Ecclesiastés


 
Eclesiastés 1
 
  1   Palabras del Predicador, hijo de David, rey en Jerusalén.
  2   Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.
  3   ¿Qué provecho tiene el hombre de todo su trabajo con que se afana debajo del sol?
  4   Generación va, y generación viene; mas la tierra siempre permanece.
  5   Y sale el sol, y se pone el sol, y se apresura a volver al lugar de donde nace.
  6   El viento tira hacia el sur, y rodea al norte; va girando de continuo, y a sus giros vuelve el viento de nuevo.
  7   Los ríos todos van al mar, y el mar no se llena; al lugar de donde los ríos vinieron, allí tornan para correr de nuevo.
  8   Todas las cosas son fatigosas, más de lo que el hombre puede expresar. No se sacia el ojo de ver, ni el oído se harta de oír.
  9   Lo que fue, es lo que será, y lo que ha sido hecho, es lo mismo que se hará; y nada hay nuevo debajo del sol.
  10   ¿Hay algo de que se pueda decir: He aquí esto es nuevo? Ya fue en los siglos que nos han precedido.
  11   No hay memoria de lo que precedió, ni tampoco de lo que sucederá habrá memoria en los que serán después.
  12   Yo el Predicador fui rey sobre Israel en Jerusalén.
  13   Y di mi corazón a inquirir y buscar con sabiduría sobre todo lo que se hace debajo del cielo; este penoso trabajo dio Dios a los hijos de los hombres, para que se ocupen en él.
  14   Yo miré todas las obras que se hacen debajo del sol; y he aquí, todo ello es vanidad y aflicción de espíritu.
  15   Lo torcido no se puede enderezar; y lo incompleto no puede numerarse.
  16   Hablé yo con mi corazón, diciendo: He aquí yo me hallo engrandecido, y he crecido en sabiduría sobre todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; y mi corazón ha percibido mucha sabiduría y ciencia.
  17   Y di mi corazón a conocer la sabiduría, y también a entender las locuras y los desvaríos; conocí que aun esto era aflicción de espíritu.
  18   Porque en la mucha sabiduría hay mucha molestia; y quien añade conocimiento, añade dolor.

 
Eclesiastés 2
 
  1   Dije yo en mi corazón: Ven ahora, te probaré con alegría, y gozarás del placer. Mas he aquí esto también era vanidad.
  2   A la risa dije: Enloqueces; y al placer: ¿De qué sirve esto?
  3   Propuse en mi corazón agasajar mi carne con vino, y que anduviese mi corazón en sabiduría, con retención de la necedad, hasta ver cuál fuese el bien de los hijos de los hombres, en el cual se ocuparan debajo del cielo todos los días de su vida.
  4   Engrandecí mis obras, me edifiqué casas, me planté viñas;
  5   me hice huertos y jardines, y planté en ellos árboles de toda clase de fruto;
  6   Me hice estanques de aguas, para regar de ellos el bosque donde los árboles crecían.
  7   Poseí siervos y siervas, y tuve siervos nacidos en casa; también tuve posesión grande de vacas y ovejas, más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén;
  8   Acumulé también plata y oro, y tesoro preciado de reyes y de provincias; me hice de cantores y cantoras, y de los deleites de los hijos de los hombres, y de toda clase de instrumentos de música.
  9   Y fui engrandecido y aumentado más que todos los que fueron antes de mí en Jerusalén; también permaneció conmigo mi sabiduría.
  10   No negué a mis ojos ninguna cosa que desearan, ni aparté mi corazón de placer alguno, porque mi corazón gozó de todo mi trabajo: y ésta fue mi parte de toda mi faena.
  11   Miré yo luego todas las obras que habían hecho mis manos, y el trabajo que tomé para hacerlas; y he aquí, todo era vanidad y aflicción de espíritu, y sin provecho debajo del sol.
  12   Después torné yo a mirar para ver la sabiduría y los desvaríos y la necedad; porque ¿qué podrá hacer el hombre que venga después del rey, sino lo que ya ha sido hecho?
  13   Y he visto que la sabiduría sobrepasa a la necedad, como la luz a las tinieblas.
  14   El sabio tiene sus ojos en su cabeza, mas el necio anda en tinieblas; pero también entendí yo que un mismo suceso acontecerá al uno como al otro.
  15   Entonces dije yo en mi corazón: Como sucederá al necio me sucederá también a mí: ¿Para qué, pues, he trabajado hasta ahora por hacerme más sabio? Y dije en mi corazón que también esto era vanidad.
  16   Porque ni del sabio ni del necio habrá memoria para siempre; pues en los días venideros ya todo será olvidado, y también morirá el sabio como el necio.
  17   Aborrecí por tanto la vida, porque la obra que se hace debajo del sol me era fastidiosa; por cuanto todo es vanidad y aflicción de espíritu.
  18   Asimismo aborrecí todo mi trabajo que había puesto por obra debajo del sol; el cual tendré que dejar a otro que vendrá después de mí.
  19   ¿Y quién sabe si será sabio, o necio, el que señoreará sobre todo mi trabajo en que yo me afané, y en que ocupé debajo del sol mi sabiduría? Esto también es vanidad.
  20   Por tanto, volví a desesperanzar mi corazón acerca de todo el trabajo en que me afané, y en que había ocupado debajo del sol mi sabiduría.
  21   ¡Que el hombre trabaje con sabiduría, y con ciencia, y con rectitud, y que haya de dar su hacienda a hombre que nunca trabajó en ello! También esto es vanidad y mal grande.
  22   Porque ¿qué tiene el hombre de todo su trabajo, y de la fatiga de su corazón, con que se afana debajo del sol?
  23   Porque todos sus días no son sino dolores, y sus trabajos molestias; aun de noche su corazón no reposa. Esto también es vanidad.
  24   No hay cosa mejor para el hombre sino que coma y beba, y que su alma vea el bien de su trabajo. También he visto que esto es de la mano de Dios.
  25   Porque ¿quién comerá, y quién se cuidará, mejor que yo?
  26   Porque al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.

 
Eclesiastés 3
 
  1   Para todo hay sazón, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su tiempo:
  2   Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado;
  3   Tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar;
  4   Tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar;
  5   Tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar;
  6   Tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar;
  7   Tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
  8   Tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz.
  9   ¿Qué provecho tiene el que trabaja en lo que trabaja?
  10   Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que en él se ocupen.
  11   Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y aun puso un mundo en su corazón, de tal manera que no alcance el hombre la obra de Dios desde el principio hasta el fin.
  12   Yo he conocido que no hay para ellos cosa mejor que alegrarse, y hacer bien en su vida;
  13   Y también que es don de Dios que todo hombre coma y beba, y goce el bien de toda su labor.
  14   Yo he entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo: sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios, para que delante de Él teman los hombres.
  15   Aquello que fue, ya es: y lo que ha de ser, fue ya; y Dios demanda lo que pasó.
  16   Vi más debajo del sol: en lugar del juicio, allí la impiedad; y en lugar de la justicia, allí la iniquidad.
  17   Y dije yo en mi corazón: Al justo y al impío juzgará Dios; porque allí hay un tiempo para todo lo que se quiere y sobre todo lo que se hace.
  18   Dije en mi corazón: En cuanto a la condición de los hijos de los hombres, que Dios los pruebe, para que ellos mismos vean que son semejantes a las bestias.
  19   Porque lo que sucede a los hijos de los hombres, y lo que sucede a las bestias, un mismo suceso es; como mueren los unos, así mueren los otros; y una misma respiración tienen todos; ni tiene más el hombre que la bestia; porque todo es vanidad.
  20   Todo va a un mismo lugar; todo es hecho del polvo, y todo volverá al mismo polvo.
  21   ¿Quién sabe que el espíritu de los hijos de los hombres sube arriba, y que el espíritu del animal desciende abajo a la tierra?
  22   Así que he visto que no hay cosa mejor que alegrarse el hombre con lo que hiciere; porque ésta es su parte; porque ¿quién lo llevará para que vea lo que ha de ser después de él?

 
Eclesiastés 4
 
  1   Y me volví yo, y vi todas las violencias que se hacen debajo del sol; y he aquí las lágrimas de los oprimidos, sin tener quien los consuele; y la fuerza estaba en la mano de sus opresores, y para ellos no había consolador.
  2   Y alabé yo a los muertos, los que ya murieron, más que a los vivientes, los que aún están con vida.
  3   Y tuve por mejor que unos y otros, al que no ha sido aún, que no ha visto las malas obras que debajo del sol se hacen.
  4   He visto asimismo que todo trabajo y toda excelencia de obra despierta la envidia del hombre contra su prójimo. También esto es vanidad y aflicción de espíritu.
  5   El necio dobla sus manos y come su propia carne.
  6   Mas vale un puño lleno con descanso, que ambos puños llenos con trabajo y aflicción de espíritu.
  7   Yo me torné otra vez, y vi vanidad debajo del sol.
  8   Está un hombre solo y sin sucesor; que ni tiene hijo ni hermano; mas nunca cesa de trabajar, ni sus ojos se sacian de sus riquezas, ni se pregunta: ¿Para quién trabajo yo, y privo mi alma del bien? También esto es vanidad, y duro trabajo.
  9   Mejores son dos que uno; porque tienen mejor paga de su trabajo.
  10   Porque si cayeren, el uno levantará a su compañero. Pero ¡ay del solo cuando cayere! Pues no habrá segundo que lo levante.
  11   También si dos durmieren juntos, se calentarán; mas ¿cómo se calentará uno solo?
  12   Y si alguno prevaleciere contra el uno, dos estarán contra él; y cordón de tres dobleces no presto se rompe.
  13   Mejor es el muchacho pobre y sabio, que el rey viejo y fatuo que no admite consejo.
  14   Porque de la cárcel salió para reinar; mientras el nacido en su reino se hizo pobre.
  15   Vi a todos los vivientes debajo del sol caminando con el muchacho, sucesor, que estará en lugar de aquél.
  16   No tenía fin la muchedumbre de pueblo que fue antes de ellos; aun los que vendrán después tampoco estarán contentos con él. Y esto es también vanidad y aflicción de espíritu.

 
Eclesiastés 5
 
  1   Cuando fueres a la casa de Dios, guarda tu pie; y acércate más para oír que para dar el sacrificio de los necios, porque no saben que hacen mal.
  2   No te des prisa con tu boca, ni tu corazón se apresure a proferir palabra delante de Dios; porque Dios está en el cielo, y tú en la tierra; por tanto, sean pocas tus palabras.
  3   Porque de la mucha ocupación viene el sueño, y de la multitud de las palabras la voz del necio.
  4   Cuando a Dios hicieres promesa, no tardes en cumplirla; porque Él no se agrada de los insensatos. Cumple lo que prometes.
  5   Mejor es que no prometas, a que prometas y no cumplas.
  6   No sueltes tu boca para hacer pecar a tu carne; ni digas delante del ángel, que fue ignorancia. ¿Por qué harás que Dios se enoje a causa de tu voz, y que destruya la obra de tus manos?
  7   Donde los sueños son en multitud, también lo son las vanidades y las muchas palabras; mas tú, teme a Dios.
  8   Si opresión de pobres, y extorsión de derecho y de justicia vieres en la provincia, no te maravilles de ello; porque sobre el alto está mirando otro más alto, y uno más alto está sobre ellos.
  9   Además el provecho de la tierra es para todos; el rey mismo está sujeto a los campos.
  10   El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad.
  11   Cuando los bienes aumentan, también aumentan los que los consumen. ¿Qué bien, pues, tendrá su dueño, sino verlos con sus ojos?
  12   Dulce es el sueño del trabajador, ya sea que coma mucho o poco; mas al rico no le deja dormir la abundancia.
  13   Hay un grave mal que he visto debajo del sol; las riquezas guardadas por sus dueños para su propio mal;
  14   Las cuales se pierden en malas ocupaciones, y a los hijos que engendraron nada les queda en la mano.
  15   Como salió del vientre de su madre, desnudo, así volverá, yéndose tal como vino; y nada tomará de su trabajo para llevar en su mano.
  16   Éste también es un grave mal, que como vino, así haya de volver. ¿Y de qué le aprovechó trabajar al viento?
  17   Además de esto, todos los días de su vida comerá en tinieblas, con mucho enojo y dolor y miseria.
  18   He aquí, pues, el bien que yo he visto: Que lo bueno es comer y beber, y gozar uno del bien de todo su trabajo con que se fatiga debajo del sol, todos los días de su vida que Dios le ha dado; porque ésta es su parte.
  19   Asimismo, a todo hombre a quien Dios dio riquezas y bienes, y le dio también facultad para que coma de ellos, y tome su parte, y goce su trabajo; esto es don de Dios.
  20   Porque no se acordará mucho de los días de su vida; pues Dios le responderá con alegría de su corazón.

 
Eclesiastés 6
 
  1   Hay un mal que he visto debajo del cielo, y muy común entre los hombres:
  2   Hombre a quien Dios dio riquezas, y hacienda, y honra, y nada le falta de todo lo que su alma desea; mas Dios no le dio facultad de comer de ello, sino que los extraños se lo comen. Esto es vanidad y penosa enfermedad.
  3   Si el hombre engendrare cien hijos, y viviere muchos años, y los días de su edad fueren numerosos; si su alma no se sació del bien, y también careció de sepultura, yo digo que el abortivo es mejor que él.
  4   Porque en vano vino, y a tinieblas va, y con tinieblas será cubierto su nombre.
  5   Aunque no haya visto el sol, ni conocido nada, más reposo tiene éste que aquél.
  6   Aunque aquél viviere mil años dos veces, sin haber gozado del bien, ¿no van todos a un mismo lugar?
  7   Todo el trabajo del hombre es para su boca, y con todo eso su alma no se sacia.
  8   Porque ¿qué más tiene el sabio que el necio? ¿Qué más tiene el pobre que supo caminar entre los vivos?
  9   Más vale vista de ojos que deseo que pasa. Y también esto es vanidad y aflicción de espíritu.
  10   El que es, ya su nombre ha sido nombrado; y se sabe que es hombre, y que no podrá contender con Aquél que es más poderoso que él.
  11   Ciertamente las muchas palabras multiplican la vanidad. ¿Qué más tiene el hombre?
  12   Porque ¿quién sabe cuál es el bien del hombre en la vida, todos los días de la vida de su vanidad, los cuales él pasa como sombra? Porque ¿quién enseñará al hombre qué será después de él debajo del sol?

 
Eclesiastés 7
 
  1   Mejor es la buena fama que el buen ungüento; y el día de la muerte que el día del nacimiento.
  2   Mejor es ir a la casa del luto que a la casa del banquete; porque aquello es el fin de todos los hombres; y el que vive lo pondrá en su corazón.
  3   Mejor es el pesar que la risa; porque con la tristeza del rostro se enmendará el corazón.
  4   El corazón de los sabios, está en la casa del luto; mas el corazón de los insensatos, en la casa del placer.
  5   Mejor es oír la reprensión del sabio, que la canción de los necios.
  6   Porque la risa del necio es como el estrépito de las espinas debajo de la olla. Y también esto es vanidad.
  7   Ciertamente la opresión hace enloquecer al sabio; y el soborno corrompe el corazón.
  8   Mejor es el fin del asunto que su principio; mejor es el sufrido de espíritu que el altivo de espíritu.
  9   No te apresures en tu espíritu a enojarte; porque la ira en el seno de los necios reposa.
  10   Nunca digas: ¿Cuál es la causa que los tiempos pasados fueron mejores que éstos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.
  11   Buena es la sabiduría con herencia; y más a los que ven el sol.
  12   Porque escudo es la sabiduría, y escudo es el dinero; mas la excelencia del conocimiento, es que la sabiduría da vida a los que la poseen.
  13   Considera la obra de Dios; porque ¿quién podrá enderezar lo que Él torció?
  14   En el día del bien goza del bien; y en el día del mal considera. Dios también hizo esto delante de lo otro, para que el hombre no descubra nada después de él.
  15   Todo esto he visto en los días de mi vanidad. Justo hay que perece por su justicia, y hay impío que por su maldad alarga sus días.
  16   No seas demasiado justo, ni seas sabio en exceso; ¿por qué habrás de destruirte?
  17   No hagas mucho mal, ni seas insensato; ¿por qué habrás de morir antes de tu tiempo?
  18   Bueno es que tomes esto, y también de esto otro no apartes tu mano; porque el que teme a Dios, saldrá con todo.
  19   La sabiduría fortalece al sabio más que diez poderosos que haya en la ciudad.
  20   Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque.
  21   Tampoco apliques tu corazón a todas las cosas que se dicen, no sea que oigas a tu siervo que habla mal de ti:
  22   Pues tu corazón sabe que muchas veces tú también has hablado mal de otros.
  23   Todas estas cosas probé con sabiduría, diciendo: Me haré sabio; mas la sabiduría se alejó de mí.
  24   Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
  25   Apliqué mi corazón al saber y a examinar; a inquirir la sabiduría y la razón; para conocer la maldad de la insensatez, y la necedad de la locura.
  26   Y he hallado más amarga que la muerte a la mujer cuyo corazón es lazos y redes, y sus manos son como ataduras. El que agrada a Dios escapará de ella; mas el pecador será apresado por ella.
  27   He aquí, esto he hallado, dice el Predicador, pesando las cosas una por una para hallar la razón.
  28   Lo que aún busca mi alma, y no lo encuentra: Un hombre entre mil he hallado; pero mujer entre todas éstas nunca hallé.
  29   He aquí, solamente esto he hallado; que Dios hizo al hombre recto, mas ellos buscaron muchas razones.

 
Eclesiastés 8
 
  1   ¿Quién como el sabio? ¿Y quién como el que sabe la declaración de las cosas? La sabiduría del hombre iluminará su rostro, y la tosquedad de su semblante se mudará.
  2   Yo te aconsejo que guardes el mandamiento del rey y la palabra del juramento de Dios.
  3   No te apresures a irte de delante de él, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que le plazca.
  4   Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?
  5   El que guarda el mandamiento no experimentará mal; y el corazón del sabio discierne el tiempo y el juicio.
  6   Porque para todo lo que quisieres hay tiempo y juicio; mas el trabajo del hombre es grande sobre él;
  7   Porque no sabe lo que ha de ser; y el cuándo haya de ser, ¿quién se lo enseñará?
  8   No hay hombre que tenga potestad sobre el espíritu para retener el espíritu, ni potestad sobre el día de la muerte; y no valen armas en tal guerra; ni la impiedad librará al que la posee.
  9   Todo esto he visto, y he puesto mi corazón en todo lo que debajo del sol se hace; hay tiempo en que el hombre se enseñorea del hombre para su propio mal.
  10   También he visto a los impíos ser sepultados, los cuáles entraban y salían del lugar santo, y ser olvidados en la ciudad donde esto hicieron. Esto también es vanidad.
  11   Por cuanto no se ejecuta luego sentencia sobre la mala obra, el corazón de los hijos de los hombres está entregado para hacer el mal.
  12   Bien que el pecador haga mal cien veces, y sus días le sean prolongados, con todo yo también sé que los que a Dios temen tendrán bien, los que temen ante su presencia;
  13   Pero no le irá bien al impío, ni le serán prolongados sus días, que son como sombra; por cuanto no teme ante la presencia de Dios.
  14   Hay vanidad que se hace sobre la tierra; que hay justos a quienes sucede como si hicieran obras de impíos; y hay impíos a quienes acontece como si hicieran obras de justos. Digo que esto también es vanidad.
  15   Por tanto, alabé yo la alegría; pues el hombre no tiene mejor bien debajo del sol, que comer y beber y alegrarse; y que esto le quede de su trabajo los días de su vida que Dios le concede debajo del sol.
  16   Yo pues di mi corazón a conocer sabiduría, y a ver la faena que se hace sobre la tierra ( porque hay quien ni de noche ni de día ve sueño en sus ojos );
  17   Y he visto todas las obras de Dios, que el hombre no puede alcanzar la obra que debajo del sol se hace; por mucho que se afane el hombre buscándola, no la hallará: aunque diga el sabio que la sabe, no por eso podrá alcanzarla.

 
Eclesiastés 9
 
  1   Ciertamente he dado mi corazón a todas estas cosas, para declarar todo esto; que los justos y los sabios, y sus obras, están en la mano de Dios; y que no saben los hombres ni el amor ni el odio; todo está delante de ellos.
  2   Todo acontece de la misma manera a todos; un mismo suceso acontece al justo y al impío; al bueno, al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como el bueno, así el que peca; el que jura, como el que teme el juramento.
  3   Este mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que todos tengan un mismo suceso, y también que el corazón de los hijos de los hombres esté lleno de mal y de enloquecimiento en su corazón durante su vida; y después, se van a los muertos.
  4   Aún hay esperanza para todo aquél que está entre los vivos; porque mejor es perro vivo que león muerto.
  5   Porque los que viven saben que han de morir; pero los muertos nada saben, ni tienen más paga; porque su memoria es puesta en olvido.
  6   También su amor, su odio y su envidia, fenecieron ya; y nunca más tendrán parte en todo lo que se hace debajo del sol.
  7   Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios.
  8   En todo tiempo sean blancas tus vestiduras, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.
  9   Goza de la vida con la esposa que amas, todos los días de la vida de tu vanidad, que te son dados debajo del sol, todos los días de tu vanidad; porque ésta es tu parte en la vida, y en tu trabajo con que te afanas debajo del sol.
  10   Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas; porque en el sepulcro, adonde tú vas, no hay obra, ni industria, ni ciencia, ni sabiduría.
  11   Me volví, y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontece a todos.
  12   Porque el hombre tampoco conoce su tiempo; como los peces que son presos en la mala red, y como las aves que se prenden en lazo, así son enlazados los hijos de los hombres en el tiempo malo, cuando éste cae de repente sobre ellos.
  13   También vi esta sabiduría debajo del sol, la cual me parece grande:
  14   Había una pequeña ciudad, y pocos hombres en ella; y vino contra ella un gran rey, y la sitió, y edificó contra ella grandes baluartes;
  15   y se halló en ella un hombre pobre, sabio, el cual libró la ciudad con su sabiduría; sin embargo, nadie se acordó de aquel hombre pobre.
  16   Entonces dije yo: Mejor es la sabiduría que la fortaleza; aunque la sabiduría del pobre sea menospreciada, y no sean escuchadas sus palabras.
  17   Las palabras del sabio dichas en quietud son oídas, más que los gritos del que gobierna entre los necios.
  18   Mejor es la sabiduría que las armas de guerra; pero un pecador destruye mucho bien.

 
Eclesiastés 10
 
  1   Las moscas muertas hacen heder y dar mal olor al perfume del perfumista; así una pequeña locura, al estimado como sabio y honorable.
  2   El corazón del sabio está a su mano derecha; mas el corazón del necio a su mano izquierda.
  3   Y aun mientras va el necio por el camino, le falta la cordura, y va diciendo a todos, que es necio.
  4   Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque el ceder hará cesar grandes ofensas.
  5   Hay un mal que he visto debajo del sol, como el error emanado del príncipe;
  6   la necedad está colocada en grandes alturas, y los ricos están sentados en lugar bajo.
  7   Vi siervos a caballo, y príncipes caminando como siervos sobre la tierra.
  8   El que hiciere el hoyo caerá en él; y al que rompiere el vallado, le morderá la serpiente.
  9   El que remueve las piedras, se herirá con ellas; el que parte la leña, en ello peligrará.
  10   Si se embotare el hierro, y su filo no fuere amolado, hay que añadir entonces más fuerza; pero la sabiduría es provechosa para dirigir.
  11   Muerde la serpiente cuando no está encantada, y el lenguaraz no es mejor.
  12   Las palabras de la boca del sabio son gracia; mas los labios del necio causan su propia ruina.
  13   El principio de las palabras de su boca es necedad; y el fin de su charla, nocivo desvarío.
  14   El necio multiplica las palabras; el hombre no sabe lo que ha de ser; ¿y quién le hará saber lo que después de él será?
  15   El trabajo de los necios los fatiga; porque no saben por dónde ir a la ciudad.
  16   ¡Ay de ti, tierra, cuando tu rey es muchacho, y tus príncipes banquetean de mañana!
  17   ¡Bienaventurada, tú, tierra, cuando tu rey es hijo de nobles, y tus príncipes comen a su hora, para reponer sus fuerzas y no para embriagarse!
  18   Por la pereza se cae la techumbre, y por la flojedad de manos se llueve la casa.
  19   Por el placer se hace el convite, y el vino alegra a los vivos; y el dinero responde a todo.
  20   Ni aun en tu pensamiento digas mal del rey, ni en los secretos de tu cámara digas mal del rico; porque las aves del cielo llevarán la voz, y las que tienen alas harán saber la palabra.

 
Eclesiastés 11
 
  1   Echa tu pan sobre las aguas; que después de muchos días lo hallarás.
  2   Reparte a siete, y aun a ocho; porque no sabes el mal que vendrá sobre la tierra.
  3   Si las nubes fueren llenas de agua, sobre la tierra la derramarán; y si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
  4   El que al viento mira, no sembrará; y el que mira a las nubes, no segará.
  5   Como tú no sabes cuál es el camino del viento, o como crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.
  6   Por la mañana siembra tu semilla, y a la tarde no dejes reposar tu mano; porque tú no sabes cuál es lo mejor, si esto o aquello, o si ambas cosas son igualmente buenas.
  7   Suave ciertamente es la luz, y agradable a los ojos ver el sol:
  8   Porque aunque un hombre viviere muchos años, y se alegrase en todos ellos; acuérdese sin embargo, que los días de las tinieblas serán muchos. Todo cuanto viene es vanidad.
  9   Alégrate, joven, en tu adolescencia, y tome placer tu corazón en los días de tu juventud; y anda en los caminos de tu corazón, y en la vista de tus ojos; mas sabe, que sobre todas estas cosas te traerá Dios a juicio.
  10   Quita, pues, de tu corazón el enojo, y aparta de tu carne el mal; porque la adolescencia y la juventud son vanidad.

 
Eclesiastés 12
 
  1   Acuérdate de tu Creador en los días de tu juventud, antes que vengan los días malos, y lleguen los años, de los cuales digas: No tengo en ellos contentamiento;
  2   antes que se oscurezca el sol, y la luz, y la luna y las estrellas, y las nubes se vuelvan tras la lluvia;
  3   cuando temblarán los guardas de la casa, y se encorvarán los hombres fuertes, y cesarán las muelas, porque han disminuido, y se oscurecerán los que miran por las ventanas;
  4   Y las puertas de afuera se cerrarán, por lo bajo del ruido de la muela; cuando se levantará al canto del ave, y todas las hijas del canto serán abatidas;
  5   cuando también temerán de la altura, y de los terrores en el camino; y florecerá el almendro, y la langosta será una carga, y se perderá el apetito; porque el hombre va a su morada eterna, y los que endechan andarán al derredor de las calles.
  6   Antes que la cadena de plata se quiebre, y se rompa el cuenco de oro, y el cántaro se quiebre junto a la fuente, y la rueda sea rota sobre el pozo;
  7   y el polvo vuelva a la tierra, como era, y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.
  8   Vanidad de vanidades, dijo el Predicador, todo es vanidad.
  9   Y cuanto más sabio fue el Predicador, tanto más enseñó sabiduría al pueblo; e hizo escuchar, e hizo escudriñar, y compuso muchos proverbios.
  10   Procuró el Predicador hallar palabras agradables, y escritura recta, palabras de verdad.
  11   Las palabras de los sabios son como aguijones; y como clavos hincados, las de los maestros de las congregaciones, dadas por un Pastor.
  12   Ahora, hijo mío, a más de esto, sé avisado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne.
  13   El fin de todo el discurso oído es éste: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre.
  14   Porque Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa encubierta, ya sea buena o sea mala.

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