dará por su vida.
  5   Mas extiende ahora tu mano, y toca su hueso y su carne, y verás si no te maldice en tu rostro.
  6   Y Jehová dijo a Satanás: He aquí, él está en tu mano; mas guarda su vida.
  7   Y salió Satanás de delante de Jehová, e hirió a Job de unas llagas malignas desde la planta de su pie hasta la coronilla de su cabeza.
  8   Y tomó Job un tiesto para rascarse con él, y se sentó en medio de ceniza.
  9   Entonces su esposa le dijo: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.
  10   Y él le dijo: Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios.
  11   Y tres amigos de Job, Elifaz temanita, Bildad suhita, y Zofar naamatita, luego que oyeron todo este mal que le había sobrevenido, vinieron cada uno de su lugar; porque habían concertado de venir juntos para condolerse de él y para consolarle.
  12   Y cuando alzaron los ojos desde lejos y no lo conocieron, alzaron su voz, y lloraron; y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo hacia el cielo sobre sus cabezas.
  13   Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

 
Job 3
 
  1   Después de esto abrió Job su boca, y maldijo su día.
  2   Y exclamó Job, y dijo:
  3   Perezca el día en que yo nací, y la noche en que se dijo: Varón es concebido.
  4   Sea aquel día sombrío, y no cuide de él Dios desde arriba, ni claridad sobre él resplandezca.
  5   Aféenlo tinieblas y sombra de muerte; repose sobre él nublado, que lo haga horrible como día caliginoso.
  6   Ocupe la oscuridad aquella noche; no sea contada entre los días del año, ni venga en el número de los meses.
  7   ¡Oh que fuere aquella noche solitaria, que no viniera canción alguna en ella!
  8   Maldíganla los que maldicen el día, los que se aprestan para levantar su llanto.
  9   Oscurézcanse las estrellas de su alba; espere la luz, y no venga, ni vea los párpados de la mañana:
  10   Por cuanto no cerró las puertas del vientre de mi madre, ni escondió de mis ojos la miseria.
  11   ¿Por qué no morí yo en la matriz, o entregué el espíritu al salir del vientre?
  12   ¿Por qué me recibieron las rodillas? ¿Y para qué los pechos para que mamase?
  13   Pues ahora yacería yo, y reposaría; dormiría, y entonces tendría reposo,
  14   con los reyes y con los consejeros de la tierra, que edifican para sí lugares desolados;
  15   o con los príncipes que poseían el oro, que llenaban sus casas de plata.
  16   O ¿por qué no fui escondido como abortado, como los pequeñitos que nunca vieron la luz?
  17   Allí los impíos dejan de perturbar, y allí descansan los de agotadas fuerzas.
  18   Allí reposan juntos los cautivos; no oyen la voz del opresor.
  19   Allí están el chico y el grande; y el siervo es libre de su señor.
  20   ¿Para qué se da luz al trabajado, y vida al amargado de alma,
  21   que esperan la muerte, y ella no llega, aunque la buscan más que a tesoros enterrados;
  22   que se alegran sobremanera, y se gozan, cuando hallan el sepulcro?
  23   ¿Para qué se da luz al hombre que no sabe por dónde va, y al cual Dios ha acorralado?
  24   Pues antes que mi pan viene mi suspiro; y mis gemidos corren como aguas.
  25   Porque el temor que me espantaba me ha venido, y me ha acontecido lo que yo temía.
  26   No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado; no obstante me vino turbación.

 
Job 4
 
  1   Y respondió Elifaz el temanita, y dijo:
  2   Si probáremos a hablarte, te será molesto; pero, ¿quién podrá detener las palabras?
  3   He aquí, tú enseñabas a muchos, y las manos débiles corroborabas;
  4   al que tropezaba, enderezaban tus palabras, y esforzabas las rodillas que decaían.
  5   Mas ahora que el mal ha venido sobre ti, te desalientas; y cuando ha llegado hasta ti, te turbas.
  6   ¿Es éste tu temor, tu confianza, tu esperanza, y la integridad de tus caminos?
  7   Recapacita ahora, ¿quién siendo inocente pereció? Y ¿en dónde los rectos fueron cortados?
  8   Como yo he visto, los que aran iniquidad y siembran injuria, la siegan.
  9   Perecen por el aliento de Dios, y por el soplo de su furor son consumidos.
  10   El rugido del león, y la voz del león, y los dientes de los leoncillos son quebrantados.
  11   El león viejo perece por falta de presa, y los hijos del león son dispersados.
  12   El asunto también me era a mí oculto; mas mi oído ha percibido algo de ello.
  13   En imaginaciones de visiones nocturnas, cuando el sueño cae sobre los hombres,
  14   me sobrevino un espanto y un temblor, que estremeció todos mis huesos;
  15   y un espíritu pasó por delante de mí, que hizo se erizara el pelo de mi carne.
  16   Se paró un fantasma delante de mis ojos, cuyo rostro yo no conocí, y quedo, oí que decía:
  17   ¿Será el mortal más justo que Dios? ¿Será el hombre más puro que su Hacedor?
  18   He aquí que en sus siervos no confía, y notó necedad en sus ángeles;
  19   ¡Cuánto más en los que habitan en casas de barro, cuyo fundamento está en el polvo, y que serán quebrantados por la polilla!
  20   De la mañana a la tarde son destruidos, y se pierden para siempre, sin haber quien lo considere.
  21   Su hermosura, ¿no se pierde con ellos mismos? Mueren, aun sin sabiduría.

 
Job 5
 
  1   Ahora, pues, da voces, si habrá quien te responda; ¿Y a cuál de los santos te volverás?
  2   Es cierto que al necio lo mata la ira, y al codicioso lo consume la envidia.
  3   Yo he visto al necio que echaba raíces, y en la misma hora maldije su habitación.
  4   Sus hijos están lejos de la seguridad, en la puerta son quebrantados, y no hay quien los libre.
  5   Su mies comen los hambrientos, y la sacan de entre los espinos, y el atracador devora su hacienda.
  6   Porque la aflicción no sale del polvo, ni la molestia brota de la tierra.
  7   Pero como las chispas se levantan para volar por el aire, así el hombre nace para la aflicción.
  8   Ciertamente yo buscaría a Dios, y encomendaría a Él mi causa:
  9   El cual hace cosas grandes e inescrutables, y maravillas sin número.
  10   Que da la lluvia sobre la faz de la tierra, y envía las aguas sobre los campos:
  11   Que pone a los humildes en altura, y a los enlutados levanta a seguridad;
  12   que frustra los pensamientos de los astutos, para que sus manos no hagan nada;
  13   que prende a los sabios en la astucia de ellos, y entontece el consejo de los perversos;
  14   De día tropiezan con las tinieblas, y a mediodía andan a tientas como de noche.
  15   Mas Él libra de la espada al pobre, de la boca de los impíos, y de la mano violenta;
  16   por tanto, el menesteroso tiene esperanza, y la iniquidad cierra su boca.
  17   He aquí, bienaventurado es el hombre a quien Dios castiga; por tanto, no menosprecies la corrección del Todopoderoso.
  18   Porque Él es quien hace la llaga, y Él la vendará: Él hiere, y sus manos curan.
  19   En seis tribulaciones te librará, y en la séptima no te tocará el mal.
  20   En el hambre te redimirá de la muerte, y en la guerra, del poder de la espada.
  21   Del azote de la lengua serás encubierto; no temerás de la destrucción cuando viniere.
  22   De la destrucción y del hambre te reirás, y no temerás de las fieras del campo:
  23   Pues aun con las piedras del campo tendrás alianza, y las fieras del campo tendrán paz contigo.
  24   Y sabrás que hay paz en tu tienda; y visitarás tu morada, y no pecarás.
  25   Asimismo echarás de ver que tu descendencia será numerosa, y tu prole como la hierba de la tierra.
  26   Vendrás en la vejez a tu sepultura, como la gavilla de trigo que se recoge a su tiempo.
  27   He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así: Óyelo, y conócelo tú para tu bien.

 
Job 6
 
  1   Y respondió Job y dijo:
  2   ¡Oh, que pudiesen pesar justamente mi sufrimiento, y lo pusiesen en balanza junto con mi calamidad!
  3   Porque pesarían ahora más que la arena del mar; por tanto, mis palabras han sido precipitadas.
  4   Porque las saetas del Todopoderoso están en mí, cuyo veneno bebe mi espíritu; y terrores de Dios me combaten.
  5   ¿Acaso gime el asno montés junto a la hierba? ¿Muge el buey junto a su pasto?
  6   ¿Se comerá lo desabrido sin sal? ¿O habrá gusto en la clara del huevo?
  7   Las cosas que mi alma no quería tocar, son ahora mi triste alimento.
  8   ¡Quién me diera que viniese mi petición, y que me otorgase Dios lo que anhelo;
  9   y que agradara a Dios destruirme; que desatara su mano, y acabara conmigo!
  10   Y sería aún mi consuelo, si me asaltase con dolor sin dar más tregua, que yo no he escondido las palabras del Santo.
  11   ¿Cuál es mi fuerza para esperar aún? ¿Y cuál mi fin para prolongar mi vida?
  12   ¿Es mi fuerza la de las piedras, o es mi carne de bronce?
  13   ¿No me ayudo a mí mismo, y el poder me falta del todo?
  14   El atribulado ha de ser consolado por su compañero; mas se ha abandonado el temor del Omnipotente.
  15   Mis hermanos han sido traicioneros cual arroyo; pasan como corrientes impetuosas,
  16   que están escondidas por la helada, y encubiertas con nieve;
  17   que al tiempo del calor son deshechas, y al calentarse, desaparecen de su lugar;
  18   se apartan de la senda de su rumbo, van menguando y se pierden.
  19   Miraron los caminantes de Tema, los caminantes de Seba esperaron en ellas;
  20   Pero fueron avergonzados por su esperanza; porque vinieron hasta ellas, y se hallaron confusos.
  21   Ahora ciertamente como ellas sois vosotros; pues habéis visto mi infortunio, y teméis.
  22   ¿Acaso yo os he dicho: Traedme, y pagad por mí de vuestra hacienda;
  23   libradme de la mano del opresor, y redimidme del poder de los violentos?
  24   Enseñadme, y yo callaré; y hacedme entender en qué he errado.
  25   ¡Cuán fuertes son las palabras de rectitud! Pero, ¿qué reprende vuestra censura?
  26   ¿Pensáis censurar las palabras, y los discursos de un desesperado, que son como el viento?
  27   También os arrojáis sobre el huérfano, y caváis un hoyo para vuestro amigo.
  28   Ahora, pues, si queréis, miradme, y ved si miento delante de vosotros.
  29   Tornad ahora, y no haya iniquidad; volved aún a considerar mi justicia en esto.
  30   ¿Hay iniquidad en mi lengua? ¿No puede mi paladar discernir las cosas depravadas?

 
Job 7
 
  1   ¿Acaso no hay un tiempo determinado para el hombre sobre la tierra? ¿No son sus días como los días del jornalero?
  2   Como el siervo anhela la sombra, y como el jornalero espera la paga de su trabajo,
  3   así he tenido que poseer meses de vanidad, y noches de congoja me fueron asignadas.
  4   Cuando estoy acostado, digo: ¿Cuándo me levantaré, y se acabará la noche? Y estoy lleno de devaneos hasta el alba.
  5   Mi carne está vestida de gusanos, y de costras de polvo; mi piel hendida y abominable.
  6   Y mis días fueron más ligeros que la lanzadera del tejedor, y fenecieron sin esperanza.
  7   Acuérdate que mi vida es un soplo, y que mis ojos no volverán a ver el bien.
  8   Los ojos de los que me ven, no me verán más; fijarás en mí tus ojos, y dejaré de ser.
  9   Como la nube se desvanece, y se va; así el que desciende al sepulcro ya no subirá;
  10   No volverá más a su casa, ni su lugar le conocerá más.
  11   Por tanto yo no refrenaré mi boca; hablaré en la angustia de mi espíritu, y me quejaré con la amargura de mi alma.
  12   ¿Soy yo el mar, o ballena, para que me pongas guarda?
  13   Cuando digo: Me consolará mi cama, mi lecho atenuará mis quejas;
  14   Entonces me aterras con sueños, y me turbas con visiones.
  15   Y así mi alma tuvo por mejor el estrangulamiento y la muerte, más que la vida.
  16   Desvanezco; no he de vivir para siempre; déjame, pues mis días son vanidad.
  17   ¿Qué es el hombre, para que lo engrandezcas, y para que pongas sobre él tu corazón,
  18   y lo visites todas las mañanas, y a cada momento lo pruebes?
  19   ¿Hasta cuándo no te apartarás de mí, y no me soltarás ni siquiera para que trague mi saliva?
  20   Pequé, ¿qué te hago yo, oh Guarda de los hombres? ¿Por qué me has puesto como blanco tuyo, de modo que soy una carga para mí mismo?
  21   ¿Y por qué no perdonas mi rebelión, y quitas mi iniquidad? Porque ahora dormiré en el polvo, y si me buscares de mañana, ya no estaré.

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