La cercanía de Jesús

“Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe.” - Hebreos 10:22

 

¡Jesús está cerca!

Querido amigo, hace tres mil años, un hombre, tan terriblemente perplejo como podría estar usted o cualquier persona, dijo, después de enunciar todas las razones de su perplejidad: “Me hace bien acercarme a Dios”. Con cuánta razón puede un pecador preocupado y perplejo decir: “Me hace bien que Dios se ha acercado a mí” porque esa es la realidad extraordinaria de la revelación cristiana.

Dios no se ha mantenido a distancia de nosotros pecadores como podía haber mantenido; sino que al contrario, ha aparecido entre nosotros en “el hombre de Cristo Jesús”, que es Emanuel --“Dios con nosotros” y él es Emanuel tal como él es Jesús. Él es “Dios con nosotros” con el propósito expreso de salvarnos de nuestros pecados. “Apareció para quitar nuestros pecados”; y fue visto por los hombres como un verdadero Jesús, tan cercano, que cuando colocaron frente a él a un indefenso pecador, pudo decirle en su cama de enfermo: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados.” [1 Tim. 2:5, Mat. 1:23, 1 Juan 3:5, Mat. 9:2]

No debemos pensar en “Dios nuestro Salvador” (Tito 3:4) como alguien muy lejos de nosotros, porque ciertamente está muy cerca. Estaba muy cerca de los hombres entre quienes vivió cuando anduvo aquí sobre la tierra, porque lo vieron con sus propios ojos, lo oyeron con sus propios oídos, lo tocaron con sus manos, navegaron con él en la misma barca, caminaron con él por el mismo camino, se sentaron con él a la misma mesa y durmieron con él bajo el mismo techo.

Y realmente está tan cerca de usted ahora como lo estuvo de los hombres de su época. No está tan cerca en un sentido físico, sino muy cerca de la fe. Lo que era en aquel entonces por ser persona viva, es ahora por su evangelio, su Palabra escrita. Era hombre y andaba entre toda clase de hombres. En él moraba toda la plenitud de bendiciones, y él otorgaba sus cosas buenas a los necesitados que apelaban a él. Vino con el propósito de ayudar a todos los que sentían su necesidad de él. [Col. 1:19]

Y lo que era entonces es ahora por la palabra de su gracia. Está cerca de cualquiera que toma el pasaje de su Santa Palabra y lo deja penetrar en su mente por medio de sus ojos y sus oídos. Dondequiera que la revelación de que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores” penetra la mente del hombre, allí está él. Y cuando Jesús está brillando así en el corazón por medio de la Palabra, si el “espíritu de fe” está actuando para sensibilizarlo, producirá una impresión indeleble de él. [1 Tim. 1:15, 2 Cor. 4:13]

Lo que dicen las Escrituras

“No digas en tu corazón, ¿Quién subirá al cielo? (esto es, para traer abajo a Cristo); o, ¿quién descenderá al abismo? (esto es, para hacer subir a Cristo de entre los muertos). Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” Romanos 10:6-9.

“Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” - Juan 1:14.

“Mas el Dios de toda gracia” asumió nuestra naturaleza y “habitó entre nosotros” como uno “lleno de gracia y de verdad.” “Que os ha nacido hoy,…un Salvador, que es Cristo el Señor.” - [1 Ped. 5:10, Luc. 2:11]

El Salvador se ha acercado a los que piensa salvar, a fin de que haya una relación de nacimiento entre ellos porque, “participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo”. La idea preponderante en la redención es quitar todo aquello que ha creado una distancia moral entre nosotros y Dios. La expiación por medio del derramamiento de sangre de Jesús es recibida por nosotros como aquello por medio de lo cual Dios y nosotros somos uno. “Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios.” Y “ahora en Cristo” aquellos que por su naturaleza y su transgresión “estaban lejos, [han] sido hechos cercanos por la sangre de Cristo. Porque él es nuestra paz”. Sus obras de gracia y sus sufrimientos han quitado todas las causas para seguir distanciados de Dios como si no fuera un Dios de gracia; y todas esas obras que hizo cuando se encontraba sobre la tierra tenían como fin aniquilar de una sola vez la distancia moral que existe entre él y los pobres pecadores necesitados. [Heb. 2:14, Rom. 5:11, 1 Ped. 3:18, Ef. 2:13, 14]

El Dios a quien hemos dado justa razón para estar ofendido con nosotros, aún reconcilia a los pecadores consigo mismo por medio de Cristo, no imputándoles sus transgresiones. Y cuando consideramos todo lo que ha hecho, y todas las manifestaciones de su gracia y buena voluntad que ha demostrado para con los hombres, y la manera sorprendente de actuar con los necesitados que acudían a él sobre la tierra, no podemos menos que llegar a esta conclusión: el gran pensamiento subyacente de su misión a nuestro mundo era revelar al Padre, a fin de inspirar a los hijos de los hombres distanciados a confiar en él plenamente.

Cuando leemos las cuatro narraciones de la vida de Jesús (Mateo, Marcos, Lucas y Juan) y oímos la conclusión de toda la cuestión, tal como fue dada por el Espíritu Santo en las memorables palabras: “Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre”, por cierto que no podemos menos que decir “Todo está listo”, el camino de vida está abierto, Cristo se está acercando, “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe.” [Juan 20:31, Mat. 22:4, Heb. 10:22]

Todo esto es muy valioso y trae pleno consuelo al pecador despierto e inquisitivo. El Salvador siempre está cerca suyo; “porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó.” “Jesucristo ha venido en carne.” [1 Juan 1:2]

Él es “el Señor de nuestra justicia” y por fe puede declararlo suyo para llenar sus necesidades y puede decir confiadamente al abrazarlo: “en el Señor tengo justicia y fortaleza.” [Jer. 23:6, Sal. 71:16]

Tiene “potestad en la tierra para perdonar pecados”, porque no sólo es Dios de gracia, sino que “se presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado”. Como alguien ha dicho con razón: “El perdón es traído cerca y seguro para el alma --la palabra de fe al corazón y a la boca-- que aniquila la distancia, y convierte el perdón en una bendición presente. [Mat. 9:6, Heb. 9:26]

Jesús aún nos habla

“Jesús ha bajado para actuar con gracia entre los hombres, sin la intervención de un médium. El pecador y el Salvador se acercan cara a cara; por lo tanto, Dios no ha de ser buscado a distancia, debajo de ceremonias secretas o dentro del claustro de los templos. El bendito Salvador camina afuera entre nuestras necesidades con su gracia maravillosa y condescendiente”, tan cercano que cualquier pecador no tiene más que levantar su ojos y ¡he aquí! “un Cordero como inmolado” está delante suyo (Apoc. 5:6), y puede oír la voz de Jesús diciendo: “tus pecados te son perdonados.”

Pensemos en Jesús como la historia del Evangelio nos lo muestra. Es el mismo ahora, lleno de gracia, como cuando dijo al paralítico: “Ten ánimo, hijo; tus pecados te son perdonados”; el mismo como cuando la “mujer que padecía de flujo de sangre desde hacía doce años... tocó el borde de su manto,” y le oyó decir: “Hija, tu fe te ha salvado”; el mismo que escuchando el clamor de dos ciegos cuando pasaba: “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!”, tocó sus ojos diciendo: “Conforme a vuestra fe sea hecho”, y sus ojos fueron abiertos; el mismo que puso sus manos sobre el leproso diciendo: “Quiero, sé limpio. Y al instante su lepra desapareció”; el mismo que cuando “se acercaban a Jesús los publicanos y pecadores para oírle”; el mismo lleno de gracia es aún Jesús como cuando “anduvo haciendo bienes” y “murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras”. [Mat. 9:2-6, Luc. 8:44-48, Mat. 9:27-28, Mat. 8:3, Hech. 10:38, 1 Cor. 15:3]

“Sigue siendo el mismo Señor, y se propone serlo. No se ha vuelto a retirar detrás del velo, ni juntó aquello que fue rasgado desde arriba hasta abajo. No ha vuelto a construir aquello que destruyó. Lo que él llena y amuebla no es un ‘santuario mundano’, ni vuelve a esconderse bajo ceremonias y observancias y ritos y prácticas. Ha descendido del cielo a la tierra, anda entre los hombres en el ministerio de su precioso evangelio y por su Espíritu, rogando a pecadores que se reconcilien con Dios.” Él es el Cristo de Dios, el Amigo de pecadores, el Salvador de los perdidos. Éste es el Jesús que le dice, oh corazón inquieto: “Venid a mí... y yo os haré descansar.” El evangelio de Jesucristo, el Hijo de Dios, cuando es comprendido correctamente y creído realmente, remplaza y arrasa totalmente con todos los elementos de la religión carnal, en la cual el hombre tiende a confiar. [Mat. 27:51, Heb. 10:20, Mat. 11:28]

Religiones carnales

La superstición es la religión de muchos. Millones le tienen un miedo supersticioso a Dios, y usan diversos métodos rápidos para librarse del objeto de su terror. Mantenerlo a distancia a fin de que no derrame sobre ellos el frasco de su ira es su único deseo. Dios ha enviado a su Hijo por gracia, pero muchos todavía no lo saben. Viven y mueren en el temor y la oscuridad. Pero la mayoría de aquellos que han oído acerca de Jesucristo tienen unas nociones tan equivocadas con respecto a él y su misión y obra de amor, tan lejos están de reconocerlo como “lleno de gracia y de verdad” o como el que “se muestra paciente con los ignorantes y extraviados” que neciamente eligen ellos mismos a una criatura similar para ser mediador entre ellos y el Señor. Cuando comprendemos la preciosa verdad que Jesús, el Hijo del Hombre, tiene poder sobre la tierra para perdonar pecados y es todavía el mismo en cuanto a su gracia que era cuando le dijo a la pobre mujer pecadora que le lavó los pies con sus lágrimas: “Tus pecados te son perdonados... Tu fe te ha salvado, vé en paz” es el momento de dejar atrás todos los sentimientos paganos y prácticas idólatras. [Juan 1:14, Heb. 5:2, Luc. 7:50]

El sacerdotalismo [la religión de usar un sacerdote para representarlo a usted ante Dios] es también descartado por la verdadera fe que se apropia de Jesús como un Salvador siempre cercano. Muchos no tienen otra religión que la de los sacerdotes. Pero esa no es la religión del Nuevo Testamento. Hubo, por cierto, un sacerdocio designado divinamente, aquellos por medio de quienes los adoradores bajo el régimen del Antiguo Testamento se acercaban a Dios. Tenían que acudir por la senda consagrada, y sus transacciones tenían que ser realizadas por un sacerdocio consagrado, de lo contrario no podían ser aceptados. Pero esto servía sólo como una sombra de las cosas buenas que vendrían, y fue descartado completamente cuando el gran Apóstol y Sumo Sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús, entró en el cielo mismo con su propia sangre para aparecer allí en la presencia de Dios abogando por nosotros. [Col. 2:17, Heb. 9:11-24]

Habiendo venido Cristo, ya no se necesita ningún sacerdote, y los únicos que hay son los hechos por el hombre, que actúan descaradamente ante el evangelio y el genio de la dispensación actual. Dios no designa ahora ningún sacerdote, y todos los que conocen a Jesús como el Sacerdote bendito que tiene poder sobre la tierra para perdonar los pecados, no confían en ningún sacerdocio humano porque, teniendo a Jesús, no sienten necesidad de ningún otro sacerdote, y están convencidos, en razón de las Escrituras, que la era de los sacerdotes ha pasado. El poder terrible de los sacerdotes humanos tiene su origen en el temor supersticioso a Dios que domina a los que los emplean; pero dondequiera que Jesús se acerca y dice: “¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” “Paz a vosotros”, el oficio del sacerdote es suplantado por la fe, y su poder llega a un súbito final. [Marcos 6:50, Juan 20:19-21]

La religiosidad es también descartada por la fe en Jesús quien siempre está cerca. Es triste pensar que muchos son víctimas de la religiosidad al igual que de la mundanalidad. Hay millones cuyas ideas del cristianismo son tan bajas o equivocadas que creen que la Iglesia, con sus diversas designaciones, es una institución equipada con la maquinaria para poner religiosidad en la gente, tal como una fábrica está equipada con maquinaria para producir mercadería hecha por ella. La mayoría de las personas no parecen tener conciencia de la verdad principal del cristianismo, de que “Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores”. Su conducta pareciera indicar que han adoptado la noción de que Cristo no vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido”, sino para poner su sello de aprobación sobre los que están haciendo sus mejores esfuerzos por superarse; porque la religiosidad, que es el único evangelio conocido por la generalidad de los eruditos, procede evidentemente de este concepto. [1 Tim. 1:15, Luc/ 19:10]

El hombre religioso “cree que la adoración hace al adorador y, por lo tanto, debe ocuparse diligentemente de la adoración a fin de ser aceptado. La idea principal que tal hombre tiene con respecto a la adoración (como la oración y la alabanza y el servir) es que es un medio para asegurar su aceptación y lograr la reconciliación con Dios. Trae sus ofrendas como los sobornos o los pagos del criminal, no como ofrendas de acción de gracias del perdonado. Adora a fin de aplacar a Dios y persuadirle que lo colme de sus favores. Pero Dios no puede ser dueño de una religión cuyo propósito es comprar su amor, persuadirle que sea bueno y que acepte la persona del adorador en base a la multitud o excelencia de sus obras.”

El verdadero cristianismo es Cristo

¡Qué distintas de todo esto son las obras de Jesús! Él dice: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Mar. 2:5-9), y nunca dice una palabra acerca de ningún servicio que el hombre haya realizado para ganárselo, ni lo obligó a servirle en el futuro. Lo dejó libre y lo envió de vuelta a su casa, sabiendo bien que, por gratitud, se consideraría “libre para servir, pero no para pecar”. Jesús al acercarse y dispensar gratuitamente su gracia a pecadores de toda especie, quita la religiosidad de raíz.

Ciertamente que es triste cuando se les enseña a los hombres a considerar a Dios con una veneración meramente natural como “Dios grande, digno de ser temido” que habita “en la obscuridad”, lejos del pecador moribundo y necesitado. Éste no es el Dios del evangelio porque Jesús, siendo Dios-hombre, realmente está cerca de los pobres pecadores, tan condescendiente y tan dispuesto a suplir todas sus necesidades como lo estaba cuando se había “manifestado en la carne” como “el Hijo del Hombre” quien vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido”. [Dan. 9:4, 1 Rey. 8:12, 1 Tim. 3:16, Luc. 19:10]

“Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” - Hebreos 10:19-22.

 

Preguntas para estudio
Lección 3 La cercanía de Jesús

Por favor lea primero el capítulo 3

¡Jesús está cerca!

1. ¿Cuán cerca está Jesús a usted ahora, en comparación con lo cerca que estaba a las personas que conoció en la época del Nuevo Testamento cuando andaba sobre la tierra físicamente? Explique brevemente su respuesta.

2. Haga una lista de las frases clave (con las referencias) de las Escrituras que dicen que Jesús está cerca suyo, las cuales usted considera las más convincentes.

 

Jesús aún nos habla

3. Brevemente y en sus propias palabras:

a. Diga porqué es importante para usted que Jesús está tan cerca.

b. ¿Cuál podría ser un resultado si estuviera a distancia?

 

Religiones carnales

4. a. ¿En qué consiste la ‘religión’ de la superstición?

b. ¿Por qué es falsa?

5. a. ¿En qué consiste la ‘religión’ del sacerdotalismo?

b. ¿Por qué es falsa?

6. a. ¿En qué consiste la ‘religión’ de la religiosidad?

b. ¿Por qué es falsa?

 

¡El verdadero cristianismo es Cristo!

7. Brevemente, ¿cómo son las “obras de Jesús” diferentes de todas estas otras religiones?

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