Lucas 7-12


 
Lucas 7
 
  1   Y cuando acabó todas sus palabras en oídos del pueblo, entró en Capernaúm.
  2   Y el siervo de un centurión, al cual éste tenía en estima, estaba enfermo y a punto de morir.
  3   Y cuando oyó de Jesús, le envió unos ancianos de los judíos, rogándole que viniese y sanase a su siervo.
  4   Y viniendo ellos a Jesús, en seguida le rogaron, diciéndole: Es digno de que le concedas esto;
  5   porque ama nuestra nación, y él nos edificó una sinagoga.
  6   Entonces Jesús fue con ellos. Y cuando ya no estaban lejos de su casa, el centurión le envió unos amigos, diciéndole: Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo;
  7   por lo que ni siquiera me tuve por digno de venir a ti; mas di la palabra, y mi siervo será sano.
  8   Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mi cargo; y digo a éste: Ve, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace.
  9   Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe.
  10   Y volviendo a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo.
  11   Y aconteció el siguiente día, que Él iba a la ciudad que se llama Naín, e iban con Él muchos de sus discípulos, y una gran multitud.
  12   Y cuando llegó cerca de la puerta de la ciudad, he aquí que llevaban a enterrar a un difunto, hijo único de su madre, la cual también era viuda; y había con ella mucha gente de la ciudad.
  13   Y cuando el Señor la vio, se compadeció de ella, y le dijo: No llores.
  14   Y acercándose, tocó el féretro; y los que lo llevaban, se detuvieron. Y dijo: Joven, a ti digo, levántate.
  15   Entonces se incorporó el que había muerto, y comenzó a hablar. Y lo dio a su madre.
  16   Y todos tuvieron miedo, y glorificaban a Dios, diciendo: Un gran profeta se ha levantado entre nosotros; y: Dios ha visitado a su pueblo.
  17   Y esta fama de Él salió por toda Judea, y por toda la región de alrededor.
  18   Y los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas.
  19   Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, preguntando: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
  20   Y cuando los hombres vinieron a Él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú Aquél que había de venir, o esperaremos a otro?
  21   Y en la misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de malos espíritus; y a muchos ciegos dio la vista.
  22   Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, decid a Juan lo que habéis visto y oído; que los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos resucitan, y a los pobres es predicado el evangelio;
  23   y bienaventurado es aquel que no fuere escandalizado en mí.
  24   Y cuando se fueron los mensajeros de Juan, comenzó a decir de Juan a las gentes: ¿Qué salisteis a ver al desierto? ¿Una caña que es agitada por el viento?
  25   Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un hombre cubierto de vestiduras delicadas? He aquí, los que visten ropaje precioso, y viven en delicias, en los palacios de los reyes están.
  26   Mas ¿qué salisteis a ver? ¿Un profeta? Sí, os digo, y aun más que profeta.
  27   Éste es de quien está escrito: He aquí, envío mi mensajero delante de tu faz, el cual aparejará tu camino delante de ti.
  28   Porque os digo que entre los nacidos de mujer, no hay mayor profeta que Juan el Bautista; pero el más pequeño en el reino de Dios, mayor es que él.
  29   Y al oírle todo el pueblo, y los publicanos, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan.
  30   Mas los fariseos y los doctores de la ley, desecharon el consejo de Dios contra sí mismos, no siendo bautizados por él.
  31   Y dijo el Señor: ¿A quién, pues, compararé los hombres de esta generación, y a qué son semejantes?
  32   Semejantes son a los muchachos sentados en la plaza, que dan voces unos a otros, y dicen: Os tañimos con flautas, y no bailasteis; os endechamos, y no llorasteis.
  33   Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan, ni bebía vino, y decís: Demonio tiene.
  34   Vino el Hijo del Hombre, que come y bebe, y decís: He aquí un hombre glotón y bebedor de vino, amigo de publicanos y de pecadores.
  35   Mas la sabiduría es justificada de todos sus hijos.
  36   Y le rogó uno de los fariseos, que comiese con él. Y entrado en casa del fariseo, se sentó a la mesa.
  37   Y he aquí una mujer de la ciudad que era pecadora, cuando supo que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con ungüento,
  38   y estando detrás a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus pies, y los enjugaba con los cabellos de su cabeza; y besaba sus pies, y los ungía con el ungüento.
  39   Y cuando vio esto el fariseo que le había convidado, habló entre sí, diciendo: Éste, si fuera profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que le toca, que es pecadora.
  40   Entonces respondiendo Jesús, le dijo: Simón, una cosa tengo que decirte. Y él dijo: Di, Maestro.
  41   Un acreedor tenía dos deudores; el uno le debía quinientos denarios, y el otro cincuenta;
  42   y no teniendo éstos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos le amará más?
  43   Y respondiendo Simón, dijo: Pienso que aquél al cual perdonó más. Y Él le dijo: Rectamente has juzgado.
  44   Y vuelto a la mujer, dijo a Simón: ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa, no me diste agua para mis pies; mas ésta ha lavado mis pies con lágrimas, y los ha enjugado con los cabellos de su cabeza.
  45   No me diste beso, mas ésta, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies.
  46   No ungiste mi cabeza con aceite; mas ésta, ha ungido con ungüento mis pies.
  47   Por lo cual te digo: Sus muchos pecados son perdonados, porque amó mucho; mas a quien se le perdona poco, poco ama.
  48   Y a ella le dijo: Tus pecados te son perdonados.
  49   Y los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí: ¿Quién es Éste, que también perdona pecados?
  50   Más Él dijo a la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en paz.

 
Lucas 8
 
  1   Y aconteció después, que caminaba Él por todas las ciudades y aldeas, predicando y anunciando el evangelio del reino de Dios, y los doce con Él,
  2   y algunas mujeres que habían sido curadas de malos espíritus y de enfermedades: María, que se llamaba Magdalena, de la cual habían salido siete demonios,
  3   y Juana, esposa de Chuza, mayordomo de Herodes, y Susana, y otras muchas que le servían de sus bienes.
  4   Y cuando se juntó una gran multitud, y vinieron a Él de cada ciudad, les dijo por parábola:
  5   El sembrador salió a sembrar su semilla; y sembrando, una parte cayó junto al camino, y fue hollada; y las aves del cielo la comieron.
  6   Y otra parte cayó sobre la piedra; y nacida, se secó, porque no tenía humedad.
  7   Y otra parte cayó entre espinos; y creciendo los espinos juntamente, la ahogaron.
  8   Y otra parte cayó en buena tierra, y nació, y llevó fruto a ciento por uno. Y hablando estas cosas, dijo a gran voz: El que tiene oídos para oír, oiga.
  9   Y sus discípulos le preguntaron, diciendo: ¿Qué significa esta parábola?
  10   Y Él dijo: A vosotros es dado conocer los misterios del reino de Dios; mas a los otros por parábolas, para que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
  11   Ésta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios.
  12   Y los de junto al camino, éstos son los que oyen; y luego viene el diablo y quita la palabra de su corazón, para que no crean y sean salvos.
  13   Y los de sobre la piedra, son los que habiendo oído, reciben la palabra con gozo; mas éstos no tienen raíces; que por un tiempo creen, mas en el tiempo de la prueba se apartan.
  14   Y la que cayó entre espinos; éstos son los que oyen; mas yéndose, son ahogados de los afanes y las riquezas y los placeres de esta vida, y no llevan fruto.
  15   Mas la que en buena tierra, éstos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y llevan fruto con paciencia.
  16   Ninguno que enciende un candil lo cubre con una vasija, o lo pone debajo de la cama; mas lo pone en un candelero, para que los que entran vean la luz.
  17   Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado; ni escondido, que no haya de ser conocido, y de salir a luz.
  18   Mirad pues cómo oís; porque a todo el que tiene, le será dado; y a todo el que no tiene, aun lo que parece tener le será quitado.
  19   Entonces vinieron a Él su madre y sus hermanos; y no podían llegar a Él a causa de la multitud.
  20   Y le fue dado aviso, diciendo: Tu madre y tus hermanos están fuera, y quieren verte.
  21   Entonces respondiendo Él, les dijo: Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la palabra de Dios, y la ponen por obra.
  22   Y aconteció un día que Él entró en una barca con sus discípulos, y les dijo: Pasemos al otro lado del lago. Y partieron.
  23   Pero mientras navegaban, Él se durmió. Y sobrevino una tempestad de viento en el lago; y se anegaban, y peligraban.
  24   Y viniendo a Él, le despertaron, diciendo: ¡Maestro, Maestro, que perecemos! Y despertado Él, increpó al viento y al levantamiento de las aguas; y cesaron, y fue hecha bonanza.
  25   Y les dijo: ¿Dónde está vuestra fe? Y atemorizados, se maravillaban, diciendo los unos a los otros: ¿Quién es Éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?
  26   Y arribaron a la tierra de los gadarenos, que está al lado opuesto de Galilea.
  27   Y llegando Él a tierra, le salió al encuentro un hombre de la ciudad que tenía demonios por ya mucho tiempo; y no vestía ropa, ni moraba en casa, sino en los sepulcros.
  28   Éste, cuando vio a Jesús, dio voces, y postrándose delante de Él, dijo a gran voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes.
  29   ( Porque mandaba al espíritu inmundo que saliese del hombre; porque hacía mucho tiempo que le arrebataba; y le guardaban preso con cadenas y grillos; pero rompiendo las cadenas, era arrastrado del demonio a los desiertos. )
  30   Y Jesús le preguntó, diciendo: ¿Cómo te llamas? Y él dijo: Legión. Porque muchos demonios habían entrado en él.
  31   Y le rogaban que no les mandase ir al abismo.
  32   Y había allí un hato de muchos puercos que pacían en el monte; y le rogaron que los dejase entrar en ellos; y los dejó.
  33   Y los demonios, salidos del hombre, entraron en los puercos; y el hato se arrojó por un despeñadero en el lago, y se ahogó.
  34   Y cuando los que los apacentaban, vieron lo que había acontecido, huyeron, y yendo dieron aviso en la ciudad y por los campos.
  35   Y salieron a ver lo que había acontecido; y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, sentado a los pies de Jesús; vestido, y en su juicio cabal, y tuvieron miedo.
  36   Y los que lo habían visto, les contaron cómo había sido sanado aquel endemoniado.
  37   Entonces toda la multitud de la tierra de los gadarenos alrededor, le rogaron que se fuese de ellos; porque tenían gran temor. Y Él, subiendo en la barca, se volvió.
  38   Y aquel hombre de quien habían salido los demonios le rogaba que le permitiese estar con Él; mas Jesús le despidió, diciendo:
  39   Vuélvete a tu casa, y cuenta cuán grandes cosas ha hecho Dios contigo. Y él se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
  40   Y aconteció que cuando Jesús volvió, la multitud le recibió con gozo; porque todos le esperaban.
  41   Y he aquí un varón llamado Jairo, que era príncipe de la sinagoga, vino, y postrándose a los pies de Jesús, le rogaba que entrase en su casa;
  42   porque tenía una hija única, como de doce años, y ella se estaba muriendo. Y yendo, la multitud le apretaba.
  43   Y una mujer que tenía flujo de sangre hacía ya doce años, la cual había gastado en médicos todo cuanto tenía, y por ninguno había podido ser curada,
  44   llegándose por detrás, tocó el borde de su manto; y luego se estancó el flujo de su sangre.
  45   Entonces Jesús dijo: ¿Quién me ha tocado? Y negando todos, dijo Pedro y los que estaban con él: Maestro, la multitud te aprieta y oprime, y dices: ¿Quién me ha tocado?
  46   Y Jesús dijo: Alguien me ha tocado; porque sé que ha salido poder de mí.
  47   Entonces, viendo la mujer que no se había ocultado, vino temblando, y postrándose delante de Él le declaró delante de todo el pueblo por qué causa le había tocado, y cómo luego había sido sanada.
  48   Y Él le dijo: Hija, ten buen ánimo; tu fe te ha sanado; ve en paz.
  49   Hablando aún Él, vino uno del príncipe de la sinagoga a decirle: Tu hija ha muerto, no molestes más al Maestro.
  50   Y oyéndolo Jesús, le respondió, diciendo: No temas; cree solamente, y será sana.
  51   Y entrado en casa, no dejó entrar a nadie, sino a Pedro, y a Jacobo, y a Juan, y al padre y a la madre de la muchacha.
  52   Y lloraban todos, y hacían duelo por ella. Y Él dijo: No lloréis; no está muerta, sino duerme.
  53   Y se burlaban de Él, sabiendo que estaba muerta.
  54   Mas Él echó fuera a todos, y tomándola de la mano, le habló, diciendo: Muchacha, levántate.
  55   Entonces su espíritu volvió, y se levantó luego; y Él mandó que le diesen de comer.
  56   Y sus padres estaban atónitos; a los cuales Él mandó, que a nadie dijesen lo que había sido hecho.

 
Lucas 9
 
  1   Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para sanar enfermedades.
  2   Y los envió a predicar el reino de Dios, y a sanar a los enfermos.
  3   Y les dijo: No toméis nada para el camino, ni bordón, ni alforja, ni pan, ni dinero; ni llevéis dos túnicas cada uno.
  4   Y en cualquier casa en que entrareis, quedad allí, y de allí salid.
  5   Y si algunos no os recibieren, saliendo de aquella ciudad, aun el polvo sacudid de vuestros pies en testimonio contra ellos.
  6   Y saliendo, recorrían todas las aldeas, predicando el evangelio, y sanando por todas partes.
  7   Y oyó Herodes el tetrarca todas las cosas que Él hacía; y estaba perplejo, porque algunos decían: Juan ha resucitado de los muertos;
  8   y otros: Elías ha aparecido; y otros: Algún profeta de los antiguos ha resucitado.
  9   Y dijo Herodes: A Juan yo decapité; ¿quién, pues, será Éste, de quien yo oigo tales cosas? Y procuraba verle.
  10   Y cuando los apóstoles regresaron, le contaron todas las cosas que habían hecho. Y tomándolos, se retiró aparte a un lugar desierto de la ciudad que se llama Betsaida.
  11   Y cuando la gente lo supo, le siguieron; y Él les recibió, y les hablaba del reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
  12   Y cuando comenzó a declinar el día; llegan los doce, y le dicen: Despide la multitud, para que vayan a las aldeas, y campos de alrededor, y se alojen y hallen alimentos; porque aquí estamos en lugar desierto.
  13   Y Él les dijo: Dadles vosotros de comer. Y dijeron ellos: No tenemos más que cinco panes y dos pescados, a menos que vayamos a comprar alimentos para toda esta multitud.
  14   Y eran como cinco mil hombres. Entonces dijo a sus discípulos: Hacedlos sentar en grupos, de cincuenta en cincuenta.
  15   Y así lo hicieron, haciéndolos sentar a todos.
  16   Y tomando los cinco panes y los dos pescados, mirando al cielo los bendijo, y partió, y dio a sus discípulos para que pusiesen delante de la multitud.
  17   Y comieron todos, y se saciaron; y alzaron lo que les sobró, doce canastos de pedazos.
  18   Y aconteció que estando Él aparte orando, estaban con Él los discípulos; y les preguntó, diciendo: ¿Quién dice la gente que soy yo?
  19   Y ellos respondiendo, dijeron: Juan el Bautista; y otros, Elías; y otros, que algún profeta de los antiguos ha resucitado.
  20   Y les dijo: ¿Y vosotros, quién decís que soy yo? Entonces respondiendo Simón Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
  21   Mas Él, amonestándoles, les mandó que a nadie dijesen esto,
  22   diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea rechazado de los ancianos, y de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día.
  23   Y decía a todos: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz cada día, y sígame.
  24   Porque el que quisiere salvar su vida, la perderá; y cualquiera que perdiere su vida por causa de mí, éste la salvará.
  25   Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y se pierde a sí mismo, o se destruye?
  26   Porque el que se avergonzare de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando viniere en su gloria, y en la del Padre, y de los santos ángeles.
  27   Y os digo en verdad, que hay algunos de los que están aquí, que no gustarán la muerte, hasta que vean el reino de Dios.
  28   Y aconteció como ocho días después de estas palabras, que tomó a Pedro y a Juan y a Jacobo, y subió al monte a orar.
  29   Y entre tanto que oraba, la apariencia de su rostro se hizo otra, y su vestidura blanca y resplandeciente.
  30   Y he aquí dos varones que hablaban con Él, los cuales eran Moisés y Elías;
  31   que aparecieron con gloria, y hablaban de su partida, la cual Él había de cumplir en Jerusalén.
  32   Y Pedro y los que estaban con Él, estaban cargados de sueño; y despertando, vieron su gloria, y a los dos varones que estaban con Él.
  33   Y aconteció que apartándose ellos de Él, Pedro dice a Jesús: Maestro, bien es que nos quedemos aquí, y hagamos tres tabernáculos, uno para ti, y uno para Moisés, y uno para Elías; no sabiendo lo que decía.
  34   Y diciendo él esto, vino una nube que los cubrió; y tuvieron temor al entrar en la nube.
  35   Y vino una voz desde la nube, que decía: Éste es mi Hijo amado; a Él oíd.
  36   Y pasada aquella voz, Jesús fue hallado solo; y ellos callaron; y por aquellos días no dijeron nada a nadie de lo que habían visto.
  37   Y aconteció que al día siguiente, cuando descendieron del monte, una gran multitud les salió al encuentro.
  38   Y he aquí, un hombre de la multitud clamó, diciendo: Maestro, te ruego que veas a mi hijo; porque es mi único hijo;
  39   y he aquí un espíritu le toma, y de repente da gritos; y le sacude y le hace echar espuma, e hiriéndole difícilmente se aparta de él.
  40   Y rogué a tus discípulos que le echasen fuera, y no pudieron.
  41   Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh generación incrédula y perversa! ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros, y os he de soportar? Trae acá tu hijo.
  42   Y cuando aun se iba acercando, el demonio le derribó y le sacudió violentamente; mas Jesús reprendió al espíritu inmundo, y sanó al muchacho, y lo devolvió a su padre.
  43   Y todos estaban maravillados de la grandeza de Dios. Y admirándose todos de todas las cosas que Jesús hacía, dijo a sus discípulos:
  44   Dejad que estas palabras penetren en vuestros oídos, porque el Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres.
  45   Mas ellos no entendían esta palabra, y les era encubierta para que no la entendiesen; y temían preguntarle de esta palabra.
  46   Entonces entraron en disputa, de cuál de ellos sería el mayor.
  47   Mas Jesús, viendo los pensamientos del corazón de ellos, tomó a un niño, y lo puso junto a sí,
  48   y les dijo: Cualquiera que reciba a este niño en mí nombre, a mí me recibe; y cualquiera que me recibe a mí, recibe al que me envió; porque el que es más pequeño entre todos vosotros, ése será el más grande.
  49   Entonces respondiendo Juan, dijo: Maestro, hemos visto a uno que echaba fuera demonios en tu nombre; y se lo prohibimos, porque no sigue con nosotros.
  50   Jesús le dijo: No se lo prohibáis; porque el que no es contra nosotros, por nosotros es.
  51   Y aconteció, que cumpliéndose el tiempo en que había de ser recibido arriba, Él afirmó su rostro para ir a Jerusalén.
  52   Y envió mensajeros delante de sí, los cuales fueron y entraron en una aldea de samaritanos, para aparejar para Él.
  53   Pero no le recibieron, porque su apariencia era como de ir a Jerusalén.
  54   Y viendo esto sus discípulos Jacobo y Juan, dijeron: Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, y los consuma, así como hizo Elías?
  55   Entonces volviéndose Él, los reprendió, diciendo: Vosotros no sabéis de qué espíritu sois;
  56   porque el Hijo del Hombre no ha venido para perder las almas de los hombres, sino para salvarlas. Y se fueron a otra aldea.
  57   Y aconteció que yendo ellos, uno le dijo en el camino: Señor, te seguiré a dondequiera que fueres.
  58   Y le dijo Jesús: Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo tienen nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene donde recostar su cabeza.
  59   Y dijo a otro: Sígueme. Y él dijo: Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre.
  60   Y Jesús le dijo: Deja que los muertos entierren a sus muertos; y tú, ve, y predica el reino de Dios.
  61   Entonces también dijo otro: Te seguiré, Señor; mas déjame que me despida primero de los que están en mi casa.
  62   Y Jesús le dijo: Ninguno que poniendo su mano en el arado y mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios.

 
Lucas 10
 
  1   Después de estas cosas, designó el Señor también a otros setenta, los cuales envió de dos en dos delante de su faz, a toda ciudad y lugar a donde Él había de venir.
  2   Y les decía: La mies a la verdad es mucha, mas los obreros pocos; por tanto, rogad al Señor de la mies que envíe obreros a su mies.
  3   Id, he aquí yo os envío como corderos en medio de lobos.
  4   No llevéis bolsa, ni alforja, ni calzado; y a nadie saludéis por el camino.
  5   En cualquier casa donde entréis, primeramente decid: Paz sea a esta casa.
  6   Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él; y si no, se volverá a vosotros.
  7   Y posad en aquella misma casa, comiendo y bebiendo lo que os dieren; porque el obrero digno es de su salario. No os paséis de casa en casa.
  8   Y en cualquiera ciudad donde entrareis y os recibieren, comed lo que os pusieren delante;
  9   Y sanad a los enfermos que en ella hubiere, y decidles: El reino de Dios se ha acercado a vosotros.
  10   Mas en cualquier ciudad donde entrareis, y no os recibieren, saliendo por sus calles, decid:
  11   Aun el polvo que se nos ha pegado de vuestra ciudad, sacudimos contra vosotros: Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros.
  12   Y os digo que será más tolerable el castigo para Sodoma en aquel día, que para aquella ciudad.
  13   ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! que si en Tiro y en Sidón hubieran sido hechas las maravillas que se han hecho en vosotras, hace ya mucho tiempo, que sentadas en cilicio y ceniza, se habrían arrepentido.
  14   Por tanto, en el juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y Sidón que para vosotras.
  15   Y tú, Capernaúm, que hasta el cielo eres levantada, hasta el infierno serás arrojada.
  16   El que a vosotros oye, a mí me oye; y el que a vosotros desecha, a mí me desecha; y el que a mí desecha, desecha al que me envió.
  17   Y volvieron los setenta con gozo, diciendo: Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre.
  18   Y Él les dijo: Yo vi a Satanás caer del cielo como un rayo.
  19   He aquí os doy potestad de hollar sobre las serpientes y sobre los escorpiones, y sobre toda fuerza del enemigo, y nada en ningún modo os dañará.
  20   Mas no os regocijéis en esto de que los espíritus se os sujetan; antes regocijaos de que vuestros nombres están escritos en el cielo.
  21   En aquella misma hora Jesús se regocijó en su espíritu, y dijo: Te doy gracias, oh Padre, Señor del cielo y de la tierra, que escondiste estas cosas de los sabios y entendidos, y las has revelado a los niños. Sí Padre, porque así te agradó.
  22   Todas las cosas me son entregadas de mi Padre; y nadie sabe quién es el Hijo sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y a quien el Hijo lo quisiere revelar.
  23   Y volviéndose a sus discípulos, les dijo en privado: Bienaventurados los ojos que ven lo que vosotros veis:
  24   Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que vosotros veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.
  25   Y he aquí un doctor de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿qué haré para heredar la vida eterna?
  26   Y Él le dijo: ¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?
  27   Y él respondiendo, dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo.
  28   Y le dijo: Bien has respondido; haz esto, y vivirás.
  29   Mas él, queriéndose justificar a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?
  30   Y respondiendo Jesús, dijo: Un hombre descendía de Jerusalén a Jericó, y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron; e hiriéndole, se fueron, dejándole medio muerto.
  31   Y aconteció, que descendió un sacerdote por aquel camino, y viéndole, pasó por el otro lado.
  32   Y asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó por el otro lado.
  33   Pero un samaritano que transitaba, pasando por donde él estaba, al verle, tuvo compasión de él;
  34   y acercándose, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino; y poniéndole sobre su cabalgadura, le llevó al mesón, y cuidó de él.
  35   Y otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuida de él; y todo lo que de más gastares, yo cuando vuelva te lo pagaré.
  36   ¿Quién, pues, de estos tres te parece que fue el prójimo de aquél que cayó en manos de los ladrones?
  37   Y él dijo: El que mostró con él misericordia. Entonces Jesús le dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
  38   Y aconteció que yendo ellos, entró Él en una aldea; y una mujer llamada Marta, le recibió en su casa.
  39   Y ésta tenía una hermana que se llamaba María, la cual sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
  40   Pero Marta se distraía en muchos servicios; y vino a Él, diciendo: Señor, ¿no tienes cuidado que mi hermana me deja servir sola? Dile, pues, que me ayude.
  41   Y respondiendo Jesús, le dijo: Marta, Marta, estás afanada y turbada con muchas cosas:
  42   Pero una cosa es necesaria; y María ha escogido la buena parte, la cual no le será quitada.

 
Lucas 11
 
  1   Y aconteció que estaba Él orando en cierto lugar, y cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos.
  2   Y les dijo: Cuando oréis, decid: Padre nuestro que estás en el cielo; santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
  3   El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
  4   Y perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben. Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal.
  5   Y también les dijo: ¿Quién de vosotros tendrá un amigo, e irá a él a media noche, y le dirá: Amigo, préstame tres panes,
  6   porque un amigo mío ha venido a mí de camino, y no tengo qué ponerle delante;
  7   y él, desde adentro respondiendo, dijere: No me seas molesto; la puerta está ya cerrada, y mis niños están conmigo en cama; no puedo levantarme y dártelos?
  8   Os digo, que aunque no se levante a dárselos por ser su amigo, mas por su importunidad, se levantará y le dará todo lo que necesite.
  9   Y yo os digo: Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá.
  10   Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá.
  11   ¿Y quién de vosotros, siendo padre, si su hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si pescado, en lugar de pescado, le dará una serpiente?
  12   ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
  13   Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
  14   Y estaba Él lanzando un demonio, el cual era mudo; y aconteció que salido fuera el demonio, el mudo habló y la gente se maravillaba.
  15   Mas algunos de ellos decían: Por Belcebú, príncipe de los demonios, echa fuera los demonios.
  16   Y otros, tentándole, le pedían señal del cielo.
  17   Mas Él, conociendo los pensamientos de ellos, les dijo: Todo reino dividido contra sí mismo, es desolado; y una casa dividida contra sí misma, cae.
  18   Y si también Satanás está dividido contra sí mismo, ¿cómo permanecerá su reino? pues decís que por Belcebú echo yo fuera los demonios.
  19   Pues si yo echo fuera los demonios por Belcebú, ¿vuestros hijos por quién los echan fuera? Por tanto, ellos serán vuestros jueces.
  20   Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros.
  21   Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en paz está lo que posee.
  22   Mas si viniere otro más fuerte que él, y le vence, le quita todas las armas en que confiaba, y reparte sus despojos.
  23   El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama.
  24   Cuando el espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando reposo; y no hallándolo, dice: Regresaré a mi casa de donde salí.
  25   Y viniendo, la halla barrida y adornada.
  26   Entonces va, y toma otros siete espíritus peores que él; y entrados, habitan allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero.
  27   Y aconteció que diciendo estas cosas, una mujer de la multitud, levantando la voz, le dijo: Bienaventurado el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste.
  28   Y Él dijo: Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan.
  29   Y juntándose la multitud, comenzó a decir: Esta generación mala es: Demandan señal, mas señal no le será dada, sino la señal de Jonás el profeta.
  30   Porque como Jonás fue señal a los ninivitas, así también será el Hijo del Hombre a esta generación.
  31   La reina del Sur se levantará en juicio con los hombres de esta generación, y los condenará; porque vino de los fines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y he aquí uno mayor que Salomón en este lugar.
  32   Los hombres de Nínive se levantarán en juicio con esta generación, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron; y he aquí uno mayor que Jonás en este lugar.
  33   Nadie pone en oculto el candil encendido, ni debajo del almud, sino en el candelero, para que los que entran vean la luz.
  34   La luz del cuerpo es el ojo; así que si tu ojo fuere sincero, también todo tu cuerpo será iluminado; mas si fuere malo, también tu cuerpo será tenebroso.
  35   Mira pues, que la luz que en ti hay, no sea tinieblas.
  36   Así que, si todo tu cuerpo está lleno de luz, no teniendo parte alguna de tinieblas, será todo luminoso, como cuando una lámpara con su resplandor te alumbra.
  37   Y luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrado Jesús, se sentó a la mesa.
  38   Y el fariseo, cuando lo vio, se maravilló de que no se lavó antes de comer.
  39   Y el Señor le dijo: Ahora, vosotros los fariseos limpiáis lo de fuera de la copa y del plato; pero por dentro estáis llenos de rapiña y de maldad.
  40   Necios, ¿el que hizo lo de fuera, no hizo también lo de dentro?
  41   Pero dad limosna de lo que tenéis; y he aquí, todo os es limpio.
  42   Mas ¡ay de vosotros, fariseos! que diezmáis la menta, y la ruda, y toda hortaliza; mas el juicio y el amor de Dios pasáis por alto. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer lo otro.
  43   ¡Ay de vosotros, fariseos! que amáis las primeras sillas en las sinagogas, y las salutaciones en las plazas.
  44   ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! que sois como sepulcros encubiertos, y los hombres que andan encima no lo saben.
  45   Y respondiendo uno de los doctores de la ley, le dice: Maestro, cuando dices esto, también nos afrentas a nosotros.
  46   Y Él dijo: ¡Ay de vosotros también, doctores de la ley! que abrumáis a los hombres con cargas pesadas de llevar; mas vosotros ni aun con un dedo las tocáis.
  47   ¡Ay de vosotros! que edificáis los sepulcros de los profetas, y los mataron vuestros padres.
  48   De cierto dais testimonio que consentís en los hechos de vuestros padres; porque a la verdad ellos los mataron, mas vosotros edificáis sus sepulcros.
  49   Por tanto, la sabiduría de Dios también dijo: Enviaré a ellos profetas y apóstoles; y de ellos a unos matarán y a otros perseguirán;
  50   para que de esta generación sea demandada la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la fundación del mundo;
  51   desde la sangre de Abel, hasta la sangre de Zacarías, que murió entre el altar y el templo. De cierto os digo: Será demandada de esta generación.
  52   ¡Ay de vosotros, doctores de la ley! que habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis.
  53   Y diciéndoles estas cosas, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle en gran manera, para provocarle a que hablase de muchas cosas;
  54   acechándole, y procurando cazar algo de su boca para acusarle.

 
Lucas 12
 
  1   En esto, juntándose una innumerable multitud, tanto que unos a otros se hollaban, comenzó a decir a sus discípulos primeramente: Guardaos de la levadura de los fariseos, que es hipocresía.
  2   Porque nada hay encubierto, que no haya de ser revelado; ni oculto, que no haya de ser sabido.
  3   Por tanto, lo que dijisteis en tinieblas, a la luz será oído; y lo que hablasteis al oído en las alcobas, será pregonado en las azoteas.
  4   Pero os digo, amigos míos: No temáis a los que matan el cuerpo, y después nada más pueden hacer.
  5   Mas os enseñaré a quién debéis temer: Temed a Aquél que después de haber quitado la vida, tiene poder de echar en el infierno: Sí, os digo: A Éste temed.
  6   ¿No se venden cinco pajarillos por dos blancas? Y ni uno de ellos está olvidado delante de Dios.
  7   Pues aun los cabellos de vuestra cabeza están todos contados. No temáis, pues, de más estima sois vosotros que muchos pajarillos.
  8   Y os digo que todo aquel que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del Hombre le confesará delante de los ángeles de Dios;
  9   mas el que me negare delante de los hombres, será negado delante de los ángeles de Dios.
  10   Y todo aquel que dijere palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; mas al que blasfemare contra el Espíritu Santo, no le será perdonado.
  11   Y cuando os trajeren a las sinagogas, y a los magistrados y potestades, no os preocupéis de cómo o qué hayáis de responder, o qué hayáis de decir;
  12   porque el Espíritu Santo os enseñará en la misma hora lo que debéis de decir.
  13   Y le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia.
  14   Mas Él le dijo: Hombre, ¿quién me puso por juez o partidor sobre vosotros?
  15   Y les dijo: Mirad, y guardaos de la avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee.
  16   Y les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho;
  17   y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde almacenar mis frutos?
  18   Y dijo: Esto haré; derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí almacenaré todos mis frutos y mis bienes;
  19   y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes almacenados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate.
  20   Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?
  21   Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.
  22   Y dijo a sus discípulos: Por tanto os digo: No os preocupéis por vuestra vida, qué comeréis; ni por el cuerpo, qué vestiréis.
  23   La vida más es que la comida, y el cuerpo que el vestido.
  24   Considerad los cuervos, que no siembran, ni siegan; que no tienen almacén, ni granero; y Dios los alimenta. ¿Cuánto más sois vosotros de más estima que las aves?
  25   ¿Y quién de vosotros podrá con afanarse añadir a su estatura un codo?
  26   Pues si no podéis ni aun lo que es menos, ¿por qué os afanáis por lo demás?
  27   Considerad los lirios, cómo crecen; no labran, ni hilan; y os digo, que Salomón, con toda su gloria, no se vistió como uno de ellos.
  28   Y si así viste Dios a la hierba, que hoy está en el campo, y mañana es echada en el horno; ¿cuánto más a vosotros, hombres de poca fe?
  29   Vosotros, pues, no os preocupéis qué habéis de comer, o qué habéis de beber; ni estéis ansiosos.
  30   Porque todas estas cosas buscan las gentes del mundo; pero vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas.
  31   Mas buscad primeramente el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas.
  32   No temáis, manada pequeña; porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino.
  33   Vended lo que poseéis, y dad limosna; haceos bolsas que no se envejezcan, tesoro en el cielo que no se agote; donde ladrón no llega, ni polilla corrompe.
  34   Porque donde está vuestro tesoro, allí también estará vuestro corazón.
  35   Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas;
  36   y vosotros, como hombres que esperan cuando su señor ha de volver de las bodas; para que cuando viniere, y tocare, luego le abran.
  37   Bienaventurados aquellos siervos a los cuales cuando el señor venga, halle velando; de cierto os digo, que se ceñirá, y hará que se sienten a la mesa, y vendrá y les servirá.
  38   Y si viniere a la segunda vigilia, o aunque viniere a la tercera vigilia, y los hallare así, bienaventurados son aquellos siervos.
  39   Pero esto sabed, que si supiese el padre de familia a qué hora había de venir el ladrón, velaría ciertamente, y no dejaría minar su casa.
  40   Vosotros, pues, también, estad apercibidos; porque a la hora que no penséis, el Hijo del Hombre vendrá.
  41   Entonces Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?
  42   Y dijo el Señor: ¿Quién es el mayordomo fiel y prudente, al cual el señor pondrá sobre su familia, para que a tiempo les dé su ración?
  43   Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor viniere, hallare haciendo así.
  44   En verdad os digo, que él le pondrá sobre todos sus bienes.
  45   Mas si aquel siervo dijere en su corazón: Mi señor tarda en venir; y comenzare a golpear a los siervos y a las criadas, y a comer y beber y a embriagarse;
  46   vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera, y a la hora que no sabe, y le castigará severamente, y pondrá su parte con los infieles.
  47   Porque el siervo que sabiendo la voluntad de su señor, no se preparó, ni hizo conforme a su voluntad, será azotado mucho.
  48   Mas el que sin saberla, hizo cosas dignas de azotes, será azotado poco; porque al que mucho le es dado, mucho le será demandado; y al que encomendaron mucho, más le será pedido.
  49   Fuego vine a meter en la tierra; ¿y qué quiero, si ya está encendido?
  50   Pero de un bautismo me es necesario ser bautizado; y ¡cómo me angustio hasta que se cumpla!
  51   ¿Pensáis que he venido a la tierra a dar paz? No; sino disensión.
  52   Porque de aquí adelante cinco en una casa estarán divididos; tres contra dos, y dos contra tres.
  53   El padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra.
  54   Y decía también a la gente: Cuando veis la nube que sale del poniente, luego decís: Agua viene; y es así.
  55   Y cuando sopla el viento del sur, decís: Hará calor; y lo hace.
  56   ¡Hipócritas! Sabéis discernir la faz del cielo y de la tierra; ¿y cómo no discernís este tiempo?
  57   ¿Y por qué aun de vosotros mismos no juzgáis lo que es justo?
  58   Cuando vayas al magistrado con tu adversario, procura en el camino librarte de él; para que no te arrastre al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel.
  59   Te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado hasta la última blanca.

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