Descanso para los cansados

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” - Mateo 11:28

 

¿Necesita usted descanso?

En el mundo abundan los trabajados y cargados. En realidad, hay pocos que no lo estén. Éste es un lugar de dolor y suspiros; un valle de lágrimas y sufrimientos. El hombre nacido de mujer tiene pocos días, y ellos están llenos de problemas. Así como una ola sigue a la otra en la playa, y como una estación sigue a otra estación, así los problemas siguen a los problemas en la vida del hombre. Ésta es la experiencia general. El pecado ha entrado y traído culpabilidad a los hijos de este mundo y maldición sobre el suelo. Sufrimiento y dolor, aflicción y muerte han sido la terrible secuela del pecado de Adán, y no se puede disfrutar de ningún descanso real hasta que el pecado sea quitado del culpable y ningún descanso eterno hasta que el culpable sea quitado definitivamente del pecado mismo. Los hijos de esta tierra han tenido siempre una percepción general que en ellos había algo malo, y han hecho repetidos esfuerzos por cambiar su condición y obtener paz para sus almas; pero todos estos han sido infructuosos: El mal no ha cesado, y el paraíso no ha sido restaurado. El mundo no ofrece los materiales necesarios para una dicha real e ininterrumpida.

Cada corazón conoce su propia amargura, y cada individuo siente su propio dolor. No todos llevan la carga del mismo tipo de males. Para uno, la carga puede ser una aflicción personal; para otro, un problema familiar y, para un tercero, un revés en su condición económica. Pero todos sí sienten, en un momento u otro, tanto de aquello que es maligno que los hace llegar a la conclusión de que éste es un mundo impío y decepcionante. Y cuando miramos a nuestro alrededor y observamos realísticamente la condición en que se encuentra la sociedad, nos veremos forzados a llegar a la triste conclusión de que éste es un mundo pecaminoso, lleno de dolor, cargado y trabajado. Las palabras como “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”, seguramente comunican a un mundo como el nuestro una invitación peculiarmente apropiada y bienvenida.

¿Quién extiende esta invitación?

Es la voz de Emanuel que llega a nuestros oídos. Éstas son las palabras del Redentor compasivo que el ojo del cansado ve. Fue la Palabra encarnada quien dijo estas preciosas palabras. Deje que su pensamiento reflexione en esa asombrosa realidad. “¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!” Pero no se puede esperar que ningún hombre hable como él, porque aunque había tomado la forma de siervo y la semejanza del hombre, era, no obstante, el Hijo de Dios y, como tal, conocía perfectamente al Padre. Esto es lo que dijo con respecto a sí mismo: “Nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.” [Juan 7:46, Mat. 11:27]

¡Que descubrimiento es éste en cuanto a la obra de Jesús! Él revela a Dios como un Padre para los pobres pecadores marginados. Ésta es una gracia sin paralelos. No sólo da a conocer la mente de Dios, sino que también revela su corazón; porque lo da a conocer como su Padre y como nuestro Padre. Viene para mostrarnos que aunque hemos dejado de sentirnos como sus hijos amantes y obedientes, él no ha dejado de tener por nosotros los sentimientos de un Padre. Es él, entonces, el que vino del Padre para declarar su amor y testificar de él, quien aquí habla. Justamente Aquél que vino para revelar la gracia y el amor de nuestro Padre en el cielo, invita a los pecadores cansados a venir a él. Siendo partícipe de la naturaleza del Padre, no puede haber error de su parte cuando habla del Padre “Dios..., en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo” (Heb. 1:2). Nos ha hablado a nosotros por medio de Jesús en palabras y hechos inigualables, y todavía nos habla por medio de él con palabras llenas de infinita ternura y amor.

Pero hay algo más en la persona de Jesús que merece nuestra atención. No sólo es “el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”, es también partícipe de nuestra naturaleza. Y, además, no apareció sobre la tierra como lo hizo un Adán antes de la Caída; apareció “en semejanza de carne de pecado”. Si usted lo hubiera visto, lo hubiera declarado el “hermano nacido para la adversidad” porque era “varón de dolores, experimentado en quebranto”. Se cansaba, tuvo hambre y sed: conoció la hondura de la pobreza, y sintió la carga del trabajo cotidiano. Sí puede, por tener la naturaleza de Dios, revelar todo lo que el Padre es y siente en su corazón hacia nosotros; por ser partícipe de la naturaleza del hombre puede simpatizar con nosotros, sufrir con nosotros y hacer que nuestro caso sea el suyo. Éste, pues, es él --el Dios-hombre-- quien se puso de pie junto a las aguas del lago en el monte de Galilea y dirigió su invitación misericordiosa a la multitud que lo rodeaba. [Heb. 1:3, Rom. 8:3, Prov. 17:17, Isa. 53:3]

Pero sabemos ahora, o podemos saber, más de él que lo que sabían aquellos a quienes fueron dirigidas estas palabras. Lo conocemos como el Primero y el Último, y El Que Vive habiendo estado muerto, y que vive eternamente. Escuchamos la invitación desde el Getsemaní, la escuchamos desde el Calvario, la escuchamos desde el trono celestial. Él fue entregado por nuestras ofensas, fue herido por nuestras transgresiones, fue levantado para nuestra justificación, y es exaltado para nuestra santificación [el proceso por el cual somos conformados al carácter divino]; volverá nuevamente para nuestra salvación eterna. Sus palabras todavía revelan al Padre --tal como lo hace su obra redentora completada, y como lo hace su Espíritu Santo cuando ilumina el alma tenebrosa.

¿A quiénes invita Jesús?

“Todos los que están trabajados y cansados”, es su propia respuesta. Antes de que él viniera, los judíos estaban trabajados y cargados de dos maneras. Vivían bajo un sistema de pesados ritos y ceremonias, agravados por los muchos agregados hechos por los hombres. Jesús, al verlos gimiendo bajo la carga más intolerable del pecado y sufrimiento, anheló darles libertad. Les presentó un yugo que era fácil, y una carga que era liviana. [Mat. 11:28-30]

Ésta es, sin lugar a dudas, una invitación general, pero creemos que nadie la aceptará mientras no sienta el pecado como una carga. ¿Siente usted remordimiento en su corazón, y está listo para clamar con los pecadores de Jerusalén: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” El Salvador le habla a usted especialmente. ¿Siente usted sus pecados como una pesada carga sobre su cabeza y que, debido a su transgresión ha sido “derribado... a los lados del abismo”? Las palabras del Salvador fueron dirigidas a usted. [Hech. 2:37, Isa. 14:15]

Observemos las palabras “trabajados” y “cargados” y notemos qué expresivas son. La palabra “trabajados” significa aquí más que trabajar. La expresión “todos los que están trabajados” significa “Ustedes que han estado trabajando hasta estar muy desgastados, agotados por el arduo trabajo y cansados”. Los hombres pecan contra Dios con la misma energía como si estuvieran trabajando para ganarse el pan diario. Se desgastan cometiendo iniquidades. Trabajan arduamente como si creyeran que su paga sería la vida --no la muerte. ¿Es usted un pecador agotado por este arduo trabajo? ¿Se siente exhausto y extenuado bajo el peso de sus transgresiones? Entonces entiende también lo que significa estar “cargado”.

La referencia original a “cargado” es al cargamento de un barco --cuanto más se carga más se hunde. Esto representa la condición de un pecador que ha despertado. Se ha estado llenando de un “cargamento” de pecado, y lo ha hecho durante tanto tiempo que siente que ya no puede cargar más. Su caso quizá pueda ser representado mejor por Pedro cuando caminando sobre el agua hacia Cristo, empezó a hundirse, y clamó: “¡Señor, sálvame” (Mat. 14:30). Si es usted sensible a sus pecados, siente que se está hundiendo por su propio peso en una perdición merecida. ¡Qué alarmante es tal posición!

Los pecadores, en su condición natural, están trabajando en una obra atroz. Con corazones empedernidos e impenitentes van acumulando diariamente la ira como un tesoro para el día de ira y la revelación del justo juicio de Dios, quien compensará a cada uno según sus obras. ¡Qué horrible la ocupación! ¡Qué peligroso el tesoro! ¡Qué espantosa la condenación! Muchos trabajan duro atesorando ira, pero nunca reflexionan que en el día de ira tendrán que recibir su propia aterradora acumulación. Pero algunos se alarman ante su terrible condición, y tiemblan. El Espíritu Santo toma la masa acumulada, y por un tiempo se las coloca encima, y bajo su peso aplastante se sienten como si se estuvieran hundiendo en un mar de ira, y están listos para clamar: “¡Señor, sálvanos porque perecemos!”

Querido amigo, ¿ha tomado el Espíritu Santo la carga de su culpa y se la ha colocado encima? ¡Ah, entonces de veras sabe lo que es estar “cargado”! Agradezca a Dios las más horribles convicciones que le pueda enviar sobre su condición culpable y perdida. Es mejor aguantar el tormento de una conciencia cargada por un poco de tiempo, que en la vida venidera aguantarlo eternamente. Si se siente inquieto por su salvación, si realmente el Espíritu de Dios lo ha abatido al punto de clamar: “Dios, sé propicio a mí, pecador” (Luc. 18:13), entonces se identificará con pasajes como estos:

“Porque mis iniquidades se han agravado sobre mi cabeza; como carga pesada se han agravado sobre mí. Estoy encorvado, estoy humillado en gran manera, ando enlutado todo el día. Me han alcanzado mis maldades, y no puedo levantar la vista. Se han aumentado más que los cabellos de mi cabeza, y mi corazón me falla” - Salmo 38:4,6; 40:12.

¡Qué desesperante es tal estado! Pero ofrece muchas esperanzas. Cristo fue ungido y enviado a predicar el evangelio a los pobres, a sanar a los quebrantados de corazón. ¿Está su conciencia cargada e inquieta? Entonces considere, para su alivio y consuelo, la invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

La invitación es misericordiosa

Lo primero que quiero que note sobre esta invitación de Jesús es lo misericordiosa que es. Es por amor y misericordia que invita de esta manera a los pecadores perdidos. La gracia lo trajo a este mundo; y por su gracia anduvo haciendo el bien. ¡Cuánto ha de haberse conmovido su corazón al mirar las multitudes y ver que eran como ovejas que no tienen pastor! Fue por verdadera misericordia que anduvo por sus ciudades y aldeas enseñando y predicando el evangelio de salvación. ¡Fue a oídos de los infieles e impenitentes desde Corazín, Betsaida y Capernaum que extendió esta invitación! ¡Y con cuánta misericordia nos extiende ahora esta misma invitación! Él está “lleno de gracia y de verdad”. Tiene la misma compasión ahora que en aquel entonces: y su gracia fluye con la misma plenitud en el cauce de su Palabra que cuando se encarnó y anduvo entre nosotros. ¿Acaso no es un llamado lleno de misericordia el que le extiende el Salvador? Usted no es digno de su consideración --usted no vale nada, ¡y aún así lo llama! Y él da el primer paso en esto. Usted no lo está buscando a él, pero él lo busca a usted. “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” ¡Qué misericordia! “Venid a mí..., y yo os haré descansar.” [Mat. 11:21-23, Juan 1:14, Luc. 19:10]

La invitación es generosa

La segunda cosa que quiero que note aquí es la generosidad de la invitación. No tiene un fin sórdido al llamarle. Su intención es únicamente buena. No tiene más que considerar lo que Jesús ha hecho, para ver lo sacrificado que es su amor. Cuando hace propuestas para recibirlo y bendecirle a usted, un pecador perdido, puede estar seguro de que es por el amor más puro. Piense en el Getsemaní y en el Calvario, y podrá percibir cuán generoso es al salvar a pecadores. El carácter egoísta por lo general no gusta y es rechazado, mientras que el generoso recibe aprobación y respeto universal. ¿Quién puede enterarse, y no aprobar, del trabajo sacrificado del filántropo Howard, quien tanto hizo para mejorar la condición de los presos y para reformar las cárceles? ¿Y qué mujer, al saber las circunstancias, no siente que todas las mujeres han sido ennoblecidas por las labores de la Sra. Fry entre las pobres mujeres confinadas en la cárcel en Newgate? Pero ese hombre y esa mujer no eran más que imitadores del Filántropo Divino, Jesucristo. Lo siguieron a lo largo de una distancia infinita.

“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” ¡Para salvar enemigos, tomó sobre sí la forma de un siervo, se humilló a sí mismo y fue obediente hasta la muerte, aun la muerte de cruz! Piense en el generoso amor de Emanuel cuando lo llama a fin de que acuda a él para ser salvo, ¡y permanezca indiferente si puede! [2 Cor. 8:9; Fil. 2:5-11]

La invitación es sincera

La tercera cosa que quiero que note en esta invitación es su sinceridad. Hay mucha falta de sinceridad entre los hombres. Muchos extienden invitaciones que esperan no sean aceptadas. Hasta se sentirían molestos si las aceptaran. Pero éste nunca puede ser el caso con Cristo Jesús porque él es llamado “Fiel y Verdadero”. Demostró su propia veracidad cuando andaba sobre la tierra, y hasta se denominó a sí mismo “la Verdad”. Él es “el Verdadero” y, al invitar a pecadores, es sincero. Cuando dice “Venid” significa justamente eso. Cuando vino a los suyos fue rechazado, demostró su sinceridad al procurar la salvación de ellos, porque no se dio enseguida por vencido con ellos, sino que continuó con ellos enseñando y predicando y haciendo milagros de amor. Y sus agonías en el Getsemaní y en la cruz demostraron poderosamente la sinceridad de su corazón. Por lo tanto, no le es indiferente si usted acude a él o no; y es sincero al invitarle a venir a él. Dice “Venid” desde lo más profundo de su corazón lleno de amor. No se trata de una expresión de que le desea bien: es auténtica; y será usted su propio enemigo si no acepta su invitación sincera “con corazón sincero”. [Apoc. 19:11, Juan 14:6, Jer. 10:10, Heb. 10:22]

La invitación es adecuada

La cuarta cosa que quiero que note en esta invitación es que es adecuada. Va acompañada de la promesa de aquello que necesita usted con la mayor urgencia: “Venid a mí, y yo os haré descansar”. Si ya desmaya y se siente cargado, ¿qué puede necesitar más que un descanso? “Y os haré descansar” es la promesa. El descanso es justo lo que necesita el hombre agotado por su arduo trabajo y ninguna otra cosa puede sustituirlo. Por lo tanto descanso espiritual es lo que necesita el pecador trabajado y cargado, y ninguna otra cosa puede llenar esa necesidad. Cuando la tormenta de la convicción ruge contra él y las olas de culpa están por vencerlo, nada anhela con más intensidad que el descanso. El regalo de Jesús --descanso para el alma atribulada-- es el favor más preciado otorgado a los hijos de los hombres. Y es bueno recordar siempre que es un regalo. “Os haré descansar.” El significado literal es “Yo causaré que descanses”. [Heb. 4:1-11]

Esto le muestra a usted no sólo que de una manera u otra usted puede obtener descanso por medio de Jesús, sino que muestra cuán completamente tiene que debérselo a él. Si llega a obtener esta inestimable bendición, él tiene que ser la causa, y la fuente, y el dador de su descanso. Cristo se encuentra ante usted y lo invita, no como una verdad abstracta, sino como una persona viva. Cristo andaba sobre la tierra cuando por primera vez dijo estas palabras y, aunque no vemos ahora su forma ni oímos su voz, hemos de creer, porque es realmente cierto que vive y nos habla a través de su Palabra como el que vive. La salvación no puede estar desconectada del Salvador personal. Usted tiene que venir a él si quiere que le dé descanso; y si de veras viene a él, descubrirá que el que prometió es fiel.

El descanso es triple

El descanso que usted necesita es triple: descanso de su inquietud con respecto a su culpabilidad; descanso de la esclavitud de la tiranía de su corrupción y descanso del cansancio causado por luchar con el pecado y el mal. La pena, el poder y la presencia del pecado son los motivos principales de inquietud, y de todos ellos nos libra Jesús.

Si acude usted al Señor Jesús, él hará que deje de preocuparse por el castigo de sus pecados al mostrarle cómo su muerte fue expiación por el pecado. Si él afirma el pie de usted sobre la roca de la obra completada, entonces su alma puede sentirse segura. Si lo viste a usted de la justicia de él, podrá recostar su cansada sien en su pecho bendito y disfrutar de refrescante descanso, porque sentirá que el Señor lo sostiene. Cristo es nuestra paz. Él es quien reconcilia con Dios y, por lo tanto, puede brindar paz al hombre. Él ha efectuado la reconciliación por medio de la sangre de su cruz, y ahora viene y predica paz, y todo el que viene a él viene a la paz. La inquietud de su alma desaparece por el rociamiento de esa sangre que nos limpia de todo pecado. “Si él diere reposo, ¿quién inquietará?” (¿quien puede declararnos culpables?) [Job 34:29, Rom. 5:1]

Él también le dará descanso de la esclavitud del pecado. Usted ha sido esclavo obsecuente del pecado. Le encantaba y usted le servía ávidamente antes de llegar al punto de alarmarse por su alma. El pecado se enseñoreaba de su naturaleza carnal. Le era imposible dejar de pecar, así como es imposible que una piedra que suelta de su mano, a menos que se tope con un obstáculo, deje de caer al suelo. Si no se ha convertido, se encuentra en una inclinación que desciende desde la tierra hasta la fosa sin fondo, e inevitablemente se deslizará hacia abajo y perecerá a menos que sea rescatado de su peligrosa posición. Puede usted anhelar salvarse a sí mismo, pero todos sus esfuerzos, sin ayuda, serán inútiles. Aun puede orar contra sus peores pecados, pero, aparte de la interferencia divina, seguirán siendo sus peores pecados. Puede resolver y esforzarse cien veces para dejar de pecar, pero descubrirá que Satanás no puede echar fuera a Satanás. Sólo Cristo puede hacerlo. Él dice: “Separados de mí nada podéis hacer”, pero también dice: “Venid a mí, y yo os haré descansar”. [Juan 15:5, Mat. 11:28]

Querido amigo pecador, ¿anhela que sus corrupciones se debiliten y que el cuerpo de pecado sea destruido de modo que de aquí en adelante no sirva al pecado? Entonces, acuda a Cristo para que le dé un nuevo corazón porque, al dárselo, lo librará de esta terrible esclavitud. El pecado no se enseñoreará sobre usted si está en Cristo Jesús. “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas.” “Pondré mi Espíritu dentro de ti y te haré andar en mis estatutos.” Cuando el Señor Jesús vence al pecado con su Espíritu todopoderoso, entonces “la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento” guardará su corazón y su mente. “La ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús” lo “librará de la ley del pecado y de la muerte”. [2 Cor. 5:17, Rom. 8:2]

También le dará descanso de todas sus luchas agotadoras con el pecado y el mal. No es fácil ser cristiano. Tenemos que librar una lucha constante contra el pecado. La experiencia del Apóstol Pablo que describe en Romanos 7:22-25, es la de todos los creyentes: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios; pero veo otra ley en mis miembros, que se rebela contra la ley de mi mente, y que me lleva cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros.” Y bajo el sentimiento de esta lucha --la carne forcejeando contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne-- exclama: “¡Miserable de mí! ¿quien me librará de este cuerpo de muerte?” Sabe que hay quien puede salvarlo y por lo tanto agrega: “Gracias doy a Dios, por Jesucristo Señor nuestro.” La hora viene cuando disfrutaremos de un descanso sin interrupciones. Ningún pecado nos molestará, y ningún mal nos afligirá jamás. Con Jesús, en su reino, disfrutaremos del descanso que brinda al pueblo de Dios. Ahora es el momento para que los pecadores trabajados y cargados acudan a Cristo con el fin de que su culpa sea quitada y obtengan una renovación y un refrigerio para sus almas. ¡Qué bien se adapta a nuestra condición esta preciosa invitación!

La invitación es para todos

Además, es una invitación general a los pecadores trabajados y cargados: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. No hay en nuestro Señor falta de compasión. Está llamando a pecadores perdidos con una invitación general a acudir a él para ser salvos. Pero, como hemos dicho, nadie tomará la misericordia ofrecida sino los que tienen conciencia de su condición miserable y cargada. Los exhaustos son los que valoran el descanso, y los sanos no tienen necesidad de un médico, sólo los que están enfermos. Es muy importante saber que todos los trabajados y cargados espiritualmente pueden venir a Cristo. Todos los enfermos que se acercaron a él, o que fueron llevados a él cuando andaba sobre la tierra, eran curados de sus enfermedades; de la misma manera, todos los enfermos espirituales pueden acudir ahora con la seguridad de que serán sanados. Todos pueden venir --todos están invitados; y al que viene él no le echa fuera.

Pobre torturado y cargado por el pecado, ¡he aquí las buenas nuevas! Ha llegado el Señor, y lo llama. Alégrese, levántese y acuda a él. Él siente compasión por usted. ¡Ah! No demore; no vacile. Usted ha sido llamado, y llamado por Cristo mismo, tan ciertamente como si hubiera estado usted entre los que lo rodeaban en los días de su encarnación cuando, con su propia voz, extendió esta invitación divina cerca del mar de Genesaret. Usted se siente muy inquieto y muy atribulado. Él tiene para usted una cariñosa palabra de invitación; “Venid a mí y yo os haré descansar”. Él le dará paz y refrescante descanso. Él le otorgará descanso y gozo y consuelo en una medida que usted no puede concebir. Así como él se esta acercando a usted y hablándole a usted, acérquese usted a él y hable. Exprese toda la causa de su dolor y aflicción --cuéntele todo. Clame al nombre del Señor, y cuéntele en sus propias palabras que ha venido para aceptar el descanso que él ofrece gratuitamente. No guarde silencio. Confiese sus pecados (1 Juan 1:9). Busque la misericordia perdonadora. Póstrese a sus pies en su profundo dolor, e implore a él para que sane y bendiga su alma, y no se irá con las manos vacías. ¡Vengan todos, es la invitación divina!

La invitación es incondicional

Queremos también que comprenda y sepa que esta invitación es absolutamente incondicional. Es extendida gratuitamente; no está cargada de condiciones. El evangelio de la gracia de Dios llega a usted tan gratis que no se puede describir. No le exige que haga nada para merecerlo o a fin de calificar para recibirlo. Existe el deseo en los pecadores que han despertado de recibir una misericordia basada en ciertas condiciones; pero la misericordia de Dios es otorgada a todos los que la quieren “sin dinero y sin precio”. “A todos los sedientos: Venid a las aguas.” (Isa. 55:1). Uno pensaría que no hay nada más incondicional que una invitación así; no obstante, los hombres han intentado convertir esto en algo meritorio. Repitiendo el llamado generoso de Dios, queremos exhortar a pecadores que acudan a las aguas y beban gratuitamente para obtener refrigerio para sus almas. “A todos los sedientos: Venid a las aguas” es la palabra de la gracia incondicional; pero el corazón legalista, por temor o perversidad, o por ambas cosas, se centra en la sed y se queja de estar sediento o de tener el tipo adecuado de sed, como si fuera un precio por el cual las aguas sin precio pudieran ser compradas. El llamado no es así. ¡Atención! Todos los que tengan una auténtica sed espiritual, vengan a las aguas. Las personas llamadas son amonestadas por gastar dinero en lo que no es pan y trabajar para aquello que no satisface.

Si usted ha estado centrando sus pensamientos en el “Venid” de la invitación del Salvador, preguntando: “¿Cómo tengo que venir?” recuerde que esto procede del estado legalista del corazón. Resista al diablo: él quiere que se centre en su “venir” y descuide al glorioso Emanuel que lo invita. “El Espíritu Santo”, como bien se ha dicho, “ha utilizado una variedad de expresiones a fin de evitar este error; pero no obstante, los hombres caen en él. Por ejemplo, dice en este lugar: venid; en otro lugar dice: mirad; en otro, creed; en otro, oíd; todo para prevenir que se centre en la acción de su propia mente. En cambio, centre toda su atención en el objeto, el cual es Jesucristo. Es Cristo quien lo salva.

Es Cristo quien le da descanso --no el que usted acuda a Cristo. La fe no es una condición para ser salvo, si lo fuera “la gracia ya no es gracia”. Es verdad que hemos de acudir a Cristo para ser salvos; pero nuestro venir no ha de constituir la razón por la cual hemos de ser salvos: debemos venir porque es algo natural y no puede ser de otra manera. Es por fe, a fin de que pueda ser por gracia. La fe es uno de los dones que otorga Dios; y, sin duda, no puede ser que poseer uno de sus dones sea el mérito por el cual otorgar otros: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios”. [Rom. 11:6, Ef. 2:8]

La invitación puede ser aceptada ahora

Lo último que deseo que note sobre esta invitación es que es una que puede ser aceptada inmediatamente. Cualquiera en el gentío que se sentía cargado pudo haberse abierto camino y venido a Jesús en cuanto pronunció las palabras, pidiéndole que le diera la bendición prometida. No especificó un tiempo y, sin duda quiso decir, y así lo comprendieron, que debían venir a él ese mismo día. Éste sigue siendo el caso. “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.” La exhortación de venir a Cristo no es para mañana o para algún momento en el futuro. Es “hoy, si escucharen su voz.” ¿Se está hundiendo usted bajo su carga? ¿Está cansado, y necesita descansar inmediatamente? Entonces, ¡seguramente es para usted una buena noticia que le digan que Cristo le quitará su carga hoy! No puede ser tan insensible a la =ecesidad de su propia alma como para desear que Cristo hubiera extendido su invitación para mañana o algún día en el futuro. “Cuando no sabéis lo que será mañana.” “Porque no sabes que dará de sí el día.” Usted recibe el llamado ahora. Le exhortamos que crea en Jesús ahora, para la salvación de su alma. Cristo le llama para darle dicha en el presente. Él levantará su carga aplastante ahora, y le brindará inmediatamente perdón y paz. ¡Oh pecador cansado! Ábrase paso entre el gentío con su carga de pecado, sufrimiento, problemas, dolor y contaminación, y lo encontrará generosamente dispuesto a “darle descanso”. [2 Cor. 6:2, Stg. 4:14, Prov. 27:1]

Preguntas para estudio
Lección 4 - Descanso para el cansado

Por favor lea primero el capítulo 4

 

¿Necesita usted descanso?

1. ¿Cuál es el único momento en que se puede disfrutar de un verdadero descanso?

2. ¿Qué hay en el mundo en que vivimos que hace que la promesa “Y yo os haré descansar” sea tan preciada?

 

¿Quién extiende esta invitación?

3. ¿En qué radica la importancia de que Jesús anduviera sobre la tierra “en semejanza de carne de pecado” que hace que el extendernos esta invitación : “os haré descansar” sea tan especial?

 

¿A quiénes invita Jesús?

4. ¿Siente usted que el pecado es un “trabajo” que lo tiene “cargado”? Brevemente, ¿por qué?

 

La invitación es misericordiosa, generosa, sincera y adecuada

5. ¿Por qué es misericordiosa la invitación?

6. ¿Por qué es bueno que la invitación sea generosa?

 

La invitación es triple

7. ¿Cómo le da a usted Jesús descanso de la pena (castigo) de su pecado?

8. ¿Cómo le da a usted Jesús descanso del poder (esclavitud) del pecado?

9. ¿Cómo le dará a usted Jesús descanso de la presencia del (de su agobiante lucha con el) pecado?

 

La invitación es para todos

10. a. En base a “todos los que estáis trabajados y cargados” ¿es posible excluir a alguien de la invitación?

b. ¿Puede usted ser excluido por haber pecado demasiado?

c. Brevemente describa lo que siente en cuanto a estas verdades.

 

La invitación es incondicional

11. a. ¿Qué condiciones ha oído que los hombres imponen para responder a la invitación de Cristo: “Venid a mí”?

b. ¿Le parece que podría usted reunir algunas de estas condiciones?

 

La invitación puede ser aceptada ahora

12. a. ¿Cree usted que Dios lo está acercando a él ahora?

b. De ser así, ¿hay alguna razón para demorar su respuesta a él?

c. ¿Cómo le ha respondido usted?

13. ¿Qué ha aprendido usted en este curso acerca del llamado que le extiende Jesús a usted personalmente?

Gracias por tomar este curso. Ojalá se sienta motivado para continuar estudiando
la Palabra de Dios.

¡Escriba para solicitar el próximo curso!

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