Con sus ojos puestos en Jesús

“Mirad a mí, y sed salvos… porque yo soy Dios, y no hay más.” - Isaías 45:22

Condenado a morir

Querido amigo, el anhelo de mi corazón y mi oración a Dios por usted es que sea salvo. Usted se considera un pecador perdido, y así es porque es realmente cierto. Usted nació en pecado; usted ha vivido en pecado y, debido al pecado, ha sido condenado por la santa ley de Dios a morir, “¡porque la paga del pecado es muerte!” Pero la gracia de Dios es sobreabundante; y él nos ha dado la prueba más irrefutable de que ama a los pecadores y que desea que obtengan salvación “por medio de nuestro Señor Jesucristo, quien murió por nosotros.” [Rom. 6:23, 1 Tes. 5:9, 10]

Lo que Dios hizo

Jesús es un Salvador totalmente suficiente, y él puede y anhela salvar al peor de los pecadores. Su obra de redención ha sido completada, como lo demuestran las Escrituras. [Redención es el pago del precio de una deuda; o sea la muerte de Cristo como pago total de la pena que debíamos pagar por nuestros pecados.] Él fue herido por nuestras rebeliones, fue molido por nuestros pecados. El mismo cargó con nuestros pecados en su propio cuerpo en la cruz. Murió por los impíos. Murió el Justo por los injustos. Apareció en nuestra naturaleza, tomó nuestro lugar, “nació bajo la ley” y soportó su maldición. Ha vencido el pecado por darse a sí mismo como sacrificio y, por su obediencia y muerte, ha magnificado la ley por lo que Dios se complace en todos los que creen en su nombre “por amor de su justicia”. [Juan 19:30, Isaías 53:5, 1 Ped. 2:24, Rom. 5:6, Gál. 4:4, 2 Ped. 1:17, Isaías 42:21]

El propósito principal de Dios en la Biblia es darse a conocer como un Dios de gracia --un Dios en Cristo reconciliando a pecadores con sí mismo. No guarda su rencor para siempre, porque se deleita en la misericordia. Tenemos sobrada prueba de esto en el hecho de que envió a su único Hijo al mundo a fin de que vivamos por medio de él. ¿Qué más que su amor por los pecadores puede haberlo impulsado a hacer esto? Dios envió a su Hijo a morir por sus enemigos --para redimir a los rebeldes e impíos de la ira que merecen.

[La ‘ira que merecen’ es la justa ira de Dios hacia nuestro pecado; es merecida porque hemos quebrantado su santa ley --2 Cor. 5:18, Miqueas 7:18, Juan 3:16]

Y lo maravilloso para usted en este momento es saber el verdadero fundamento para la paz de un pecador arruinado que merece el infierno. Jesús es nuestra paz, quien ha hecho las paces por medio de la sangre de su cruz. Todos hemos pecado y no alcanzamos la gloria de Dios. La muerte eterna es el triste resultado del pecado, porque Jehová Santo dice en su Palabra que toda alma que pecare morirá. De ninguna manera exonerará al culpable. Pero, por su gran amor “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo [a Cristo] pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él”. “En esto mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él.” [Ef. 2:14, Col. 1:20, Rom. 3:23, Ez. 18:20, Exo. 34:7, 2 Cor. 5:21, 1 Juan 4:9]

La idea de redimir a los pecadores perdidos de la maldición de la ley se originó en el corazón amante de Dios. Y cuando Jesús apareció en nuestro mundo fue como “Dios manifestado en carne” y para redimirnos “de la maldición de la ley, hechos por nosotros maldición.” Se dio a sí mismo por nuestros pecados. Este intercambio fue maravilloso y lleno de amor. Jesús satisfizo la ley y la justicia de Dios. Cargó con la maldición de la ley y, por lo tanto, nos libra de esa maldición. Hemos quebrantado la ley y somos culpables y estamos bajo maldición, pero si somos encontrados en Cristo, Dios nos considera libres de toda culpa y maldición como lo está Jesús --porque la culpa le fue imputada a él y él cargó con la maldición. Murió, pero fue resucitado para nuestra justificación, y se encuentra a la diestra de Dios donde intercede por nosotros.

[‘Imputado’ significa poner en la cuenta de otro. ‘Justificación’ es la acción judicial de Dios por la cual nos reconcilia con él por medio de cumplir en Cristo la justicia de su ley ¾1 Tim. 3:16, Tito 2:14, Rom. 4:25, Rom. 8:34.]

Si usted quiere perdón

Ahora bien, si algún pobre pecador quiere perdón, acérquese a Dios en el nombre de Jesús y encontrará redención por medio de su sangre, el perdón de todos sus pecados. Querido amigo, ¿ansía usted perdón? “Perdonará abundantemente.” Si Dios no quisiera salvar a pecadores perdidos como usted, la fuente que fue abierta pronto se cerraría, y este mundo infestado de pecado sería arrasado por el fuego. Mientras sea usted preservado con vida y mientras este mundo no sea consumido por el fuego, puede creer que para usted hay perdón de Dios y “redención abundante” en su Hijo amado. [Heb. 10:20, Ef. 1:7, Isa. 55:7, Sal. 130:7]

Pero recuerde que “la salvación es de Jehová”. Él mismo debe salvarlo. No puede tolerar ningún rival en esta gran obra. Su propio brazo traerá salvación. Cuídese de no caer en el error tan común entre almas ansiosas, de hacer salvador a los “razonamientos” de su propia mente. Su propia experiencia es encantadora, pero es un pobre sustituto de Jesús. El estado más elevado de la mente no puede dar salvación. Es en Jesús sangrando, muriendo, expiando el pecado y sufriendo bajo la terrible espada de la justicia de Dios, que debe poner sus ojos; y si así lo hace, sentirá que “la paz que sobrepasa todo entendimiento” guardará su corazón y mente y que un “gozo inefable y glorioso” brotará dentro de su alma. [Jon. 2:9, Rom. 5:11, Fil. 4:7, 1 Ped. 1:8]

El mismo Jesús que dio su vida por los pecadores y que conoce mejor que nadie la gracia que hay en el corazón del Padre, en el Evangelio llama a todos los pecadores acudan a él y sean salvos. Dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”. Sus dulces palabras para usted, pecador cansado y cargado son: “Venid a mí, y yo os haré descansar”. ¿Qué? ¿Necesita tanto descanso? Su culpa es una carga tan pesada que pronto le hundirá bajo su peso; pero acuda a Jesús, y él se la quitará de su alma, y le dará descanso inmediato. ¿Se siente perdido? Pues “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido”. ¿Acaso no quiere salvarlo a usted? “Mirad a mi y sed salvos” es su propia exhortación cariñosa. [Mat. 11:28, Isa. 45:22]

¿Puede negarse a poner su mirada moribunda en Aquél que fue traspasado? Puede reflexionar en su amor al morir por usted y no creer que está dispuesto a salvarlo? ¿Puede pensar en él como Jehová-Jesús (el Dios-hombre, totalmente divino y totalmente humano), el Mediador eterno y no captar su habilidad para salvar? “Por lo cual puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos.” Con el amor de un hermano, con la compasión y misericordia de Dios, él le ruega que lo acepte ahora como su Salvador. ¿Se considera vil, culpable, despreciable y perdido? A tales él salva. “Jesús no vino a llamar a justos, sino a pecadores.” [Heb. 7:25, Juan 15:15, Sal. 145:8, Mat. 9:13]

Qué agobiante debe ser aquella palabra de “un Dios justo y un Salvador” a su alma atribulada: “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana.” “¡Venid luego!” a pesar de todas las transgresiones, contaminaciones, toda la ingratitud, el formulismo y la indiferencia de su vida pasada. Venga con todos estos, y antes de intentar encontrar alguna manera de hacerse aceptable. No piense que sus pecados son demasiados, ni demasiado graves ni demasiado grandes como para ser perdonados. ¡La salvación en Jesús es tan grande y tan completa, que lo más sorprendente del universo es que los que se lo proponen puedan encontrar la manera de ignorarla y entrar al mundo de condenación! Si quiere evitar ser salvo tiene que, reprimiendo su convicción, levantarse y escapar, no sea que el río de gracia lo impulse adelante hacia una eternidad gloriosa. ¿Puede usted vacilar en aceptar un perdón tan completo, gratuito, perfecto y eterno de todos sus pecados como el que el evangelio le ofrece y le insta aceptar? Deténgase, y vea la salvación de Dios. “He aquí el Cordero de Dios” y ¡sea salvo! [Isa. 1:18, Juan 1:29]

Su situación

Veo su caso de este modo: Usted parece ser como el que por acercarse demasiado al borde del precipicio, ha caído en él aferrándose a las ramas de algún arbusto que crece en las hendiduras de la roca, para no caer de risco en risco hasta terminar en el abismo con el cuerpo destrozado. Un amigo se encuentra parado en un saliente y le pide que se suelte y que él ciertamente lo salvará de una inminente destrucción. Él cree, sigue las indicciones de su amigo y se salva. Usted siente que se encuentra en un peligro inminente --colgado en el borde de un infierno eterno, y está dispuesto a aferrarse a cualquier cosa que parezca brindarle aun la menor posibilidad de salvarse. Puede estar aferrándose a la predicación de la Palabra, la oración, la convicción de pecado, la lectura de la Biblia y de libros religiosos, a las lágrimas, los arrepentimientos, las resoluciones y las ansiedades, pero todos estos son meras ramas a las que se aferra al sentirse colgado sobre la boca del infierno. No puede ser salvo por ellas. Si no aparece nadie capaz de salvarlo y llevarlo a un lugar seguro, perecerá irremediablemente.

Pero el Señor Jesús --el amigo del pecador-- aparece extendiendo sus brazos misericordiosos y pidiéndole que suelte todos los medios humanos de salvación y que él ciertamente lo salvará con una salvación eterna. Escuche su voz, escuche sus “palabras llenas de gracia” que proceden de su boca, y suéltese de todo aquello a lo cual se aferra. Y si lo hace en obediencia a su llamado y confía en su habilidad para salvar, se encontrará apoyado en el divino Redentor y sentirá que “el eterno Dios es [su] refugio”, y que debajo suyo están “los brazos eternos”. Cuando haga usted esto con la sencillez de un niño, él, habiendo buscado y encontrado su oveja que se había perdido, lo colocará, lleno de regocijo, sobre sus hombros, lo cargará durante toda su vida y al final lo pondrá en el redil eterno en la ribera de “un río limpio de agua de vida”, en la tierra de Emanuel.

[‘Emanuel’ es un nombre bíblico dado a Jesús en el Antiguo Testamento que significa “Dios con nosotros” --Deut. 33:27, Sal. 119:176, Mat. 15:24, Apoc. 22:1, Isa. 8:8]

“Quisiera relatarle, como me fue relatado a mí, el caso de una dama en Escocia, y cómo sus dudas y su angustia fueron quitadas. Sucedió durante una campaña de avivamiento en la que varios conocidos de esta señora habían aceptado a Cristo. Entre ellos, una amiga particular de ella se había convertido. Sintiéndose un poco preocupada por sí misma, se acercó a un siervo de Cristo que estaba trabajando en el lugar, y le dijo que se sentía desdichada. Él contestó que se alegraba de oírlo. Asombrada ante esto, y también algo ofendida, le contó al pastor de los esfuerzos que había hecho para obtener salvación, cómo había leído y orado, pero que estaba tan lejos como siempre de sentir paz. Él le dijo que no era por nada que ella hiciera sino por lo que Jesús mucho tiempo atrás había hecho y completado en la cruz que ella podría ser salva. A ella todo le pareció incierto y misterioso, y se retiró; pero resuelta a visitar a su amiga que hacía poco se había convertido. Así lo hizo, y le preguntó qué había hecho para obtener la paz de la cual hablaba.

--¡Hecho! ¡No he hecho nada! Es por lo que Cristo ha hecho que he encontrado paz con Dios.

La señora contestó que eso era lo que el pastor le acababa de decir, pero que no lo podía comprender. Así que fue a casa mucho más afligida; y, encerrándose en su propia habitación, cayó de rodillas, resuelta a no volver a levantarse hasta no haber encontrado descanso y paz.

Por cuánto tiempo siguió su agonía no lo puedo decir, pero ya exhausta, finalmente quedó dormida. Mientras dormía, soñó que se caía por un terrible precipicio, pero que se tomó de una rama que colgaba sobre el abismo. Se aferró a ella, clamando que alguien la ayudara cuando, desde abajo, una voz que ella sabía era la voz de Jesús, le pidió que soltara la rama y que él la recibiría y salvaría. ‘¡Señor, sálvame!’ exclamó. Pero la voz nuevamente respondió: ‘Suelta la rama’. Pero no se atrevía a soltarla, sino que siguió clamando ‘¡Señor, sálvame!” Por fin, Aquél que estaba abajo, cuya voz oía pero a quien no veía, dijo en el más tierno y solemne tono: “¡No te puedo salvar si no sueltas la rama!” Desesperada, soltó la rama, cayó en los brazos de Jesús, y el gozo de encontrarse allí la despertó. Aprendió la lección que su sueño le enseñó. Percibió que Jesús era digno de toda su confianza y que no sólo no necesitaba la rama de la auto dependencia, y que el aferrarse a esa rama era lo que la había mantenido lejos de Cristo. La soltó, y descubrió que Jesús es absolutamente suficiente.”

El punto que queremos ilustrar por medio de este ejemplo es que el que despierta tiene que despojarse de toda auto dependencia y, descubriendo que el Salvador es una Persona independiente y aparte del yo, confiar “sólo en Jesús”. [Mar. 8:34-36, Luc. 14:33]

La salvación es un don gratuito

No hay objeto en el universo tan gratuito para usted como Cristo. Él está dispuesto a ser su Salvador. Si usted está dispuesto a ser salvo, entonces todo está bien. Él le ofrece salvación como un regalo --“sin dinero y sin precio”. El Dios de gracia ha hecho que la salvación sea tan gratuita para todo pecador que nos sería completamente imposible hacerla más gratuita. La salvación de Dios está ante un mundo de pecadores perdidos; y la invitación de Jehová, llena de gracia, es para cada sediento: “A todos los sedientos: Venid a las aguas” (Isaías 55:1). ¡El Señor no hubiera podido invitarle más explícitamente aunque hubiera escrito su nombre en esta invitación conmovedora!

Oh alma querida, acuda a “las aguas” de la salvación. “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo.” Sólo crea y su salvación desde ese momento será tan cierta como si ya estuviera en el cielo. La salvación no es algo dudoso para el creyente en Jesús: “serás salvo”. El hombre a quien originalmente se le dijo esto, creyó, fue salvo y se regocijó en Dios en esa misma hora. Éste es para usted “el día de salvación”. Si pone los ojos en Jesús, y le confía a él la salvación de su alma, tendrá perdón, paz, gozo y esperanza de gloria este mismo día. Confíe en que Dios borrará todos sus pecados en el nombre de Jesús, y pronto exclamará maravillado “¿Qué Dios como tú, que perdona la maldad...?” porque entonces sabrá por experiencia acerca del perdón precioso para el alma llena de cargas. [Hech. 16:31, 2 Cor. 6:2, Miq. 7:18]

Se cuenta que Martín Lutero, el gran reformador, se encontraba bajo una profunda y prolongada convicción de pecado antes de tener paz y que un anciano monje fue el instrumento para traer paz a su atribulada conciencia. Sucedió de esta manera: Se encontraba bajo convicciones de pecado aplastantes, y tenía tales conflictos espirituales que su salud se vio quebrantada. Lo pusieron en cama, y estuvo muy cerca de la muerte. Estando en esta condición, se sentía terriblemente trastornado por un vívido temor de la santidad de Dios y su propia iniquidad. El anciano entró en su celda y recitó este artículo del credo: “Creo en el perdón de los pecados” (Hech. 26:18). “Estas sencillas palabras que el piadoso hermano pronunció con sinceridad en este momento decisivo, brindó gran consuelo al corazón de Lutero.”

--Yo creo, --se repetía a sí mismo en su cama de enfermo--, yo creo en el perdón de los pecados.

--¡Ah! --dijo el monje--, no sólo debes creer en el perdón de los pecados de David o de Pedro, porque aun los demonios creen: El mandato de Dios es que creamos en el perdón de nuestros propios pecados.

Desde este momento se encendió una luz en su alma, y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardó su corazón y su entendimiento en Cristo Jesús.

El perdón de los pecados recibido como una bendición personal es lo único que puede dar vida, luz y paz. Nunca podrá usted tener verdadera piedad a menos que sea “aceptado en el Amado” (Ef. 1:6); y nunca podrá tener un alma feliz hasta tener conciencia del perdón y de la aceptación. Hay perdón con Dios y al estar “con Dios” lo que fue prometido gratuitamente es suyo con sólo pedirlo; por lo tanto “Buscad a Jehová mientras pueda ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6). Si acude a él a través de Cristo confesando sus pecados, comprobará que es fiel y justo en perdonarle sus pecados y, por experiencia personal podrá decir:

“Cantaré a ti, oh Jehová; pues aunque te enojaste contra mí, tu indignación se apartó, y me has consolado. He aquí Dios es salvación mía; me aseguraré y no temeré; porque mi fortaleza y mi canción es JAH, Jehová, quien ha sido salvación para mí” - Isaías 12:1, 2.

 

Échese a los pies de Emanuel como un pobre pecador moribundo, clamando: Señor, sálvame; y si muere al hacerlo, será el primero que jamás lo haya hecho. “El que a mí viene,” dice el amante Jesús, “no le echo fuera” (Juan 6:37).

 

 

Nada en mi mano traigo,
Simplemente a tu Cruz me aferro;
Desnudo, acudo a ti para que me vistas,
Desamparado, en tu gracia confío;
Inmundo, a tu fuente vuelo,
Lávame, Salvador, o muero.

Preguntas para estudio
Lección 2 - Con sus ojos puestos en Jesús

Por favor lea primero el capítulo 2

Condenado a morir

1. a. ¿Por qué es usted un “pecador perdido”? ¿Está de acuerdo con que lo es?

b. Brevemente, ¿cómo se aplica Romanos 3:23 a usted personalmente?

[Nota: La norma para hacer una comparación no la constituyen las otras personas, ¡sino la gloria (perfección) de Dios!]

“Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.” - Romanos 3:23

2. ¿Cuál es la pena ‘justa’ por su pecado? [Ser ‘justo’ es tener justicia, es decir, ser recto según la ley.]

“Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro.” - Romanos 6:23

“Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre no se hace remisión [perdón de pecados].” - Hebreos 9:22

 

Lo que Dios hizo

3. ¿Qué hizo Jesús por nosotros?

4. ¿Cuál es “el propósito principal de Dios en la Biblia”?

5. ¿Cómo logró Jesús “la paz a favor nuestro”?

6. ¿Cuál es “el triste resultado del pecado”?

7. Brevemente en sus propias palabras,

a. ¿por qué cree usted que Dios no “exonerará al culpable” sencillamente excusando sus pecados (sin el pago de una pena)?

b. ¿cuál es el mensaje general de los siguientes pasajes bíblicos?

“Jehová... se venga de sus adversarios, y guarda enojo para sus enemigos.” - Nahum 1:2

“Dios está airado contra el impío todos los días.” - Salmo 7:11

“Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio.” - Habacuc 1:13

“De manera que la ley a la verdad es santa, y el mandamiento santo, justo y bueno.” - Romanos 7:12

8. El autor dice “Este intercambio fue maravilloso, lleno de amor”. Describa brevemente en sus propias palabras lo que significa “este intercambio”. (Incluya también el pensamiento tomado de 2 Corintios 5:21.)

“Al que no conoció pecado [Jesús], por nosotros lo hizo [Dios el Padre] pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” - 2 Corintios 5:21

 

Si quiere usted perdón

9. Si quiere recibir el perdón de Dios, ¿qué debe hacer?

10. a. Describa el “error tan común entre almas ansiosas”.

b. En sus propias palabras, ¿por qué es esto un error?

11. ¿Qué si sus pecados parecen demasiados, tantos que Dios nunca podría perdonarle?

 

Su situación

12. En la ilustración, Jesús dijo: “¡No te puedo salvar si no sueltas la rama!” ¿Por qué tenía la dama que soltar la rama para ser salva?

 

La salvación es un don gratuito

13. ¿Cree que hay algo que usted pueda hacer para ayudarle a ganarse la salvación? Explique brevemente por qué.

14. a. ¿Qué descubrió Lutero que lo llevó a obtener su propia paz?

b. ¿Por qué es necesario que la salvación sea personal?

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