Hebreos 1-7


 
Hebreos 1
 
  1   Dios, habiendo hablado muchas veces y en muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas,
  2   en estos postreros días nos ha hablado por su Hijo, a quien constituyó heredero de todo, por quien asimismo hizo el universo;
  3   el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder, habiendo hecho la expiación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas,
  4   hecho tanto más superior que los ángeles, cuanto heredó más excelente nombre que ellos.
  5   Porque ¿a cuál de los ángeles dijo Dios jamás: Mi Hijo eres tú, yo te he engendrado hoy, y otra vez: Yo seré a Él Padre, y Él me será a mí Hijo?
  6   Y otra vez, cuando introduce al Primogénito en el mundo, dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios.
  7   Y ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, y a sus ministros llama de fuego.
  8   Mas al Hijo dice: Tu trono, oh Dios, por siempre jamás: Vara de equidad es el cetro de tu reino.
  9   Has amado la justicia, y aborrecido la maldad; Por lo cual te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros.
  10   Y: Tú, Señor, en el principio fundaste la tierra, y los cielos son obra de tus manos:
  11   Ellos perecerán, mas tú permaneces; y todos ellos se envejecerán como una vestidura;
  12   y como un manto los envolverás, y serán mudados; pero tú eres el mismo, y tus años no acabarán.
  13   Y, ¿a cuál de los ángeles dijo jamás: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies?
  14   ¿No son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de salvación?

 
Hebreos 2
 
  1   Por tanto, es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos.
  2   Porque si la palabra dicha por los ángeles fue firme, y toda transgresión y desobediencia recibió justa retribución,
  3   ¿cómo escaparemos nosotros, si tuviéremos en poco una salvación tan grande? La cual, habiendo sido publicada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los que oyeron;
  4   testificando Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros, y dones del Espíritu Santo según su voluntad.
  5   Porque no sujetó a los ángeles el mundo venidero, del cual hablamos;
  6   pero alguien testificó en cierto lugar, diciendo: ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, o el hijo del hombre, para que le visites?
  7   Le hiciste un poco menor que los ángeles, le coronaste de gloria y de honra, y le pusiste sobre las obras de tus manos.
  8   Todo lo sujetaste bajo sus pies. Porque en cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no sea sujeto a Él; mas aún no vemos que todas las cosas le sean sujetas.
  9   Pero vemos a Jesús coronado de gloria y de honra, el cual fue hecho un poco menor que los ángeles, por el padecimiento de su muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.
  10   Porque le era preciso a Aquél por cuya causa son todas las cosas y por quien todas las cosas subsisten, habiendo de llevar a la gloria a muchos hijos, perfeccionar por aflicciones al autor de la salvación de ellos.
  11   Porque el que santifica y los que son santificados, de uno son todos; por lo cual no se avergüenza de llamarlos hermanos,
  12   diciendo: Anunciaré tu nombre a mis hermanos, en medio de la iglesia te alabaré.
  13   Y otra vez: Yo en Él pondré mi confianza. Y otra vez: He aquí, yo y los hijos que Dios me dio.
  14   Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo,
  15   y librar a los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre.
  16   Porque ciertamente no tomó para sí la naturaleza de los ángeles, sino que tomó la de la simiente de Abraham.
  17   Por cuanto le era preciso ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel Sumo Sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo.
  18   Porque en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.

 
Hebreos 3
 
  1   Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;
  2   el cual fue fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés sobre toda su casa.
  3   Porque de tanto mayor gloria que Moisés Éste es estimado digno, cuanto tiene mayor dignidad que la casa el que la edificó.
  4   Porque toda casa es edificada por alguno; mas el que creó todas las cosas es Dios.
  5   Y Moisés a la verdad fue fiel sobre toda su casa, como siervo, para testimonio de lo que después se había de decir;
  6   pero Cristo, como hijo sobre su casa; la cual casa somos nosotros, si retenemos firme hasta el fin la confianza y la gloria de la esperanza.
  7   Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz,
  8   no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto,
  9   donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años.
  10   A causa de lo cual me disgusté con aquella generación, y dije: Siempre divagan ellos de corazón, y no han conocido mis caminos.
  11   Así que, juré yo en mi ira: No entrarán en mi reposo.
  12   Mirad, hermanos, que en ninguno de vosotros haya corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo;
  13   antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.
  14   Porque somos hechos participantes de Cristo, si retenemos firme hasta el fin el principio de nuestra confianza;
  15   entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.
  16   Porque algunos de los que habían salido de Egipto con Moisés, habiendo oído, provocaron, aunque no todos.
  17   Mas ¿con quiénes estuvo enojado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto?
  18   ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que no creyeron?
  19   Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.

 
Hebreos 4
 
  1   Temamos, pues, que quedando aún la promesa de entrar en su reposo, alguno de vosotros parezca haberse apartado.
  2   Porque también a nosotros se nos ha predicado el evangelio como a ellos; pero no les aprovechó la palabra predicada a los que la oyeron al no mezclarla con fe.
  3   Pero nosotros que hemos creído entramos en el reposo, de la manera que Él dijo: Por tanto juré en mi ira: No entrarán en mi reposo; aunque sus obras fueron acabadas desde el principio del mundo.
  4   Porque en cierto lugar dijo así del séptimo día: Y reposó Dios de todas sus obras en el séptimo día.
  5   Y otra vez aquí: No entrarán en mi reposo.
  6   Así que, puesto que falta que algunos entren en él, y aquellos a quienes primero fue predicado no entraron por causa de incredulidad,
  7   otra vez determina un día, diciendo por medio de David: Hoy, después de tanto tiempo; como está dicho: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones.
  8   Porque si Josué les hubiera dado el reposo, no hablaría después de otro día.
  9   Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios.
  10   Porque el que ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas.
  11   Procuremos, pues, entrar en aquel reposo; que ninguno caiga en semejante ejemplo de incredulidad.
  12   Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos, y penetra hasta partir el alma y el espíritu, y las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
  13   Y no hay cosa creada que no sea manifiesta en su presencia; antes todas las cosas están desnudas y abiertas a los ojos de Aquél a quien tenemos que dar cuenta.
  14   Por tanto, teniendo un gran Sumo Sacerdote, que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.
  15   Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras flaquezas; sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.
  16   Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.

 
Hebreos 5
 
  1   Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres, es constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y sacrificios por los pecados;
  2   que pueda compadecerse de los ignorantes y extraviados, puesto que él también está rodeado de flaqueza;
  3   y por causa de ella debe ofrecer por los pecados, tanto por el pueblo, como también por sí mismo.
  4   Y nadie toma para sí esta honra, sino el que es llamado de Dios, como lo fue Aarón.
  5   Así también Cristo no se glorificó a sí mismo haciéndose Sumo Sacerdote, sino el que le dijo: Tú eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy;
  6   como también dice en otro lugar: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
  7   El cual en los días de su carne, habiendo ofrecido ruegos y súplicas con gran clamor y lágrimas al que le podía librar de la muerte, fue oído por su temor reverente.
  8   Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia;
  9   y habiendo sido hecho perfecto, vino a ser autor de eterna salvación a todos los que le obedecen;
  10   y fue llamado de Dios Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec.
  11   Del cual tenemos mucho que decir, y difícil de describir, por cuanto sois tardos para oír.
  12   Porque debiendo ser ya maestros, por causa del tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.
  13   Y todo el que participa de la leche es inhábil en la palabra de la justicia, porque es niño;
  14   mas el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y el mal.

 
Hebreos 6
 
  1   Por tanto, dejando los rudimentos de la doctrina de Cristo, vamos adelante a la perfección; no echando otra vez el fundamento del arrepentimiento de obras muertas, y de la fe en Dios,
  2   de la doctrina de bautismos, y de la imposición de manos, y de la resurrección de los muertos, y del juicio eterno.
  3   Y esto haremos a la verdad, si Dios lo permite.
  4   Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados y gustaron el don celestial, y fueron hechos partícipes del Espíritu Santo,
  5   y asimismo gustaron la buena palabra de Dios, y los poderes del mundo venidero,
  6   y recayeron, sean otra vez renovados para arrepentimiento, crucificando de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios y exponiéndole a vituperio.
  7   Porque la tierra que bebe la lluvia que muchas veces cae sobre ella, y produce hierba provechosa a aquellos por los cuales es labrada, recibe bendición de Dios;
  8   pero la que produce espinos y abrojos es reprobada, y cercana a ser maldecida; y su fin es el ser quemada.
  9   Pero en cuanto a vosotros, oh amados, estamos persuadidos de cosas mejores y que acompañan la salvación, aunque hablamos así.
  10   Porque Dios no es injusto para olvidar vuestra obra y el trabajo de amor que habéis mostrado a su nombre, habiendo ministrado a los santos y ministrándoles aún.
  11   Y deseamos que cada uno de vosotros muestre la misma diligencia hasta el fin, para la plena certeza de la esperanza:
  12   Que no os hagáis perezosos, sino que sigáis el ejemplo de aquellos que por la fe y la paciencia heredan las promesas.
  13   Porque cuando Dios hizo la promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo,
  14   diciendo: Ciertamente bendiciendo te bendeciré, y multiplicando te multiplicaré.
  15   Y así, esperando con paciencia, alcanzó la promesa.
  16   Porque los hombres ciertamente juran por el que es mayor; y el juramento para confirmación es para ellos el fin de toda controversia.
  17   Por lo cual, queriendo Dios mostrar más abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, lo confirmó con juramento;
  18   para que por dos cosas inmutables, en las cuales, es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo, los que nos hemos refugiado asiéndonos de la esperanza puesta delante de nosotros.
  19   La cual tenemos como ancla del alma, segura y firme, y que penetra hasta dentro del velo;
  20   donde entró por nosotros Jesús, nuestro precursor, hecho Sumo Sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.

 
Hebreos 7
 
  1   Porque este Melquisedec, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, el cual salió a recibir a Abraham que volvía de la matanza de los reyes, y le bendijo,
  2   a quien asimismo dio Abraham los diezmos de todo; cuyo nombre significa primeramente Rey de justicia, y luego también Rey de Salem, que es, Rey de paz;
  3   sin padre, sin madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
  4   Considerad, pues, cuán grande era Éste, a quien aun Abraham el patriarca dio el diezmo de los despojos.
  5   Y ciertamente los que de entre los hijos de Leví reciben el sacerdocio, tienen mandamiento de tomar del pueblo los diezmos según la ley, es decir, de sus hermanos aunque también éstos hayan salido de los lomos de Abraham.
  6   Mas Aquél cuya genealogía no es contada entre ellos, tomó de Abraham los diezmos, y bendijo al que tenía las promesas.
  7   Y sin contradicción alguna, el menor es bendecido por el mayor.
  8   Y aquí ciertamente los hombres mortales toman los diezmos; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.
  9   Y por decirlo así, también Leví, que recibe los diezmos, pagó diezmos en Abraham;
  10   porque aún estaba en los lomos de su padre cuando Melquisedec le salió al encuentro.
  11   Así que, si la perfección fuera por el sacerdocio levítico ( porque bajo él recibió el pueblo la ley ) ¿qué necesidad había aún de que se levantase otro sacerdote según el orden de Melquisedec, y que no fuese llamado según el orden de Aarón?
  12   Pues mudado el sacerdocio, necesario es que se haga también mudanza de la ley;
  13   porque Aquél de quien se dicen estas cosas, de otra tribu es, de la cual nadie atendió al altar.
  14   Porque manifiesto es que nuestro Señor nació de Judá, de cuya tribu nada habló Moisés tocante al sacerdocio.
  15   Y aun es mucho más manifiesto, si a semejanza de Melquisedec se levanta un sacerdote diferente;
  16   el cual no es hecho conforme a la ley del mandamiento carnal, sino según el poder de una vida que no tiene fin.
  17   Porque Él testifica: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec.
  18   Porque ciertamente el mandamiento precedente es abrogado por su debilidad e ineficacia.
  19   Porque la ley nada perfeccionó; mas lo hizo la introducción de mejor esperanza, por la cual nos acercamos a Dios.
  20   Y tanto más en cuanto no sin juramento fue hecho Él sacerdote;
  21   porque los otros ciertamente sin juramento fueron hechos sacerdotes; pero Éste, con juramento por Aquél que le dijo: Juró el Señor, y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre según el orden de Melquisedec.
  22   Por tanto, Jesús es hecho fiador de un mejor testamento.
  23   Y los otros ciertamente fueron muchos sacerdotes, ya que por causa de la muerte no podían permanecer;
  24   mas Éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio inmutable;
  25   por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por Él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.
  26   Porque tal Sumo Sacerdote nos convenía; santo, inocente, limpio, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos;
  27   que no tuviese necesidad cada día, como los otros sumos sacerdotes, de ofrecer primero sacrificios por sus propios pecados, y luego por los del pueblo; porque esto lo hizo una sola vez, ofreciéndose a sí mismo.
  28   Porque la ley constituye sumos sacerdotes a hombres débiles; mas la palabra del juramento, posterior a la ley, constituye al Hijo, quien es perfecto para siempre.

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